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Guias e Dicas
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Jelin, elizabeth. los trabajos de la memoria, Trabalhos de Antropologia

Os trabalhos da memória

Tipologia: Trabalhos

2016

Compartilhado em 07/07/2016

fabiola-souza-18
fabiola-souza-18 🇧🇷

4.6

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Baixe Jelin, elizabeth. los trabajos de la memoria e outras Trabalhos em PDF para Antropologia, somente na Docsity! colEcclÓtrl vlrvloRlAs DE LA nrpnrslÓtrl 1. Los trabaios de la memoria, Elizabeth Jelin' 2. Det estrado a la pantalla: Las imágenes del iuicio a los ex comandantes en Argentina, Claudia Feld. 3. Las conmemoraciones; /as disputas en las ¡""¡25 "in- felices", Elizabeth Jelin (comp.). 4. Los archivos de la represión: documentos, memoria y verdad, Ludmila da Silva Catela y Elizabeth Jelin (comps.). EN PREPARACIÓN Luchas locales, comunidades e identidades, Elizabeth Jelin y Ponciano Pino (comPs.). Monumentos, memoriales y marcas territoriales' Victoria Langland y Elizabeth Jelin (comps.). Er-tzRspru JEuN es socióloga, investigadora del coNlcrr (Argen- tina), proGsora de la lJniversidad de Buenos Aires y directora académica del Programa <Memoria colectiva y represión patro- cinado por el ssnc. Dirige el área de investigaciones en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (Buenos Aires). Entre sus múl- tiples publicaciones están Los trabajos de la memoria, en esta co- lección, y Pan y afectos: la transformacíón de lasfamilias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998. LOS TRABAJOS DE LA MEMORIA ELrzneerH Jeuru siglo veintiuno de españa editores, s.a. siglo veintiuno de argentina editores Todos los derechos rcserwados. Prohibida la rcoroducción total t-r parcial dc esta obra por cualquicr procedimiento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fo- tocopia, etc.) y el almacenamiento o transmisión de sus contenidos en soportcs magnéticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso er?reso del editor. @ dc esta edición,junio 2002 SI(]LO )O<I DE ESIáNA EDITORES, S. A- Príncipe de Vergara, 78. 28006 Madrid En coedición con Social Science Research Council O 2001, ElizabethJelin i)EREC]TJOS RTSERVADOS CONFORME A LA LEY Impreso y hecho en España Printed and made in Spain Diseño de la cubierta: Juanjo Barco/Alins Ilustración ISBN: 84-323-1093-X Depósito legal: M. 26.995-2002 Fotocomposición: rNrotrlx, s. L Julián Camarillo, 26, 1." 6 28037 Madrid Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa. Paracuellos dc Jarama (Madrid) INDICE Presentación Agradecimientos Nota necesar¡a ........... lntroducción '1. La memoria en el mundo contemporáneo 2. ¿De rias? qué hablamos cuando hablamos de memo- vtl IX XI 1 9 17 39 63 79 3. Las luchas políticas por la memoria Historia y memoria social 5. Trauma, testimonio y "verdad" 6. El género en las memorias .. 99 7. Transmisiones, herenc¡as, aprendizajes...... 117 Reflexiones finales 135 Referencias bibliográficas.......... .' 139 Agradecimientos Kaplan, Susana Kaufman, Mauricio Taube, Teresa Valdés. En puntos específicos tarnbién conté con la ayuda de Silvina Jensen, Patrick Dove yJosé olavarría. Lucila SchoenGld hizo una-lectura cuidadosa de editora profesional y Mariana Mcloughlin colaboró en los múltiples detailes involuciados en la p..prr#iór, d.t iib;. .. A todos ellos, y a los demás que participr,, ",-, "rt. empren_dimiento -incluyendo autores de textos y lib.o, .o, qri.r., mi diálogo es imaginario pero no por ello ausente_ -i ,..o_nocim ien ro y agradecimiento. NOTA NECESARIA El manuscrito de este libro estaba en su fase de revisión final cuando, el 11 de septiembre de 2001, el mundo entero fue con- rnovido por los atentados en Nueva York y'V/ashington. Para quienes trabajamos sobre las memorias de la represión cn el Cono Sur, el 11 de septiembre es un día cargado de sig- nificados. cada año, una está expectante sobre el curso concreto que las luchas por la memoria van a tomar en los distintos es- cenarios de la sociedad chilena. A partir de 200i, los sentidos de la fecha carnbian, las coincidencias y casualidades se conver- trrán en otra cosa, los referentes y anclajes materiales y simbólicos dc las memorias de situaciones límite cobrarán otros sentidos para ()tros grupos de la sociedad global. Espero que las preguntas planteadas en este libro estimulen trna reflexión más amplia sobre la necesidad humana de encontrar scntido a los acontecimientos y sufrimientos que nos toca vivir, con prácticas de rememoración, rituales de homenaje e iniciativas ¡r.líticas que impulsen un (nunca más> a las afrentas a la disnidad lltrrnana. INTRODUCCIÓN No se prrcde qtrercr que Ar.tuhwitz retorne eterndmante porc1ue , en uerdad' nunca ha dejado de surctler, se cstá repitíendo siempre (Agamben, 2000, P. 105). Abrir los diarios de Argentina, lJruguay, Chile o Brasil en el año 2000 puede asemejarse' en algún momento' a transitar por un túnel áel tiempo. Además de las obvias problemáticas eco- n(rmicas, políticas y policiales de coyuntura, las noticias centrales incluyen Ln" t.tie á. t.-.t que indican la persistencia de un 1-,"r"do que (no quiere pasar): los avatares de la detención de Pi- nochet y ,u pottetio, pr,-ra"tt-icnto por.crímenes cometidos en ghile en ygi3, los,¡uicios de la verdad> para esclarecer desa- pariciones forzosas en la segunda mltad de la década de los setenta ,r el esclarecimiento de la identidad de algún niño o niña fioven vcinteañero ahora) secuestrado durante la dictadura militar en Argentina, la comisión que investiga la muerte del ex presidente (]ciulart en 1'976 y el reconocimiento oficial de quienes,tienen dcrecho " ..p"r".iones económicas por su victimización durante l;r dictadura en Brasil, el reconocimiento oficial de que hubo de- srpariciones y la conformación de una Comisión para la Paz cn Uiuguay, informaciones presentes en los documentos encontra- ,1,,, ft él At.hirro del Terror en Paraguay' A esto se suman las noticias sobre el Operativo Cóndor en el plano regional, que ('nlergen con persistencia y continuidad' Estas cuestiones están apareciendo en el plano institucional y cn distintas instancias y niveles del Estado: el Ejecutivo, el apa- r;rto judicial, las legislaturas nacionales y provinciales, las comi- srotrJs especiales, lis Fuerzas Armadas y policiales' El núcleo de El¡zabeth Jel¡n la institucionalidad republicana se vc impelido a encarar cues- tioncs ligadas a dar cuenta de un pasado que data de varias décadas atrás. El regreso de esas noticias a las primeras páginas ocurrc después de algunos años de silencio institucional, de intentos (fá* llidos, por lo que parece) de construir un futuro democrátictl sin mirar al pasado. Porque, como dice el título -tan apropiado- de la película de Patricio Guzmán, la memoria es obstinada, no se rcsigna a quedar en el pasado, insiste cn su presencia. En el plano societal y cultural hubo mcnos silencios. Los mo- vimientos de derechos hurranos en los distintos países han tenido Llna presencia significativa, ligando las demandas de saldar cuentas con el pasado (las demandas de 3usticia) con los principios fun- dacionalcs de la institucionalidad democrática. Los afectados di- rectos de la represión cargan con su sufrimiento y dolor, y lo traducen en acciones públicas de distinto carácter. La creación artística, en el cine, cn la narrativa, en las artes plásticas, en el teatro, la danza o la música, incorpora y traba3a sobre ese pasado y su lcgado. Este libro intenta contribuir a encontrar algunas herramientas para pensar y analizar las presencias y sentidos del pasado. Lcr voy a haccr en distintos niveles y planos, en lo político y en lo cultural, en lo simbólico y en lo personal, en 1o histórico y en lo social, a partir de tres premisas centralcs. Primero, entender las memorias corrlo procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simbólicas y materiales. Segundo, reconocer a las memorias como objeto de disputas, conflictos y luchas, lo cual apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido de los participantes en csas luchas, enmarcados en relacioncs de poder. Tcrcero, <historizar> las memorias, o sea, reconocer quc cxisten cambios históricos en el sentido del pasado, así cotno en el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas culturales, espacios de luchas políticas e ideológicas. Para esto, no propongo un itinerario lineal, coherente y único. En todo caso, se trata de un texto que explora distintas pers- pectivas, distintos puntos de entrada al tcma. Algunos de carácter conceptual que ayudan a puntualizar abordajes analíticos; otros desde perspectivas más concrctas quc <atraviesan> cualquier es- tudio sobre memorias. La esperanza es que estas mírltiples en- Introducción tradas sean convergentcs y permitan dilucidar el tema, tan elusivo, de las memorias. El texto puede parecer descentrado, deshila- chado a vcces. Su objeto de estudio lo es. Pero hay un núcleo dc problemas, y las hilachas tienen una trama de la que salen y a la que se vinculan. Además, el objctivo no es ofrecer un tex.to rrdefinitivo> o <definitorio> del campo de estudio, sino problc- natizar, abrir prcgpntas y rcflcxioncs que impulsen más trabajos, rnás diálogos, más avances. Este abordaje implica, necesariamcnte, que habrá huecos y temas no desarrollados o subdesarrollados. l)ara mencionar sólo uno de ellos, el texlo no se adentra en el ¡nálisis de la etnicidad, tanto en lo que se refiere al lugar de la rnemoria en la construcción de comunidades étnicas, en lo re- fi'rente a las diferencias inter-étnicas o inter-culturales en la corr- ccptualización de la temporalidad y del lugar del pasado, y en ('Lranto a la centralidad de la dimensión étnica en procesos his- tírricos específicos de violencia y represión (pensemos en Perú o Guatemala). Queda abierto cl camino para el trabajo futuro y cl de otros colegas investigadores más conocedores del tema. La discusión sobre la memoria raras veces puedc ser hecha tlcsde afuera, sin comprometer a quien lo hace, sin incorporar l;r subjetividad deVa investigador/a, su propia cxperiencia, sus t'rcencias y emociones. Incorpora también sus compromisos políticos y cívicos. En mi caso, esto incluye una fuerte creencia ('ll que la convivencia hurnana -aun entre grupos diversos y en 11¡¡1flis¡s- es posible y deseable, aunque sin duda difícil. Tam- lrión, que la reflexión y el análisis crítico son herramientas que I'rtcden y deben ser ofrecidas a los actores sociales, especialmente .r los más débiles y excluidos, ya que constituyen insumos para .,ll proceso de reflexión y su empoderamiento. loS ANCLAJES DE "NUESTRAS" MEMORIAS | ,r rrrgcncia de trabajar sobre la memoria no es Llna inquietud .,r.1:rcla de un contexto político y cultural específico. Aunque in- r( ntcrnos reflexiones de carácter general, lo hacemos desde un lrrr',:rr particular: la preocupación por las huellas de las dictaduras 1. I.A MEMORIA EN EL MUNDO CONTEMPORANEO Vivimos en una era de coleccionistas. Registramos y guardamos todo: las fotos de infancia y los recuerdos de la abuela en el plano privado-familiar, las colecciones de diarios y revistas (o recortes) rcferidos a temas o períodos que nos interesan, los archivos ofi- ciales y privados de todo tipo. Hay un culto al pasado, que se cx?resa en el consumo y mercantilización de diversas modas (re- tro)), en el boom de los anticuarios y de la novela histórica. En cl espacio público, los archivos crecen, las fechas de conmemo- ración se multiplican, las demandas de placas recordatorias y mo- nLlmentos son permanentest. Y los medios masivos de comu- rricación estructuran y organizan esa presencia del pasado en todos Ios ámbitos de la vida contemporánea. Esta <explosióru de la memoria en el mundo occidental con- tcrnporáneo llega a constituir una <cultura de la memoria (Huys- scn, 2000: 16) que coexiste y se refuerz con la valoración de kr efímero, el ritmo rápido, la fragilidad y transitoriedad de los lrcchos de la vida. Las personas, los grupos familiares, las co- r¡rtrnidades y las naciones narran sus pasados, para sí mismos y l)rrra otros y otras, que parecen estar dispuestas/os a visitar esos ¡lrsados, a escuchar y mirar sus iconos y rastros, a preguntar e rrrclagar. Esta <cultura de la memorio es en parte una respuesta ,' rcacción al cambio rápido y a una vida sin anclajes o raíces. l.:r memoria tiene entonces un papel altamente significativo, ( ()nlo mecanismo cultural para fortalecer el sentido de pertenen- ¡ Pierre Nora, figura clave en la apertura de la reflexión y la investigación , .ntcrnporánea sobre la memoria, señala que <la memoria moderna es, sobre r,rrLr, archivística. Descansa enteramente en la materialidad de la huella, en la r¡¡rut'cliatez del registro, en lavisibilidad de la imagen> (Nora, 1996: 8). Todas l.r: tr:rducciones de citas de textos publicados en otros idiomas son mías. Tam- l,rcn ()illis, 1994. Elizabeth Jelin cia a grupos o comunidadcs. A menudo, espccialmentc en el castl de grupos oprimidos, silenciados y discriminadtls, la refcrencta a un pasado común pennite construir sentimientos de autova- loración y mayor confianza en uno/a mismo/a y cn el grupo. El debate cultural se tlluevc entre distintas interpretaciones y posturas. Quiencs destacan el lugar de la lnctn.¡ria como cotn- pcnsacicin a la acelcración dc la vida contemporánea y como fucn- te de scguridad frente al temor u horror del olvido (exprcsado con un dejo de nostalgia por Nora, al lamcntarse por la desa- parición de los mitieux de rnemoire y su rcemplazo por los lieux) parecerían ubicarse en el lado opuesto de aquellos que se lamcn- tan por esos pasados que no pasan, por las aparcntes <fijaciones>, retornos y presencias pcrmanentes de pasados dolorosils, con- flictivos, que rcsisten y reitparccen, sitr permitir el olvido o la ampliaciírn de la rnirada (Todorov, 1998). Ambos procesos, el temor al olvido y la presencia del pasado, son simultáIleos, aunque en clara tensión cntre ellos. En el mundo occidental, el movimiento memorialista y los discursos sobre la memoria fueron estimulados por los debates sobre la Segunda Guerra Mur-rdial y el erterminio nazi, intensificados desde co- mienzos de los años ochentat. Esto ha llevado a críticos culturales como Huyssen a plantcar la <glclbalización del discurso del Ho- locausto> quc <pierdc su calidad de índice del acontecimicnto his- tórico cspecífico y comienza a funcionar como una metáfora de otras historias traumáticas y de su tncmoria> (Huyssen, 2000: 15). Más allá del <clima de época> y la expansión de una <cultura de la memoriar, en términos más generales, familiares o comu- nitaric-rs, la memoria y el olvido, la conmemoración y el recuerdo se tornan cruciales cuando se vinculan a acolltecimientos trau- 2 Intensif-rcación que tuvo qlte ver, entre otras cosas, con la serie de <cua- dragésimos y quincuagésirnos attiversarios de fuerte carga política y vasta cober- tura mediática: el ascenso al poder de Hitler en 1933 y lir infame quema de libros, recordados en 1983; la Kristallnacht, la Noche de los Cristales, el pogrom organizado contra los judíos alcrnanes en 193[J, conmemor¡do públicamente en 19U8 [...]; el fin de la Segunda Guerra en 1945, evocado en 1985 [...] y también en 1995 con toda utra serie de eventos internacionales en Ettropa y etr Japón. En su rnayoría "aniversarios alernanes" [...]r (Flttyssen,2000: 14). La memoria en el mundo contemooráneo rnáticos de carácter político y a situaciones de represión y ani- c¡uilación, o cuando se trata de profundas catástrofes sociales3 y situaciones de sufrirniento colectivo. En lo individual, la marca de lo traumático interviene de ma- rrcra central en lo que el sujeto puedc y no puede recordar, si- lcnciar, olvidar o elaborar. En un sentido político, las <cuentas ,'on el pasador en términos de responsabilidades, reconocimientos y -jtrsticia institucional se combinan con urgencias éticas y de- ruundas moralcs, no fácilcs de resolver por la conflictividad po- lític¿ en los escenarios dondc se plantean y por la destrucción ,lc los lazos sociales inherente a las situaciones de catástrofe social. [.os debates acerca dc la memoria de períodos represivos y ,lt' violencia política son planteados con frecuencia en relación r on h necesidad de construir órdenes democráticos en los que l,,s derechos humanos estén garantizados para toda la población, rrrrlcpendientemente de su clase, <\razarr, género, orientación ideo- l,i¡¡i¡¡¿, religión o etnicidad. Los actores partícipes de estos debates v r r rcrrlan sus proyectos democratizadores y sus orientaciones hacia r I lilturo con la memoria de ese pasado. A menudo, los actores que luchan por definir y nombrar lo (lu(' tllvo lugar durante períodos de guerra, violencia política o t.rrrrrismo de Estado, así como quienes intentan honrar y ho- nr('n:ricar a las víctimas e identificar a los responsables, visualizan ' -fiur- la noción de <catástrolé sociab de R. Kaes, quien la elabora con ¡, l.rr rrirr :r lr noción de <catístrofe psíquicar: <(Jna catástrofe psíquica se produce , , r ¡,1. lls rnodalidades habituales empleadas par¿ tratar la negatividad inherente r l.r ( \l)crienci¿l traumática se rnuestran insuficientcs, especialmente cuando no ¡ rr, ,lr'r) scr utilizadas por el sujeto debido a cualidades particulares de la relación ',tr, rt'nlidad traumática interna y mcdio ambiente> (IGés, 1991: 142). IJna, , rtr,trofi: social implica <el aniquilamiento (o la perwersión) de los sistemas ,,,,,r'rn.u'ios y sirnbólicos predispucstos en l¡s instituciones sociales y transge- ,, , ,, ¡,xnlcs. Enunciados fundamerrtales que regulan las representaciones com- 1, rrrr,l,r:, l:rs prohibiciones, los contratos estnlcturantcs, los lugares y funciones ',,r, r'.ulrjctivos [..] Las situaciones de catástrofc social provocan eGctos de rup- r,,' r , r t'l trabajo psíquico de ligadura, de representación y de articulación. [...] '1,, rr{r,r\ quc, como Freud lo subrayó, las catástrofes naturales solidarizan el .,,,,¡',' social, las catístrofes sociales lo desagregan y dividen> (Klés, r',',t I I t-1,+5). 10 12 Elizabeth Jelin su accionar como si fueran pasos necesarios para ayudar a que los lrorrores del pasado no sc vuclvan a repetir -nuilc(l más-. El Cono Sur de Alnérica Latina es un escenario donde esta vin- culación se cstablece con mucha fuerza. Algo parecido sucedici con algur.ros actores ligados a la memoria de la Shoah y dc las purgas cstalinistas en la Unicin Soviética. En otros lugares del mundo, desde Japón y Camboya a Africa del Sur y Guatemala, los procesc'rs dc rememoración pueden tener otros sentidos éticos y políticos, aunqlre no lo sabemos con certeza. LA TEMPORALI DAD COM PLEJA El planteo antcrior r-rbica directamente el sentido del pasado en L1n presentc, I efl función de un futuro deseado. Si agregamos a esto la existencia dc múltiplcs subjctividades y horizontes tcm- porales, queda bien claro quc la complejidad está instalada en cl tcrna. iDe qué temporalidades estamos hablando? (Jna primera manera de concebir el tiempo es lineal, de modo cronológico. Pasado, presente y futuro se ordenan en ese espacio de manera clara, diríamos (natural), en un tiempo físico o as- tronómico. Las unidades dc tiempcl son cquivalentcs y divisiblcs: un siglo, una década, un año o un minuto. Sin cmbargo, al in- troducir los procesos histciricos y la subjetividad humana, de in- rnediato surgcn las complicaciones. Porque, como dice Koselleck, <el tiempo histórico, si es que cl concepto tiene un sentido propio, está vinculado a unidades políticas y sociales de acción, a hornbres concretos que actúan y sufren, a sus instituci()ncs y organiza- cicrnes> (Koselleck, 1993: 14). Y al estudiar a esos hombres (iy también mujeres!) concretosl los sentidos de la temporalidad se establecen de otra mancra: el presentc contiene y construyc la crpcricncia pasada y las expectativas futuras. La experiencia es un <pasado presente, cuyos acontecimientos han sido incorpo- rados y pueden ser rccordadosr (Koselleck, 1993: 338). Las experiencias están también moldcadas por el <horizonte de erpectativas>, que hace referencia a una temporalidad futura. La erpectativa <es fr-rturo hecho presente, apunta al todavía-no, I i) memor¡a en el mundo contemporáneo j 3 ,r Io no experimentado, a lo que sólo se puede descubrin (Ko_ ',,.'llcck, 1993: 338). Y en ese punro de inrersección complejo, en .se preserte donde cl pasado es el cspacio de la erperiencia y r'l firturo es el horizonte de expectativas, es donde se produce l.r ;rccicin humana, <en el espacio vivo dc la culturar (llicoeur, l')()():22). Ubicar temporalmcnte a la memoria significa hacer referencia rl ucspacio de la erperiencia> en el presente. El recuerdo del pa- ,,rtlo cstá incorporador pero de manera dinárrica, ya que las ex- 1,, ¡ rcncias incorporadas en un mornento dado pueden modifi_ ¡ .rsc cn períodos postcriores. <Los acontecimientos dc 1933 su_ ,,,licr.n definitivamente, pero las experiencias basadas en ellos I'r('(lcn modificarse con el paso del tiempo. Las experiencias se ,lrl)('rponcn, se impregnan unas de otras> (Koselleck, I9()3:347). I lay un elemenro adicional en esta complejidad. La experien- , r,r lrrrrnana incorpora vivencias propias, pero también las de c¡tros ,¡rr,' lc han sido transmitidas. El pasado, entonces, puedc con- , lr rrs;lr-Se o cxpandirse, segúrn cómo esas experiencias pasadas sean rrrr ( )l-lx)fadas. l:st:lrnos hablando de procesos de significación y resignifica_ , ', 'rr strl-ljetivos, donde los sujetos de la acción se mueven y orien- r,n (() sc desorientan y se pierdcn) entre <futuros pasados> (Ko- , ll, ,k, 1993), <fururos perdidos> (Fluyssen,2000) y <pasados que lr,' l).rs;rr)) (Connan y Rousso, 1994) en un presentc que se tiene ,lr( .r('crcar y alejar simultáneamente de esos pasados recogidos ' rr l,s cspacios de erperiencia y de los futuros incorporados en lr¡ ¡r r,zr )rtcS dc e>rpectativas. Esos scntidos se construyen y cambian ' ,, ,, |,¡t'ir'rn y en diálogo con otros, que pueden compartir y con_ r,,'rr,u lls e>.periencias y expectativas de cada uno, individual y rr¡l,.rlnrcnte. Nuevos procesos históricos, nuevas coyltnturas y , , n,u'i()s sociales y políticos, además, no pueden dejar de pro_ I'i, r' rrrldificaciones en los marcos interpretativos para la com- ¡ ,, rr'.r,rn de la experiencia pasada y para construir erpectativas r,,r,r,r:,. Multiplicidad de tiempos, multiplicidad de sentidos, y l, ,,'¡¡,.{.¡¡¡[s transformación y cambio en actores y proccsos l-ris_ , ,, ( ) ¡, tlstas son algunas de las dimensiones de la cornplcjidad. J fl '18 Elizabeth Jelin vez más y en un tema o campo específico, la eterna tensión y el eterno dilema de la relación entre individuo y sociedad. lJn segundo eje se refiere a los contenidos, o sea, a la cuestión de qué se recuerda y qué se olvida. Vivencias personales directas, con todas las mediaciones y mecanismos de los lazos sociales, de lo manifiesto y lo latente o invisible, de lo consciente y lo inconsciente. Y también saberes, creencias, patrones de compor- tamiento, sentimientos y emociones que son transmitidos y re- cibidos en la interacción social, en los procesos de socialización, en las prácticas culturales de un grupo. Están también el cómo y'el cuándo se recuerda y se olvida. El pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente y en función de expectativas futuras. Tanto en términos de la propia dinámica individual como de la interacción social más cer- cana y de los procesos más generales o macrosociales, parecería que hay momentos o coyunturas de activación de ciertas me- morias, y otros de silencios o aun de olvidos. Hay también otras claves de activación de las memorias, ya sean de carácter expresivo o performativo, y donde los rituales y 1o mítico ocupan un lugar privilegiado. TRADICIONES INTELECTUALES, TRADICIONES DISCI PLINARIAS La memoria, en tanto <facultad psíquica con la que se recuer- da o la <capacidad, mayor o menor, para recordan (Moliner, 1998: 318) (recordar: (retener cosas en la mente>), ha intrigado desde siempre a Ia humanidad. Lo que más preocupa es no re- cordar, no retener en la memoria. En lo individual y en el plano de la interacción cotidiana, el enigma de por qué olvidamos un nombre o una cita, o la cantidad y variedad de recuerdos <inútiles> o de memorias que nos asaltan fuera de lugar o de tiempo, nos acompaña permanentemente. iNi qué hablar de los temores a la pérdida de memoria ligada a la vejez! En el plano grupal o comunitario, o aun social o nacional, los enigmas no son menos. La pregunta sobre cómo se recuerda o se olvida surge de la an- siedad y aun la angustia que genera la posibilidad del olvido. En l,De qué hablamos cuando hablamos de memorias? 19 t'l lnundo occidental contemporáneo, el orvido es temido, su pre- scncia amenaza la identidad. En una primera acepción, el eje de la pregunta está en la fa_ ( llltad psíquica, en los procesos mentales, campo propio de la ¡'sicología y la psiquiatría. Los desarrollos d. l" n.urobioiogía que rrtcntan ubicar los centros de memoria en zonas del ceñbrá y .studian los procesos químicos involucrados en la memoria se ( ()r'plementan con los abordajes de la psicología cognitiva que rrtcntan descubrir lo^s^<<senderor¡ y ,..orr".o, á. la memoria y r'l rrlvido (Schacter, 1995y 199\2. I).r su parte, el psicoanálisis se ha preguntado sobre el otro l,rtkr del misterio, centrando la atención en er papel der incons- r r(''tc en la explicación de olvidos, huecos, ,r".?o, y repeticiones r l r. cl yo consciente no puede controlar. La influencia de procero, l'\í(lricos ligados al desarrollo del yo y la noción de tiauma, a l,r r¡trc volveremos más adelante, son centrales en este camDo. \"r ,. se trata de mirar a la memoria y el olvido desde una pers- I'r'r tiva puramente cognitiva, de medir cuánto y qué se ..cre.d" rr ',t' .lvida, sino de ver los <cómo> y los <cuándó>,'y relacionarlos r r rrr l¡¡6¡e..t emocionales y aGctivos. lil c¡;ercicio de las capacidades de recordar y olvidar es singular.r ,rtl;r pcrsona tiene <sus propios recuerdos), que no puedá ser ,,rr¡slr.ridos a otros. Es esta singularidad de üs recuerdos, y la l', '',llrilidad de activar el pasado en el presente _la -.-ori" com., I,lr,,('lrtc del pasado, en palabras de Ricoeur (1999:16)_ Io que '1, lrr¡t' la identidad personal y la continuidad del sí mismo'e., ' I lrcrrr¡"1o. l's(.s procesos, bien lo sabemos, no ocurren en individuos rr,l,r,l,rs sino insertos en redes de relaciones sociales, en grüpos, ilr.rr(r.l(.|()nes y culturas. De inmediato y sin solución d.."n_ r'rrrrl,rrl, el pasaje de lo individual a lo social e interactivo se lrrlr,)n('. Quienes tienen memoria y recuerdan son seres huma_ l',,r t.jcntplo. las investigaciones experimentales en el campo de la psi_ 'l' '¡'r,r , , rllritiva indican que la memoria arrtobiográfica tiene mayor durabiliiad r'|1' ¡¡rr'r". y que es más densa cuanto más dramática es la experiencia vivida ' " r' 1" t's rcinterpretada por el sujeto en términos emocionales. [Mencio'ado ¡ .,r \\'rrrt.r y Sivan (1999:12), como parte de su resumen de las líneas principales l, lrr, ¡¡,¡1.¡;¡¡i1jn de este vasto campo de investigación.l Elizabeth Jelin nos, individuos, siempre ubicados en contextos grupales y sociales específicos. Es imposible recordar o recrear el pasado sin apelar a estos contextos. Dicho esto, la cuestión -planteada y debatida reiteradamente en los textos sobre el tema- es el peso relativo del contexto social y de lo individual en los procesos de memoria. O sea, para usar la feliz expresión de un texto reciente, cómo se conrbinart el lrcmo psychologicus y el homo sociologicus (V/inter y Sivan, 1999). áCómo pensar lo social en los procesos de memoria? Aquí es posible construir dos modelos estilizados, que reproducen los debates entre tradiciones sociológicas clásicas. La figura de Mau- rice Halbwachs ocupa el centro de esta escena, a partir de sus trabajos sobre los marcos (cadres) sociales de la memoria (obra publicada en 1925) y la memoria colectiva (obra publicada des- pués de la muerte de Halbwachs) (Halbwachs,1994;1997). Sus textos han producido muchas lecturas y relecturas, así como aná- lisis críticos (Coser, 1992; Namer, 1.994 Olick, 1998a; Ricoeur, 2000). Los puntos de debate son varios: si Halbwachs deja o no espacio para individualidades en el campo de la memoria colec- tiva, si en realidad se puede hablar de <memoria colectiva¡r o se trata de mitos y creencias colectivas, donde la memoria no tiene lugar (Hynes,1999). No es nuestra intención entrar en ese debate ni ofrecer una nueva lectura de Halbwachs. Hay un punto clave en su pen- samiento, y es la noción de marco o cuadro social. Las memorias individuales están siempre enmarcadas socialmente. Estos marcos son portadores de la representación general de la sociedad, de sus necesidades y valores. Incluyen también la visión del mundo, animada por valores, de una sociedad o grupo. Para Flalbwachs, esto significa que <sólo podemos recordar cuando es posible re- cuperar la posición de los acontecimientos pasados en los marcos de la memoria colectiva [...] El olvido se explica por la desa, parición de estos marcos o de parte de ellos [...]> (Halbwachs, 1,992: \72). Y esto implica la presencia de lo social, aun en los momentos más <individualesr. <Nunca estamos solos)) -uno no recuerda solo sino con la ayuda de los recuerdos de otros y con los códigos culturales compartidos, aun cuando las memorias per- sonales son únicas y singulares-. Esos recuerdos personales están z,t)e qué hablamos cuando hablamos de memorias? rlilnersos en narrativas colcctivas, que a menudo están reforzadas t'r¡ rituales y conmemoraciones grupales (Ricoeur, 19gg). Como( ()s marcos son históricos y cambiantes, en realidad, toda me_ rr()na es una reconstrucción más que un recuerdo. ylo que no ( D('uentra lugar o sentido en ese cuadro es material para el olvido I N;rrrrer. l()94). éSc puedc afirmar entonces la existencia de una memoria co_ l: , !iy"l Y si es así, áqué es la memoria colectiva? Algunas lecturas ,1,' llalbwachs interpretan su énfasis en lo colectivo como la afir- r¡.rt'itin de la existencia <real>, como (cosa> independiente de los rrrrlivicluos, de la memoria colectiva. Si, por e] cóntrario, se pone , I tlnfasis en la noción de <marco social> -que es la visión quer( "lrlta más productiva para nuestro objetivo- ra interpretación ' .rrrlri¿r. Apunta entonces a establecer la rnatriz grupal áentro de I r r rr;rl se ubican los recuerdbs individuales. Estos marcos -Halo-'r.r, lrs presta atención a la familia, la religión y la clase social- ' l,¡r¡ scntido a las rememoraciones individuales3. ' Mie'tras trabajo sobre este capítulo y vuelvo a leer a Halbwachs, tomo ' ¡ '|rl r('r(-i:l de que en sus reflexiones, prácticamente no habla de la relacit¡' ' , r r ( r lclnoria y sufrirniento o trauma. La memoria social e s, para é1, reforzada r" 'r l,r r)('rtcne'cia social, por el grupo. Lo individual se desdibqia en lo colectivo. I t, ¡r,rrt'r':r sirnultánea, empiezo también a leer el libro de Semprúur, La escritura " I't t'i'l't Y n*ry pronto me encuentro con Harbwachs, el individuo. Semorúrn '; I rr.r r¡rrt', cuando estaba c'el campo de Bucllenward, rogró quebrrr h disciplina lr rrr'rsiflcació'de lo <invisible, de la experiencia concentraclonaria buscando 'r' r l( rs r)crsonalizados. Y encuentra en Flalbwachs, srr pr ofesor cle la Sorbonne ¡rr, ,,1;i :rg.nizando en el campo, a alguien en quien depositar los <restosr I r r ' .,tlició' humana, visitá'dolo, hablándole, acompairando su agonía. cin- ,r' rr.r ,rir()s después, Semprún lo incorpora a su (memoria>. Se juntan aquí ir 'lrr" ¡':1¡¡1fx5, lo individual y lo colectivo, lo personalizado y la destitución I lr "'r¡tlició' humana en el campo. y reflexiona: <Era ésta [la rnuerte] la " r.r'| r'r tlc nuestra fraternidad, la clave de nuestro destir-ro, el signo cle per- ¡ '¡r' r, r'r 'r l¿r comunidad de los vivos. vivíamos juntos esta erperiencia de la !!'''| rr( (st:r compasión. N'estro ser estaba definido por eso: estar junto al rr',, rr l.r .l.crte que avanzaba [...] Todos nosotros, que íbamos a morir, había- "rriclo la fraternidad de esta rnuerte por amor a la libertad. Eso es lo t,,. ¡', r.rscñaba la mirada de Maurice Halbwachs, agonizando> (Semprún, ¡,, ',i) 21 22 Elizabeth Jelin En verdad, la propia noción de <memoria colectivo tiene se- rios problemas, en la medida en que se la entienda como algcr con entidad propia, como entidad reificada que existe por encima y separada de los individuos. Esta concepción surge de una in- terpretación durkheimiana extrema (tomar a los hechos sociales como cosa). Sin embargo, se la puede interpretar también en el sentido de memorias compartidas, sltperpuestas, producto de in- teracciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y en re- laciones de poder. Lo colectivo de las memorias es el entretejido de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, en estado de flujo constante, con alguna organización social -al-gunas voces son más potentes que otras porque cuentan con ma- yor acceso a recursos y escenarios- y con alguna estructura, dada por códigos culturales compartidos. [...] la n-remoria colectiva sólo consiste en el conjunto de huellas dejadas por los acontecimientos que han afectado al curso de la historia de los grupos implicados que tienen la capacidad de poner en escena esos re- cuerdos comunes con motivo de las fiestas, los ritos y las celebraciones públicas (Ricoeur, 1999: 19). Esta perspectiva permite tomar las memorias colectivas no sólo como datos <dados), sino también centrar la atención sobre los procesos de su construcción. Esto implica dar lugar a distintos actores sociales (inclusive a los marginados y excluidos) y a las disputas y negociaciones de sentidos del pasado en escenarios di- versos (Pollak, 1989). También permite dejar abierta a la inves- tigación empírica la existencia o no de memorias dominantes, hegemónicas, únicas u <oficiales>. Hay otra distinción importante para hacer en los procesos de memoria: lo activo y lo pasivo. Pueden existir restos y rastros almacenados, saberes reconocibles, guardados pasivamente, in- formación archivada en la mente de las personas, en registros, en archivos públicos y privados, en formatos electrónicos y en bibliotecas. Son huellas de un pasado que han llevado a algunos analistas (Nora especialmente) a hablar de una <sobreabundancia de memoria>. Pero éstos son reserworios pasivos, que deben dis- tinguirse del uso, del trabajo, de la actividad humana en relación con ellos. En el plano individual, los psicólogos cognitivisras ha- r.l)e qué hablamos cuando hablamos de memorias? 23 ¡ t'' lr distinción entre el reconocímiento (una asociación, la iden- trf it';rción de un ítem referido al pasado) y la euocación (recall, que rrrrPlica la evaluación de lo reconocido y en consecuencia r.quii.. rlc ull esfuerzo más activo por parte del sujeto), y señalan que l,r:' lrucllas mnémicas del primer tipo tienen mayor perdurabiliáad '¡rr,'las del segundo. Llevado al plano social, la existencia de ar-,lrv.s y centros de documentación, y aun el conocimiento v la r'l'r'rrración sobre el pasado, sus huellas en distintos tipos de 'r¡r)()rtes reconocidos, no garantizan su evocación. En la medida r r rrrc son activadas por el sujeto, en que son motorizadas en rr ( r()rcs orientadas a dar sentido al pasado, interpretándolo y tra- 1 r rrr l.l. al escenario del drama presente, esas evocaciones cobran ,, r¡tr';rlidad en el proceso de interacción social. []nu nota de cautela se hace necesaria aquí, para no caer enlrr ('trl()centrismo o un esencialismo etremos. Reconocer que I r', rrt'lr.rias se construyen y cobran sentido en cuaclros sociai., ' rli.r(l()s de valores y de necesidades sociales enmarcadas en vl- ,,r, 'n('s clcl mundo puede implicar, en un primer movimiento, 'l rr ¡,, ¡¡' scntada una clara y única concepción de pasado, presente r lrrrr¡¡.o. Las nociones de tiempo parecerían, en esta instancia, 'r,' (l,r' firera de ese marco social y del proceso de <encuadra- r¡rrr nt(,, cle las memorias. En un segundo movimiento, sin em_ l' ¡ ¡ ¡,, r. lr;ry que tomar en consideración _como ya lo hizo Halb_.. r, lr., que las propias nociones de tiempo y espacio son cons_r,r', r(,rcs sociales. Si bien todo proceso de construcción de mc- ¡ '|r'| 'r r.r" sc i.scribe en una representación del tiempo y del espacio,. i r'. r('¡)r'cscntaciones -y, en consecuencia, la propia noci^ón de ¡ir' ' ., ¡r;¡5;161O y qué es presente- son culturalmente variables lrr'.r¡r¡ tt';rrnente construidas. y esto incluye, por supuesto, las I r, l¡r.r', t;rtcgorías de análisis utilizadas por investigadóres y ana_ l, r r.,lr.l tt'rtra. I r¡ r'"rt' p,nto, la investigación antropológica e histórica clama i "r' lrrr.'' clr cscena, paratraer al escenario la diversidad de ma_ "'r r' '¡lr' ¡r1'¡¡s¿¡ el tiempo y, en consecuencia, de conceptualizar ! ',, rr r,,r i;r. La antropología clásica se construyó. en reaiidad, en,r,rr,l',,'rt'iír'a la historia. Era el estudio de los <pueblos sinl¡, rr ¡r r.r., Y si '. hay historia, no puede haber memoria histórica,r 1r'' i I r)r'cscntc es una permanente repetición y reproducció' Elizabeth Jelin ' , r" r( .,rrrr()r)i()s de sobrcvivientes de calnpos de c_-o'certra_, r, ,, ( l',rsst'r irri, 1992; tatnbién pollak, 19g9 y úV0¡. A sr vcz, hay viverrcias pasadas quc reaparecer de diversas lliil,.,;i;:":l:J.1'J.;;::'[Jtl,.J,,L:.:?1.;i:JJ:f ::;il:L.s act'rntecil'ient-s trarrr'átic.i conllevan griet"s ", t, ..p".iJ"d'arrativa, hucc--os cn ra rnel,oria. cronr. verenlos, es la inrp.-sibilidad dc dar selrticlo al acct'tecinticrrt , prr.dn, t. irr_,p,rriUiiii"adt'incorprrr'rrlo n¿rrativanr('ntc. c.,cxistiirrd.,.,,,,r.,'¡.l.,:rr.:,i.i. pcrsistc'te y srr nra'ifcstación en síntonras, lo que indiia l;;.-sencia de l. traur'ático. En cste nivel, er.lvido DO cs alrsenclao vacío. Es la prcsencia dc esa ausencia, la.representacrón de algoquc cstaba y ya no está, borrada, silc'c-iada . negada. Es la fotodc I{urdcra com. manifestaciír' clel vacío ,.,,.i"tt,ir., d"i;;;;,.cn las cxpcrienci:rs clíricas e' la fornra dc ause.nciar,'rirri.rrrr* y rcpeticioncs. ,.1 )e qué hablamos cuando hablamos de memorias? 29 r.rrrtes dificultades ticnen cn constituir su sentido y armar su r.u'rativa. Son las situaciones donde la reprcsiírn y la disociación . r r' títan como rrtecan i smos psíquicos que pr()v( )can i lt tcrrupci ( )ncs v lllrccc'rs traunráticcts cn la narrativa. Las rcpeticiones y dranla- t rr;lciones traunráticas son <trágicamente scllitarias,, micntras que l.rs mcrnorias narrativas son constrllcciones socialcs comunicables ,r otros (llal, 1999). En todo csto, el olvido y el silencicl ocrlpall lrr-r lugar ccntral. 'I'ocla narrativa dcl pasado inrplica una selección. La memclria es sclectiva; la llenrori:r total es imposiblc. Esto in-rplica un prirner trpo de olvido <nccesarioir para la sobrevivencia y el funciona- rrriento dcl sujeto individual y dc los grupos y comunidades. pcrcr rro hay un único tipo de olvido, sino una multrplicidad de si- tuacioncs en las cualcs se manifiestan olvidos y silencii-rs, con t'liversos (usos)) y sentidos. Ilay un prirncr tipo de olvido profur.rdo, llarnémoslo <de- flllitivo>, que rcspondc a la borr¿rdura de hcchos y procesos del pasado, producidos en cl propio dcvenir histtiricos. La paradoj.r cs quc si esta supresiítn total es exitosa, su mismo éxito intpidc su comprobaciírn. A mcnudo, sin enrbargo, pasados que parccían tilvidaclcls <definitivarncntcD reaparccen y cobran nLlcva vigencra a partir de canrbios en los fflarcos culturales y socialcs quc int- prtlsan :r rcvisar y dar nuevo scntido a huellas y rcstos, a krs quc no se lcs había dado nirrgún significado durante décadas o siglos. Las borraduras y olvidos pueden tambión ser producto de una voluntad o política dc olvido y silencicl por parte dc actorcs que claboran cstrategias para ocultar y destrr:ir prucbas y rastros, irn- pidiendo así recupcracioncs de mcmorias clr ci futuro -recor-demos la célebrc frasc cle Hirnrnler cn el .juicio dc Nurernberg, cuando declaró qtrc la <solución finalu fuc una <página gloriosa de nucstra historia, que no ha sido janrírs cscrita, y qltc jarnás 1,, t..5,,-'). En casos así, hay L1n acto político volrrntaricr dc' des- trucciín dc prucbas y hucllas, con el fin dc pronlovcr olvidos n El tcrna clel olvidt¡ sc desarrolla en protirndiclad en llicocur-, 2(XX) L.. c--:rr¿cterización quc sigue la tonr¡rnos de Ricr¡cur, 1999 (pp 103 y ss.), donde hacc rur plantco lesumido de lo desalr-ollado en el libro postcrior-. ') EIr el aito 20(X) sc dc'sarrollír cn el }{cino Unido un jtricio rcleciorr:rclo En kr cJicho hasta aho¡a lrlcmorl¿ls, Ias habituales y quc nos intcrcsan. Dcntro dc o construir los sentidos dcl portantc aqr-rí- las nheridas , sc pucden distinguir dos tipos dc t;ls narratrvas. Son las segundas las cllas, cstán las quc puede,i.-rrcontrar pasaclu y -tcrna t.spcci;rlrrrerrtc irn_OC l:l nlclD.'¡1a,, lllís qUt. las ,,¡¡¡q_lnorias hcridas> (csta írltir-na, cxpresi<in de Ricoeur, iOll¡, i". 7 La esccra i'icirl dc' l:r rir¡nt trt rd ri-¡a y cr oruido: <E' féb¡-cro de '94u, el líclcr-c.rru'ist:r l{li-rre't (}ottwald saliir al [¡arcó, de rr'pahci. b:rr¡.c. creI)r¡g¿ par¡ dirigirsc r r.s cic'tos crc r¡rilcs de pcrso':rs quc lre':rba, h prrz:rdc le (lirrdld VicJa [.. j (]cithv¿lcl cstatr¡r rodeaclt a su l¿cl..rtrl,,. ill.,,,",rris. La,icve rcvolotcrn.,',"T;t;-;"ti?l:l*;:,liH: l¿ cabcza desc--rrbir:rtr. Clc'rrrcrtrs,5iLr'lpfc t.rrr ¿tc'to, sc q'rtti s, gorro cre picresy sc'lo colocír e, re c:rbeza a (]otnvald. El cleparterrcnt. dc pr.plgar¡d¿ difulrdi(rcil cri'rtos dc rrrires dc c'jer'prares rr fbtografír dcl barcí'r de'clc'cr'q'e Gcittw:rld,c., cl gorro e'le c--abez:r y los carr:rracl:ls. sll lado, habl:r,, tr,r..i,:u, i...1(lu:rtro liros'ís t:rrder a c)e.rc,tis ro ¡c'saror crc tr;rt--itin y Io ccllgarclrr. Eldc¡rlrt:ir'e'to de propaqe'dr l. br¡rrír i'r'ccliatarnc'te dc. le rristoria y, porsrlprrcsto, clc todas Ias rirtogrlfías. L)csde e'tonces (i.ttw:rrcr est:í s.l. e' cr bar_cri' Err el sitio cr el qrre c',;taba crcrrie'tis aparccc sírlo la parccr vacía del p"l".i.r.Lo únic, cltlc'qttcclti de (llerncntis lire cl gorro cn la cabez¿ clc (i.ttw.aldr (I{.rr_dera, 1984:9).'{ay rrrrcrrrs otr()s c.s()s cre silc'cios y vacíos políticos, conrcrla fanros:i fi¡tt¡ c-n l¿ c¡Lrc lrotsky:rcorrr¡uñllrl :r Lcnin. 30 Elizabeth Jelin con la interpretación de la Shoah en un libro, en el cual una de las partes argurnentaba su delensa sobre l¿ b¿se de lJ inex¡stenciJ de una orden escntl y firmada por Hitler sobre la <solución final>. Es conocida ra cuidadosa borradura de pruebas y de huellas de la represión -incluyendo especialmente la des- trucción de documentación y la supresión de los cuerpos de los detenidos-de- saparecidos- en las dictaduras del cono Sur. En Argentina aparecen de vez en cuando testimonios de vecinos (y a'n de los propios represores) que denur.r- cian la existencia de campos de detención clandestinos que no habían sid. denunciados antes, por haber sido campos de aniquilamiento totar, lo que impli- ca la inexistencia de sobrevivientes. Estas denuncias muestran -corno es bic¡r co¡rocido por la literatura policial- que no es fácil lograr el <crimen perfecto)). Corno muestra Dostoievsky, hasta el crimen perGcto deja huellas en el asesin., ,.1)c qué hablamos cuando hablamos de memorias? ,,':rnálisis para la recuperación de memorias individuales, y tam- I'rtirr algunas nuevas corrientes de la historiografia para procesos ',, rr'iules y colectivos. Una reacción social al temor a la destrucción de huellas se rrr.urificsta en la urgencia de la conservación, de la acumulación r , ;rfchivos históricos, personales y públicos. Es la <obsesión de Lr rrrcmoria> y eL espíritu memorialista de los que hablan Nora, t irllis y Huyssen. lrstá también el olvido que Ricoeur denomina (evasivo), que r,l1r'j:r un intento de no recordar lo que puede herir. Se da es- I'r'r i;rlrnente en períodos históricos posteriores a grandes catás- trolcs sociales, masacres y genocidios, que generan entre quienes lr.rr sufrido la voluntad de no querer saber, de evadirse de los |{ ( rl('fdos para poder seguir viviendo (Semprún, 1997). Iill cste punto, la contracara del olvido es el silencio. Existen ,rlr'n('i()s impuestos por temor a la represión en regímenes dic_ rrr()r;rlcs de diverso tipo. Los silencios durante la España fran- ,lrr:,(;r, la Unión Soviética stalinista o las dictaduras latinoame_ il, 'rn.rs sc quebraron con el cambio de régimen. En estos casos, ,,'l'rt'viven recuerdos dolorosos que (esperan el momento pro_ l¡r( r() l)ura ser expresados> (Pollak, 1989: 5). Pero esos silencios ., ,l , ¡ 1' ¡¡ ¡g¡1¡rias disidentes no sólo se dan en relación a un Estacio rlrrrrunilnte, sino también en relaciones entre grupos sociales. po- ll rl .rr;rliza varios tipos de silencios de sobrevivientes de la Shoah, ,lr',rlc t¡rriencs regresan a sus lugares de origen y necesitan en_ ,,'tltl,ll' tut modus uiuendi con sus vecinos que <sobre la forma '1, ¡ r rrrscntirrliento tácito, presenciaron su deportación>, hasta los rl, ,( r()s ligados a situaciones límite en los campos, mantenidos l'lr l ( vrt:rr culpar a las víctimas (Pollak, 1989:6). También hay .,'lrrrl.rrl cie silencio, de no contar o transmitir, de guardar las I'rr, ll.r:; t''cerradas en espacios inaccesibles, para cuidar a los otros, .,,rr,, ('\l)l-csión del deseo de no herir ni transmitir sufrimientos. ll.ry otra lógica en el silencio. Para relatar sufrimientos, es ,r, ¡,,,.ut() clfcontrar del otro lado lavoluntad de escuchar (Laub, ¡'t'r'f ,. l'ollak, 1990). I{ay coyunturas políticas de transición ,,,rr() clt Chile a fines de los ochenta o en la Francia dc la t,, ' ,,rrr'r"t- en que la voluntad de reconstrucción es vivida comcr 31 selectivos a partir de la eliminación de pruebas documentales. Sin embargo, los recuerdos y memorias de protagonistas y testigos no pueden ser manipulados de la misma manera (excepto " t.rrré, de su exterminio fisico). En este sentido, toda política de con_ servación y de memoria, al seleccionar huellas para preservar, con- servar o conmemorar, tiene implícita una voluntad de olvido. Esto incluye, por supuesto, a los propios historiadores e inves_ tigadores que eligen qué contar, qué representar o qué escribir en un relato. I.o que el pasado deja son huellas, en las ruinas y marcas ma_ teriales, en las huellas <mnésicas> del sistema neurolósico hu- mano, en la dinámica psíquica de las personas, en el mundo sim- bólico. Pero esas huellas, en sí mismas, no constituyen <memoria> a menos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les dé sentido. Se plantea aquí una segunda cuestión ligada il olnido' cómo superar las dificultades y acceder a esas huellas. La tarea es entonces la de revelar, sacar a la luz 1o encubierto, (atravesar 9l qu¡o que nos separa de esas huellasr¡ (Ricoeur, 1999: 105). La dificultad no radica en que hayan quedado pocas huellas, o que el pasado haya sufrido su destrucción, sino en los impedi- mentos para acceder a sus huellas, ocasionados por los meca_ nismos de la represión, en los distintos sentidos de la palabra -<expulsar de la conciencia ideas o deseos rechazablesr, ndetene., impedir, paralizar, sujetar, cohibin- y del desplazamiento (que provoca distorsiones y transformaciones cn distintas direcciones y de diverso tipo). Tareas en las que se ha especializado el psi- 2t El¡zabeth Jelin contradictoria con mensajes ligados a los horrores del pasado 10. En el plano de las memorias individuales, el temor " ,.. i.r.orrr- prendido también lleva a silencios. Encontrar a otros con capa_ cidad de escuchar es central en er proceso de quebrar sirenci,¡s. Volveremos a este tema al hablar dei testimonio. Finalmente, está el olvido liberador, que libera de la carga del pasado para así poder mirar hacia el futuro. Es el olvido <ne_ cesario> en la vida individual. para las comunidades y grupos, el origen de este planteo esrá en Nierzsche, ar condenai tí néur. histórica y al reclamar un olvido que permita vivir, que pennita ver las cosas sin la carga pesada de la hlstoria. Esa fiebre histórica que, cono reflexiona Huyssen: Sirwiír para inventar tradiciones nacionares en Europa, para legitimar los Fstados-nación imperiales y para brindar cohcsión .,iturar "i", ,.,-ciedades e' pleno co'flicto tras la Revolución Industrial y la .rp"rr.io' colorrial (Huyssen, 2000: 26). Como lo planteó en su momento Rcnan: El olvido, e incluso diría que el error histórico son un fáctor esencial en la creació'de una nación, y de aquí que el progreso de los estudios históricrs sea frec'enrerxente .ttr p"irg.o p"., i" iacionalidad G;;;;,2000: 56). La ficbre memorialista der presente tiene otras características, y otros peligros, tema que rernite necesariamente al debate acerca de los <abusos de la memoriu, título dcl pequeño y provocador libro de Todorov (1998). Todorov,ro r. oporr. a laiecuperación dcl pasado, sino a su utilizació¡ por p".i. de diversos grupos con interescs propios. El abuso de memoria que el autor cáden" es el quc se basa en preservar una memoria nliterar,>, doncre las víctimas y los crímencs son vistos como únicos e irrepetibles. En ese caso, la erperiencia cs intransitiva, ro concruce más arlá r') (1945 orgarriza el olvido dc la deportación. Los deportados do las ideologías ya están establccidas, cuanclo la batalla por cornenzó, cuando la escena política ya está armada: están de más> citado cn Pollak, 1989: 6). retornan cuan- la mernoria ya (Namer, 1983. cDe qué hablamos cuando hablamos de memorias? tlc sí misma. Y propone, o defiende, un uso <ejemplan, donde l;r memoria de un hecho pasado es vista como una instancia de una categoría más general, o como modelo para comprender si- tuaciones nuevas, con agentes diferentes. Si hablamos de olvido, Io que se está proponiendo es el olvido (político) de lo singular y único de una erperiencia, para tornar más productiva a la me- rnoria. Retomaremos este punto en el próximo capítulo. DISCURSO Y EXPERIENCIA Volvamos a la noción central de este abordaje, la memoria comc-r operación de dar sentido al pasado. éQuiénes deben darle sentido? aQué pasado? Son individuos y grupos en interacción con otros, agentes activos que recuerdan, y a menudo intentan transmitir y aun imponer sentidos del pasado a otros. Esta caracterización debe acompañarse con un reconocimiento de la pluralidad de (otros)) y de la compleja dinámica de relación entie el sujeto y la alteridad. áQué pasado es el que va a significar o transmitir? por un lado, hay pasados autobiográficos, experiencias vividas (en carne propiu. Para quienes vivieron un evento o erperiencia, haberlo vivido puede ser un hito central de su vida y su memoria. Si se trató de un acontecimiento traumático, más que recuerdos lo que se puede vivir es un hueco, un vacío, un silencio o las huellas de ese trauma manifiestas en conductas o aun patologías actuales (y, las menos de las veces, un simple <olvido>). Están también quienes no tuvieron la <experiencia pasadar propia. Esta ñlta de experiencia los pone en una aparente orra categoría: son (otros/as>. Para este grupo, la memoria es una re- presentacíón de! pasado construida como conocímiento cufuural compartido por generaciones sucesiuas y por diuersos/as <otrosfas¡. En verdad, se trata de pensar la experiencia o la memoria en su dimensión inter- subjetiva, social. Como señala Passerinill, las memorias se en- cadenan unas a otras. Los sujetos pueden elaborar sus memorias " <[...] una memoria de ot¡a memoria, una memoria que es posible porque evoca otra mernoria. Sólo podemos recordar gracias al hecho de que alguien :t. LAS LUCHAS POLíTICAS POR LA MEMORIA l';rul Ricoeur plantea una paradoja. El pasado ya pasó, es algcr r lc-terminado, no puede ser cambiado. El futuro, por el contrario, t's abierto, incierto, indeterminado. Lo que puede cambiar es el ¡cntido de ese pasado, sujeto a reinterpretaciones ancladas en la ultencionalidad y en las expectativas hacia esc futuro'. Ese sentido tlcl pasado es un sentido activo, dado por agentes sociales que sc ubican en escenarios de confrontación y lucha frente a otras irrterpretaciones, otros sentidos, o contra olvidos y silencios. Ac- t()res y militantes (usan) el pasado, colocando en la esfera pública rlc debatc interpretaciones y sentidos del mismo. La intención cs establecer / convencer / transmitir una narrariva, que pucda llcgar a ser aceptada. La investigación del tema, entonces, no consiste cn (tratar con los hechos sociales como cosas, sino en analizar cómo los hechos sociales se tornan cosas, cómo y por qué son solidificados y do- tados de duración y estabilidadr> (Pollak, 1989: 4). Se trata de r'studiar los proccscls y actores quc irrtervienen en c.l trabajtl de construcción y formalización de las memorias. áQuiénes son I <Aunque, en efecto, los hechos son imborrables y no puede deshacerse lo que se ha hecho, ni hacer que lo qne ha st¡ccdido no suceda, cl sentido de lo que pasó, por el contrario, no está fi.1ado de rlna vez por todas. Adenlás de que los acontecirnientos del pasado prieden interpretarse de otra manera, la crrga tnoral vitrculada a la relación de dcr¡da respecto al pasado puede incre- rnentarse o rebajarse, según tengan primacía la acusación, que encierra al cul- pable en el sentimierrto doloroso de lo irreversible, o el perdón, que abre la perspectiva de la cxención de la deuda, que equivale a una conversión del propio sentido del pasado. Podemos considerar este fenónreno de la reinterpretación tallto en el plano mortl como el el del sirnple relato, como un caso dc acción retroactiva de la intencionalidad del futuro sobre la aprel-rensión del pasado> (Ricoerrr, 1999: 49). 40 Etizabeth Jet¡n esos actores? i(lon quiéncs se enfrcntan o dialogan en ese pro_ ceso? Actores sociales divers.s, con difi-'rcntes vinculacio'es conla erperiencia pasada -quienes la vivicron y qulencs la here_ daron, quienes la estudiaron y quienes la expresar.n dc divcrsas trata.de actores que luchan porcl poder, quc lcgitim"r, ,., porl.iOn en ví'c'los privilegiad.s con el pasado, .hr-"r-,do su coniinuidado su ruptura. En cstos intentcts, sin duda los allentes cstatales tienen.un papel y Lln^peso ccntral para cstablece-r y elaborar la <historia / mcmoria oficial>. Se tclrni nccesari. ccntrar ra rnirada sobre conflictos y disputas.en la interprcración y sentido dcl fa_sado, y en el proceso por cl cual algunos relatos l'g.; ;üi;;, a otros y convcrtirse cn hegem(tnicos. Lr'; iuchas políticas por la memoria 41 . .r, iírn política de la etapa de conformación de Estados nacionales, ,( ('xprcsan y cristalizan en los tcxtos de historia que se transnritcn , n le educación forrnal. Al misrno tiempo, se constituyen en los l,l:rncos para intcntos de reformas, rcvisionismos y relatos alter- rr.rtivos. Porque la narrativa nacional tiende a ser la de los ven- , ,'rlt)rcs, y habrá otros que, sca en la fr¡rma de relatos privados ,lr' Iransmisión oral o corl-lo prácticas de rcsistencia fi ente al poder, ,,f icccrán narrativas y ser-rtidos difcrentes del pasado, amenazandcr , l consenso nacional que sc pretende imponer'. Si el Estado es fucrtc, y el <policiamiento> incluye controlar l.rs ide¿rs y la libcrtad de erpresión en el espacio público, las narra- trvrs alternativas se refugian cn el mundo de las <memorias pri- vrrcl:ls>, a veccs silcnciadas aun en el ámbito dc la intimidad (por vcrgüenza o por debilidad), o se iutcgran cn prácticas de resis- tcncia más o rnenos clandcstiuas (Scott, 1992). En cstc punto, el traba¡o de los historiadorcs profesionales ()cupa un lugar central. Porque en el mundo moderno, Ias narra- tivas oficiales son cscritas por historiadores profesionales. El vín- ,'rrlo con el poder es, sin embargo, central en la intencionalidad iic la construcción de la narrativa de la naciciu. Las interpreta- t'ioncs contrapuestas y las revisiones de las narrativas históricas sc pmducen a lo largo dcl ticnrpo, cono producto de las luchas políticas, dc los cambios de sensibilidad dc ópoca y del propio ;rvAncc dc la investigación histórica. Con relaciírn a la historia de acontecirnientos contcmporáneos () ccrcanos en el tiernpo, especialmente cuatrdo estuvieron sig- nados por fuertc conflictividad social y política, la instalación de una historia oficial se torna difícil y problen'rática. Durante los pcríodos dictatoriales de estc siglo -el stalinismo, el nazistno, el franquismo, las dictaduras militarcs cn lJrasil, Clhile, Argentina o lJruguay, el stronismo cn Paraguay- el espacio público cstá rnonopolizado por un rclato político dominante, dondc <buenos, y <malosr están claramente identificados. La censura es explícita, las memorias alternativas son subterráneas, prohibidas y clandes- tinas, y sc agregan a los estragos dcl terror, el nriedo y los huecos .S,rfrr. l" relación elrtle mernona y naciótr, y el anílisis de varios casos cspccíficos, ver el nírmero espccial dc Sor¿1 Sciantc f{istory conrpilado porJ. Olick (Olick, '19981¡). LA CONFORMACION DE UNA HISTORIA NACIONAL Y UNA MEMORIA OFICIAL En los procesos de formación cler Estado -en América Latina ".1.1 l1lg" del siglo l:x,.por demplo- una de 1":; op.r^.io,r.,simbólicas ccntrales fue la clabtración del <gra' ..I"t.-,o d. l" ,"- ción. lJna versión de la historia_que, junto ion lcrs símbolos pa_ trios, monumcntos y pantcones dc héroes nacionales, pudiera si._vir como nodo central de identificación y de anclaje'de la iclen- tidad rracionel. ePara qué sirven estas memorias oficiales? Son intcntos máso menos conscientes de definir y reforzar sentimicntos clc per- tenencia, que apuntan a mantcner la cohesión social y, d.f.ii., fronteras simbólicas (pollak, I9B9: 9). Al mismo ,í.;;,;-;;r_ porcio'an los puntos de referencia para (encuadrar> las memári^ de grupos y sectorcs dentro de cada contcxlo nacional. como toda narrativa, estos relatos nacionalcs son selectivos. Construir rrn conjunto de héroes implica opacar la acción dc otros. Il.esaltar ciertr¡s rasgos como señales dc heroírrrr., i-fh., silenciar otros rasgos, espccialmente los errores y malos pasos de los que son definidos como héroes y deben "prr.... .li_"_culados> en esa historia. LJna vez establécidas esta.s narrati,r"r.r- nónicas oficiales, ligadas históricamente al proceso de centrali- Elizabeth Jelin traumáticos que generan parálisis y silencio. En estas circuns- tancias, los relatos oficiales ofrecidos por los voceros del régimen tienen pocos desafíos en la esfera pública. Por lo general, los relatos de las dictaduras dan a los militares un papel <salvador> frente a la amenaza (en el Cono Sur, en los setenta, se trataba de la amenaza del <comunismo>) y al caos crea- do por quienes intentan subvertir a la nación. En este contexto, los relatos posteriores ponen el énfasis sobre los logros pacifi- cadores (especialmente notorios en la Argentina) o sobre el pro- greso económico. Por ejemplo, las conmemoraciones del décimo aniversario del golpe de Estado en Brasil, en 1974, fueron una ocasión para poner en la esfera pública y en el sistema escolar una versión donde el éxito económico del régimen -el <milagro económico>¡ brasileño- fue el relato excluyente. No hubo men- ciones sobre el sistema político o sobre libertades públicas (Car- valho y Catela, 2002). El papel político y ético de los historiadores e intelectuales críticos es, en esos períodos, de una importancia especial 3. Las aperturas políticas, los deshielos, liberalizaciones y tran- siciones habilitan una esfera pública y en ella se pueden incor- porar narrativas y relatos hasta entonces contenidos y censurados, También se pueden generar nuevos. Esta apertura implica un es- cenario de luchas por el sentido del pasado, con una pluralidacl de actores y agentes, con demandas y reivindicaciones múltiples, El escenario político es de cambio institucional en el Estadrl y en la relación Estado-socicdad. La lucha se da, entonces, entre actores que reclaman el reconocimiento y la legitimidad de stt palabra y de sus demandas. Las memorias de quienes fueron oprt- t u[...] yr no se trata de una cuestión de decadencia de la rnemoria colectiv¡ [...], sino de la violación brutal de lo que la memoria puede todavía conservar, tlc la mentira deliberada por deformación de fuentes y archivos, de la invenciírrt -.de pasados recompuestos y míticos al servicio de los poderes de las tinieblll, Contra los militantes del olvido, los traficantes de documentos, los asesino¡ de la memoria, contra los revisores de enciclopedias y los conspiradores tlcl silencio, contra aquellos que, para retoÍrar la magnífica imagen de Kundcll, pueden borrar a un hombre de una fotografia para que nada quede de él cotl excepción del sombrero, el historiador [..-] animado por la austera pasión pcf los hechos [...] puede velar y montar guardia> (ferushalmi, 1989a:25). | ;¡s luchas políticas por la memoria rnrtkrs y marginali2¿d65 -sn el extremo, quienes fueron direc- t.uncnte afectados en su integridad física por muertes, desapa- r rt iones forzadas, torturas, exilios 1r encierr65- surgen con una ,l,rlrlc pretensión, la de dar la versión (verdadero de la historia .r |lrtir de su memoria y la de reclamar justicia. En esos mo- rrrcrrtt)s, memoria, verdad y justicia parecen confundirse y fu- ',r()n;trse, porque el sentido del pasado sobre el que se está lu- ,l¡,rrrckr es, en realidad, parte de la demanda de justicia en el ¡ 'r r'st'tttr'. S()n momentos en los que emergen públicamente relatos y r¡.r r;rtivas que estuvieron ocultos y silenciados por mucho tiempo. l'r{)v()ca gran sorpresa pública la supervivencia, a veces durante ' lr r ,rtl:rs, de memorias silenciadas en el mundo público pero con- ,' rv.r(l1rs y transmitidas en el ámbito privado (familiar o de so- , r,rl,rliclad clandestina), guardadas en la intimidad personal, <ol- ' r'l.rrlls> en un olvido <evasivou -porque pueden ser memorias ¡'r,,lrrbidas, indecibles o vergonzantes, como señala Pollak I l'tli(): 8), o enterradas en huecos y síntomas traumáticos-. Estas ' ,,\ ilntrlras de apertura muestran con toda claridad e intensidad ¡rr' l()s procesos de olvido y recuerdo no responden simple y lrn, .rl o directamente al paso del tiempo cronológicoa. | .rs itperturas políticas, por otra parte, no implican necesaria ., , , n r r :tlrnente una contraposición binaria, entre una historia ofi- , rrl () una firemoria dominante expresada por el Estado, y otra rr r r.rtrv:r de la sociedad. Son momentos, por el contrario, donde ' I rrlicntan múltiples actores sociales y políticos que van es- rril¡ rlil;ulclo relatos del pasado y, en el proceso de hacerlo, ex- t r, ..ru t.rrubién sus proycctos y ex?ectativas políticas hacia el fu- ' | ,r ¡rcrsistencia y apropiación de los iconos de la música de protesta y ! | | . , r )r rsit¡nas prohibidas por parte de jóvenes que no pudieron tener ex?e- ,¡. ,,, rr., rlrcctas en espacios públicos durante las dictaduras son ejemplo de ,, , I r r l,r irl)crtrlra española de la segunda mitad de los años setenta, adolescentes ,rrr rl, rn l,¡s cl.rciones republicanas de la Guerra Civil y voceaban las consignas I lr ' ¡rrx;r. Hn la transición argentina, losjóvenes coreaban las canciones de r, . ,,r¡ rr r(l.r (;ultante Mercedes Sosa (cuyas canciones estaban prohibidas en los ,,' '1r,,, ,lc tlifirsión pública durante la dictadura militar), como si hubieran teni- ¡ r,, ,,,nt.r(-to directo con ella desde siempre. Pollak (1989) presenta varios : , , ilrr)t)('()s de memOrias silenCiadaS. 43 Elizabeth Jetin LOS AGENTES DE LA MEMORIA Y SUS EMPRENDIMIENTOS E' un librr ya clásic. de la sociología nortearncricana, I{owardllecker propone una pcrspccti.ra que"en su morncnto revolucionóla nrancra de pcnsar cl té,r.,a dc ü desviación social, y qu., " ,rlcntender, ofrece algunos pulltos p¿rra pcnsar analógicamcrrt. l.r,carnpos de disputa 1o.b19 lnemoriis y lls actores quc inrervienenen cllos IBccker, 1971 (1963)]. Beckcr sosriene q,r.. .,, "i pr.r..r,-,de ge'erar y (e'nrarcar, cicrias conductas como desviadas, <ar-guien debc llarnar la atención der público r,".i" .rt,rr-"r.r,-r,.rr, pruvccr el irnprrls,l lccesario pr., qr. ras cosas sc hagan. y dirrgirestas e'ergías, a medida que van surgiendo, cn la d#.-ccio" ,a._cuada para qrlc se .... ,ir" rcgla...>lB..k.r, 1g71, l;1;.ill_"a ese grup(-¡ <moral ent,reprcneurs), enlpresari()s o entpl-"rrd"d.rra, rroralcs, agentes sociales que -muy a mcnudo sobrer la base descntinrientos hunlanitrrios- movilizan sus encrgías en f'ncicin de una callsa. Torno prestada csta noción d,e moral cnffcpreneur para aplicarlaal carnpo de las luchas por las rnernorias, dlndc q"r"rr.r.r. ""_presan c intentan dcfinir c'l calnpo pue.clen scr vist()s, a rncnudg,como (cmprendedores de la memoiiau8. La prcgunta dc cómo y por quó cierto tema se convierte crrun rnornento y lugar dados en ura cuestió' pública atrac ra aten-ción de analistas, dcsde quienes rrabajan ,oÉr" p,rlftli"r-fiú,i.", _-_._. _- n Prefiero cl r¡so de la palabra <crnprendcclor> a l:r cle <empresarior. Esteúltinlo tél'rnilto pucdc provocar elguna ccxrf¡sió¡, dacla Ia lsociación de la r.roció' de <e'rpresar cc¡n la idea <ic rucl'o privado. La iclca de cnrpre'decror, aq.íercgida, 'o tie'e por c1'ó estar as.ci¿rda co, cl lucro eco'ónrc. prrvado, sino qrrc pocle_ rnos LleDSar crr enr¡rrendirnicrrtos de carícter <soci¿rl> . c.lc-ctiv.. L., i,rrp,r.t.rrta en este p.'to, y q.e es algo que qtriero rescat:rr y cor)serv:lr, cs quc cl emprc'_dc'd.r sc i'v<¡l'cra persorrarnrcnte .n ,u p.oya.ro, pero trrrrbién compror'cte a otros, gcncratrdo participación y una tarea organizada dc carácter cole.tiu.,.A difere'cia dc la rr.ciór cre <rniritartes d. r. nreir,.r.,"r (utilizlda, por ejcr'plo,por llorrsso), el er'prendedor es u¡r ge'eracl-r dc proyectos, de nucvas icreasy crpresioncs, de creatividad -'rás q.e de rcpeticrones-. La 'oción ¡e,ritcta¡nbién a Ia existencia de r que p'ecl c i r' p r i car,.,..;iiL:::'ff ::lT:H: LT*:' :::f;i rt::Tilil:del trabajo bajo cl rnando de cstos ernprendedorcs. | ;r:; luchas políticas por la memoria 49 lr.rsta quienes intentan erplicar el éxito dc una película o el fiacaso ,lt'alguna iniciativa que sc creía <debía) provocar dcbate y aten- , ron. Lo que es claro es que la gestacitln dc una cuestión pública ( s un proccso que se dcsarrolla a lo largo del ticmpo, y que re- (luiere energías y perseverancia. Tienc que haber alguien qrre lo l)rornueve, quc empuja y dirige sus energías al fin deseado. Estos sorr los moral entrepreneurs de los que habla Becker, extendicndcr rrtr accpción a la esfera púrblica cn diversos temas. En el campo que nos ocupa, el de las mcmorias dc un pasadcl grolítico rcciente en un escenario conflictivo, hay una lucha entre ucmprendedores dc 1a memoriat), que pretenden el reconocimien- trr scrcial y de legitimidad política de una (su) versión o narrativa tlcl pasado. Y quc también se ocupan y preocupan por nantcncr visible y activa la atención social y política sobre su enprendi- nriento. áQuiénes son? áQué buscan? aQué los rnueve? En distintas coyunturas y momentos, los actorcs en la esccna son diversos, así como stts intereses y sus estrategias. Podría decirse que, con rclación a las dictaduras del Cono Sur, cl movimiento de derechos humanos ha sido y sigue siendo un actor privilcgiado. Su pre- scncia y accionar han sido sistemáticcts y permancntes en Ar- gentina, y con una mcnor fuerza se han manifcstado cn Clhile y Uruguay. La movilización social alrcdcdor de los derechos hu- manos ha sido significativamente ntcnor en Rrasil, especialmente a partir de la moviliz¡ción por la amnistía ert 1979. Se trata de un actor hcterogéneo, donde convivcn -¡¡'¡ 5i¡ tcnsiclncs y con- flictos- expcriencias diversas y horizontes de cxpectativas múl- tiples. llay también intcreses empresariales quc se l-t-tuevr:n por una mezcla dc criterios, donde lo lucrativo y 1o moral pucden combinarse de maneras diversase. Las frrcrzas de la derecha po- lítica (la Fundación Pinochet en Chile es posiblemente el caso ') Claudia Feld arraliza la televisión argentitra y la <espcctacularizacióru de las memorias de la dictadura. Cuando en 1998 l:r televisiírn abierta proyectó Llll programa especial sobre la Escuela dc Mecánica de la Arniada (principal centro de detención clandestina durante la dictadura militar) conducido por la conocida periodista y ex miembro de la c:oNnlxl', Magdalena Ruiz Guiñazír, los diarios informaron del evento con el título: <La memoria [el juicio a los ex conrandantes] tiene ratiryg (Feld,2002). | ¡r¡ luchas oolíicas por la memor¡a 51 l, 1,.r, ,-.e,c.nal. aplicada por un juez anónimo y puesta en acto por a la persona del ofensor así como la ofbnsa [...]l,r l\()n:ts qLre igl'l.,tdil^' I I,,.t.o,,u.'ié q* 31-32)' S.bre la fi.se del.análisis de la rememoración de las situaciones ,1, ¡i,,.:Á fn el siglo >o< (principalmente en Europa),'Winter y,,,",,, lLqqél prlantean que la rememoración es una negociación ,, ,,iiidl¿U. ^ rtt l^ que el Estado está siempre presente, pero no ,,,,,,r..i*.nte es el único actor ni es omnipotente. Grupos so- , , ,1,,, l;;;;;os pueden estar participando, con estrategias conver- ¡,,:,,r,., o ,ort uti^t a las políticas de Estado. Son voces diversas,',f,,;,,,,,r-;;; 'ltas que otras -por estar más lejos del micrófono, , ',, ,fr,,,."n, ara: ? por falta de legitimidad moral frente a otros-.'rrr,,,.rir^" ,"rpién que los propósitos manifiestos de un grupo ,¡,,, ,.,'ra*ofu lO necesariamente coinciden con las consecuen- ,',,,., ;k. ,rr, ,aai"ttes. Puede haber actores con propósitos per- ,,,,,i..* (r"rotd^t la muerte en acción de un hijo, por ejemplo) ,¡,,,. i...r,r-rlrr"n teniendo consecuencias inesperadas sobre el pro- ,',,,,, ,f.. ...rr¡do público y social. También, agrego yo, puede 1,,1,,, ,,r,r-.ntot en que lo que se produce en el mundo público , , ,,, ,,, ,..r.t*ralót.de memorla) con un efecto de congelamiento ,, ,,1, i,,,),i'.ontrarios a lo esperadol0. ^t( iTJNAS MAFCAS DE LA MEMORIA:CONMEMORACIONES Y I IJ( iARES ¡ | | r t^< (emprendedores de la memoria> es central en| | ¡,,¡¡¡, ' Cle lu",t, ,i,,,.i,,,i.^ de los conflictos alrededor de la memoria pública. r , , ,,, i,,r., a rútl para explorar los conflictos de la memoria con- , ,, lr, ,,,r"trzal-' la.dinámica social en las fechas, los aniversarios , t,.. ,,,,,,'r.apraciones. Algunas fechas tienen significados muy ,,, l,¡¡ l.r i'troduc.iótt a su libro, Ernst van Alphen relata, en tono auto- tr.,¡,¡ ¡l¡¡,,. Lr usarÉrzción> de memoria del nazismo que rodeó su infancia y ,,,,,,, ,,,.,,,1i,, c' l{olanda, en los años sesenta y setenta, y la reacción de ale- ¡r¡rf , rlr( ) y ;rr¡t ¡ectaazo que esto provocó en él y en su generación (Van Alphen' | ¡,, 'l emblemático) y grupos políticos diversos también pueden jugar un papel. El debate académico y el mundo artístico ofrecen tam- bién canales de expresión a partir de marcos interpretativos y oportunidades performáticas novedosas. No cabe duda del protagonismo privilegiado de un grupo es_ pecial, el de las víctimas o afectados directos. En Francia podrán ser ex deportados o ex resistentes, podrán ser grupos de veieranos de guerras (de Vietnam o de Malvinas) o sobrevivientes de ma- sacres. Sus frentes de demandas y de luchas varían. pueden in_ tentar influir y cambiar el sentido y el contenido de ra <historia oficial> o dominante sobre un período con el fin de eliminar dis- torsiones históricas o hacer públicos y legítimos los relatos que habían estado en las <catacumbas>, ocultos, censurados y silán- ciados. Pueden buscar reivindicaciones y reparaciones materiales, centrados en su lugar de víctimas de daños que el Estado debe reconocer y frente a las cuales debe asumir su responsabilidad. Pueden buscar comunidades de pertenencia y conlención per- sonal en grupos de pares. Pueden elaborar rituales, participai en conmemoraciones, reclamar marcas simbólicas de reconocimien- to en memoriales, monumentos, o museos. En realidad, en el planteo de la acción de los <emprendedores de la memoriu está implícito el uso político y priblico que se hace de la memoria. Y aquí cabe distinguir, siguiendo a Toáoro,r, entre usos <buenos> y <malos> de la memoria. lJn grupo humano puede recordar un acontecimiento de manera literal o de manera ejemplar. En el primer caso, se preserva un caso único, intrans- ferible, que no conduce a nada más allá de sí mismo. O, sin negar la singularidad, se puede traducir la experiencia en deman- das más generalizadas. A partir de la analogíay la generalización, el recuerdo se convierte en un ejemplo que permiie aprendizajes y el pasado se convierte en un principio de acción pr., él pr.r..rt., El uso literal, que torna al acontecimiento pasado en indispensable, su- pone someter el pasado al presente. El uso ejemplar, en cambio, permite usar el pasado en vistas del presente, usar las lecciones de las injusticias vividas para combatir las presentes [...] El uso común tiende a áesignar con dos términos distintos que son, para la memoria literal, la p.l"br* memoria, y para la memoria ejemplar, justicia. La justicia ur.i d" lit generalización de la oGnsa particular, y es por ello que se encarna cr¡ Elizabeth Jelin Elizabeth Jelin I r'. luchas políticas por la memoria ,rr, 'r'i:ls personales de la represión- proclucen una diníImica par- r( ulur en la circrtlaciótr social de las mcmorias. Por cjctnpkr, r lo largo der los años, krs 24 dc tnarzo han sido conmemorados ,1, clistintas mancras cn Argcntina (Lorenz, 2002). I)urante la , lrr t¡dura, 1o único que aparccía en esa fecha en el esp:rcio pírblicc'r r r.l lllr <Mensaje al pueblo argentino) en que las fuerzas arlrradas ,l.rb¿n srl versií)n de lo que habían hecho, enfatizando srr papcl ',.rlvador de la nación amcnazada por un enen-rigo, la usubver- ,r,in>. Dada la represiírn, no había actividades o relatos alter- rr.rtivos, excepto fuera del país, entre exiliados y en el nrovi- nriento solidarit'r. Apartir de la derrota en la gllerra de Malvinas ( 1982) las conmcnloraciones oficiales pcrdicron su vigcncia, e rnclusive el ílltimo año antes de la transición (19U3) no hubcr ,,Mensa¡e>r. Las organizacioncs dc dcrechos httmanos claborarou una ver- siírn antagónica dc 1<¡ ocurrido cl 24 dc rnarzo dc 1,976, y fueron (lrlicncs ocuparon la cscena pública dc la contncmoración a partir tlc la transición. El Estado cstuvo allscntc dc las mismas durante rrruchos años, hasta mediadcls dc los novcntall. Las nrarchas y .rctividades confirerrorativas han ido carnbiando, tanto en la con- flguración y orden de quicncs marchan como en las presencias y ausencias. Los primeros años de la década de los noventa fueron cle escasa actividad, para reactivarse a plrtir de 1995, en los pre- parativos dcl 20 anivcrsario y en los años postcriores. Nucvos :lctorcs juvcnilcs, nucvas formas dc crprcsión y dc participaciírn (la agrupaciírn utl{rs, las rnurgas) marcan las transformaciones dc la fecha. Este breve y resulrido rclato sirve para rnostrar quc cn la Ar- gentina la conmcmoración del 24 de marzo en 1¿r esfera pública no es Lllr espacio de confrontaci(rn manificsta y conflicto abicrtcr cntre versiones radicalmente diferentes del pasado. lJnos l-rabla- ban y otros callaban cn Lln período, y al cambiar el contexto po- lítico, cambian los actorcs. qtte siguctr sin enfrentarse abierta- rr El 23 dc marzo dc 19f14, un clía antes del ¡nivers:rrio del golpe, el pre- sidente Allbnsín dirigió un rncnsljc u la ¡raciírn con motivo de los 100 días de su gobierno. El discurst¡, publicado el 2'1 dc rnarzo dc 1984 en todos los diarios, uo h:rce rrirrgunl ali-rsión:rl anivers¡rio del golpe (Lorenz,2002). anrplros y generalizados en una sociedad, como el 11 de s,.._ tiembre er Chile ct el24 de marzo en Arge'tira. Otras ;".J;ser significativas en un nivcl regionar o liar. Finalmcnti,-'.rtra, pucdcn tener scntido cn er plano más pcrs.nal . privad.: ál "ni-versario de una desaparición, la fécha de cumpleañ.s de algure' quc ya no está. En la mcdida en qllc lray difcrcntes intcrpretacittncs sociales del pasado, las fechas de conmemoración p.ibtl." cstán suletas a c.nflickrs y dcbates. áeué Gcha ..r,r-.,r,lrr"r? O mej.r di'ch., áq'ién quiere connlcl'orar qué? pocas vcccs hry..rrr..lrr.r social sobre est.. El 11 de septiembre en chirc es crararncnte u'¿r fecha conflictiva. El misrno acontecirnic¡1lo _sl golpe militar_ es rc_ cordado y conmeÍnorado de difcrentcs rraneras por izquierda yrlcrccha, p.r cl bando 'rilitar y por el movirnicnto dc derech.shuman.s. Además, el scntido crc- ras fechas canrbia a r. largo clel tiernpo, ¿r n-rcdida quc las diferentes visiones cristalizan y ,. irrr_ titncionalizan, y a medida que nuevas generacione, y rr.r.r.r, "._tcrrcs les confieren nucvos senridos (felin, cd.,2002). . Las féchas y l.s anivcrsari's s.' coyuntllras de activaciór de la rnernoria. La csfcra pública ", .r.rrp"á" por la co'nrern.raci(rn,con manifestaci.nes cxplícitas compartrclas y con cor-rfrorr,..i,r- nes. En tórminos personales y dc la subjetiviclad, son rnomcntc)s :t] 9". cl traba¡o dc la mcrnoria e, "ráuo para todos, para losdistintos b:rndos, para,viejos y jiivcncs, con experrencias vividas n'ruy diversas. L.s hccho. ,e re..deran, se dcs.x.renan esq'emas cxistcntes, aparcccn las voces dc nucvas y vicjas g"rr"...u.,i.., lrr.pregllntan' relatan, crea'espacicls i'tersub.l-"iiu,-rr, c()nrp¿rtcn Jla- ves dc '¡ vividr, lo escuc'ado o lo ornitido. Son hitos o lrlarcas, ocasiones cuando las claves de ro q'e cstá ocurrlendo e'la sub-jetividad y en el plan. sirnbírlic. sc tornan más visibles, c'andcr las mernorias de diGrentes actorcs sociales sc actualizan y se vucl- vcn (presente). Aun en csos momenkrs, sin embargo, no todos colxpartctl las mismas memorias. Además de las diicrcncias ideorógiás en-tre los oponentcs en cl momentc¡ del conflict. p"líti.;; ;;. sus suces()rcs. las dift'rt'ncias clltrc c.lr,rtcs -(,ntrc quicncs vi-vieron la represitln o la guerra en diGrcntes etapas de sus vidas pcrsonales, entre ellos y los rnuy jóvenes que no tlenen nte_ 58 Elizabeth Je¡rn forrna'uestro mundo de la pos posgrlerra. para lograrro, l.s memoriales e. los campos debe' conrnemorar tarlto cl rol s.viótico en la liberació' de los aliados com() rcc()nocer qrrc al¡¡utros alernaucs rrruricrorr irrjus- tarxcrte cn los <campos especialesr. El legado persistcnte de los camios, sin ernbargo, dcbe scrvir corncl alerta contra todas las formas del terrcrr pcrlítico y del odio racial (Koonz , 1994:275). | ,r.; luchas pol¡ticas por la memorla l-a memoria literal, por otro lado, queda encerrada en sí mis- ,r r:r. Todo cl trabalo de memoria se sitúa en la contigüidad directa. | .rs búsquedas y el trabajo de memoria serwirán para identificar r r,rdas las pcrsonas quc tuvicr()n que v('r con el sufrimiento ini- , r;rl, para relevar en detalle lo acontecido, para entender causas \' ('();secuencias del acontecimiento, para profundizar en é1. Pero n() para guiar comportamientos futuros en otros campos de la r rcla, porque los recuerdos literales son inconmensurables, y está ,,,'clada |a transmisión hacia otras ex?eriencias. El uso literal, dirá l'oclorov, <hace del acontecimiento pasado algo insupcrable' y a Iur de cuentas somete el presente al pasadorr (Todorov, 1998:31). Los usos qu<: se hacen de la memoria corresponden a estas ,los modalidades. En el caso literal, la memoria cs un fin en sí rrrismo, en oposición a lo que pide Koonz. La acción se explica v Justifica como <deber de memoria>, y hay un mandato moral tlc perpetuación del recuerdo contra toda forma de olvido. Rclusso ,. qu.3" de estos <militantes de la memoriu, cuya acción tcndrá t'fi-'ctos diferentes según el contexto más amplio que los recibe ¡nás abiertamente o se niega a escucharl('. La noción de <em- prendedor de la memoriar, que planteamos más arriba, implica trna elaboración de la memoria en función de un proyecto o em- prcndimiento, que puede significar la posibilidad de un pasaje lracia una mcmoria <ejemplan. El problema público y social que acompaña a estas dos ptls- turas refiere, de manera directa, a la confclrmación de la comu- rridad política y a las reglas que la rigen. Y aquí podemos in- troducir el guaraní. En guaraní hay dos vocablos para el?resar la idca de (nosotrosr¡. uno ore- marca la frontera entre quienes hablan y su comunidad y el (otro)), cl que escucha u observa, que qucda claramente excluido. El otro -ñatde- es un nosotros incluyente, que invita al interlocutor a ser parte de la misma co- n-runidad. Voy a sugerir que las dos formas de memoria' y sus r(' Rousso señala que el problema no es la rnilitancia en sí, sino el peligro de que para el rnilitante, el fl¡ justifica lc¡s medios, y los militantcs (aceptall a veccs me¡tir sobre la historia, muchas veces intencionadatneute, para sal- vaguardlr una idea pure y sintple del pasado, con ubuenos, y <malosr bicn iden- tiflcados, fue ra de toda la complejidad de los comportamientos huntanos> (lious- so. en Feld. 2000: 37) USOS Y ABUSOS DE LA MEMORIA, LA PROPIEDAD Y LOS SENTIDOS DEL "NOSOTROS" volvamos a Todorov por un momento, cuando establecc la drs- tinció' cntrc recuperar un pasado o sus hucllas frente a intentos de borrarlos, y cl uso que se hace de ese pasado recuperado, o sea, cl ro1_ que el pasado tiene y debe tcnér en el prescnte. Én la esfera de la vida pública, no todos los recuerdo, d"l pasado son igualmente admirables. Puede haber gestos de revanclea y de vcnganza, o expericncias de aprendizaje. i l" pr.g,r,rta siguien_ te es, sir duda, si hay mancras de disting'ir de irternano los <buenos> y los <malos) usos del pasado (Todorov, 199g: 30). Como ya se ha dicho, Todorov propore la distinción entre rnernoria <literal> y menroria <ejcmplarr como pullto cie arranque para avanzar en cl tema. Y la frase final del tex-to de Koonz es un buen cas. de esta disti'cirin. cuando ella pide que el legado de los carnpos sirva <como alerta contra todas las fbrrn", del tircrr político y del odio racial> está exhortando a un uso univcrsalizador de la mcmoria dc los rnúltiples horrores de los campos, en con_ traste con quienes se quieren apropiar de u'o solo de esos horro- res -cl de los horrores nazis contra judíos, gitanos o comunistas, o los horrores soviótic.s contra alcmanes-lo cual llevaría a una p.lítica de glorificación dc unos y la infa'ria de otros, ar mismo tiempo que traería la ide'tificación de <víctimas privilcgiadas>. l: trata de una apelación a la mcmoria <cjempla.r. Ert" f,ostura irnplica u'a doble tarea. Por un lado, supérar- el doror causado por el recuerdo y lograr marginalizarlo para que no invada la vida: por el orro -y aquí salimos dcl ámbit. personal y privaclrpara pasar a la esfera pública- aprender dc é1, derivar del pasado las lecciones quc puedatr .,rt'r,r.rii.rc en principios de "cción p"ra cl presente. Elizabeth Jelin l.f ;luchas políticas por la memoria t,'i áO hay lugar para ampliar esc nos()tros, en ulla operaclÓn ¡,,r1 la cual conrienzan a funcionar nlccanislnos de incorpt)ración l,riítirna -qob¡s la base del diálogo horizontal nás quc de la r,lt'ntificacitin vcrtical, terna sobre el cual volverclnos al hablar ,lr' tcstimonios- dc (nos)otros? áSe trata de utr ore o un ñande? l'or-<ltro lado, está el tema plauteado por Todorov, es dccir, ácn ,1rró nredida la ntetnt¡ria sirve para ampliar el horizonte dc ex- ¡,eriencias y cr?ectativas, o se restringc al acclntecin-riento? AquÍ , l terna de la memttri¿r entra a jugar en otro escenario, cl de la ¡rrsticia y las institucittnes. Porque cuandtl se platrtea Ia gencra- lrzaciírn y universaliztción, la tnemoria y la justicia confluyen, t rr oposición al olvido intencional (ferushalmi, 1989a y 1989b). Una hipótcsis prcliminar, que debcrá ser objeto de iuvesti- r¡.rción futura, relaciona ltls esccnarios de la lucha por la metnoria r-on la acción cstatal. Cr-rando el Estado no dcsarrolla canalcs it.ls- titucionalizados oficialcs y legítimos qlte recorloccn abicrtamcnte Ios acotrtecimientos de violettcia de Estadcl y reprcsión pasados' l:r lucha sobre la verdad y sclbre las mctnclrias apropiadas sc de- sarrolla en la arena sc'lcictal. Etr ese cscenaricl, hay voces cuya lc- sitimidad es pocas vcces cllcstionada: cl discurso de las víctinras clirectas y stts paricntes tnás ccrcanos. En ausencia de parámetros cic legitimación sociopolítica basados cn criteritls éticcls gcuerales (la lcgitimidad dcl Estado de derecho) y dc la tradrrcción o trasladtr dc la mcmoria a la justicia institucional, hay dispr-rtas perlnanentcs acerca de quién puedc promover o reclanrar quó, acerca de qr-rién puede hablar y en nombrc de quién. La cuestión dc la atttoridad de la memoria y 1:r vlntxn pucde ilegar a tcner una dirnensiírn aítn más inquietante. Existc el pe- ligro (cspecular en relaciírn con el biologismo racista) dc anclar la legitirnidad de quienes cxprcsan la vstrlxtl en una visión escn- cializadora de la biología y del cucrpo. El sr-rfrirnienttl perstual (cspecillnrt'rlte cuando st'viviti cn (cArn('' propia o a partir de vínculos de parcntesco sanguíneo) puedc llegar a convertirse para rnuchos en el dctertninante básico dc la legitimidad y de la verdad. Paradójicar-r.cnte, si la legitirttidad social para ex?resar la memoria colectiva cs socialmentc asignada a aqucllos quc tuvieron una ex- pcriencia personal de sufrinticnto corporal, csta autoridad sim- bólica pnede fíciln-rcnte dcslizarsc (conscientc o inconsciente- 61 dos us.s, corresponden a estas dos nocic¡'cs dc <nos.tros> o de comunidad -urla inclusiva, la otra excluyentelT. Tant. e' las connrclnoraci()rres c()'lo el1 el cstablccimiento de los lugares de la memoria hay ura lucha política cuyos ad- vcrsarios principalcs son las fucrzas sociales que demand"n ,ro.- cas. dc 'remoria y quienes pide' la b.rraduri de la rnarca, s.bre la base de ura versicin dcl pasado que minimiza o elimina el sentido de lo que los otrrs quierc' rclncrrorar. Tarnbió' rray c.nfio'taciones acerca de las forr'as o mcdios <apropiados, de rememorar, así comcl en la determinacicin de qué actores ticnen legitimidad para actllar, cs decir, quiónes ticnen el pocler (sim_ bólico) de decidir cuál deberá scr el contenido cle i" ,r"rr,r.,". Est.s conflict.s pueden resumirsc en el tem¿r de ra propiedad o la aprt'piación dc la mcrnoria. En un nivel, hay una crnfrontación acerca de las fbrrnas aDr()- piadas y no apropiadas de expresar la mernoria. ZExistcn .rtárr_ dares para juzgar las remern,',r¿ci.res y los nremoriales? pero, y csto es lo más irnportantc, áquió' es la autoridad que va a dccidir cuáles son las formas <apropiadasr¡ de rec.rdar? iQ'iénes encar- nan la ucrdddara rnem.ria? iEs co'diciírr nccesaria haber sido vic- tima dirccta de la represiírn? ipueden quicnes n. vivier'' e' carnc propia Llna cxperiencia person:rl de reprcsiiir-r participar del proccso histírrico dc construccirin dc Llna memoria colectiva? La pr.pia definición de quó es <vivir en carne prrpiu , scr ,rvíctima directa¡i es tarnbién partc dcl proceso histciric. de construcció' social del sentido. Nadie duda dcl dolor dc la víctima, ni de su dercch. a re- cuperar las verdades dc lo ocurrido. Tampoco está cn discusi<i' el papel protagírnic. (en tórminos histtiric.s) que e' difercntcs casos tuvieron las <víctimas dircctas> y sus familiares corno voccs iniciales cn los cmprendimientos de las mernorias. El tema, más bien,_ cs otro, y cs doblc. por un lado, áquién es el <nosotros> con legitirnidad para rec.rdar? iEs un no.sotros excluye'te, cn el quc sólo pueden participar quicnes <vivieronri el aconiccimierr_ __._- '' FIc apre'did. esta distirrciti'de Linc Barciro, colcga paraguaya co'quien cornpartinros inqrrietr-rdes y preocupaciofrcs clr cstos tcrnas. Los vocablos err g'araní'o está'acentuados, ya qrlc en esa le'g'a to<la palabra quc terr'ina cn vocal es aguda. La pronunciación es <orér v <ira¡rclér. 62 mente) a un reclamo monopólico del sentido y del contenido de la memoria y de la vcrdadls. El nosotros reconocido es, en_ tonces, cxcluyente e intransferible. Además, en aquellas situacio- nes en que prevalece el silcncio y la ausencia de espacios sociales de circulación de la memoria (mecanismo, n.."r".io, para la ela- boración de las experiencias traumáticas) las víctimas püeden ,re._ se aisladas y encerradas en una rcpericiórr ritualizacla ie su d.,r,,r, sin clab.ración social. En el extremo, este poder puede llegar a obstruir los mecanismos de arnpliación del -compr.miso soáal con la memoria, al no dejar lugar para la reinterprctación y la rcsignificacisn -sn sus propios rérminos- dcl ientido de las experiencias transmitidas. Hay aquí un doble peligro histórico: el olvido y el vacío ins_ titucional por un lado, que convierte a las memorias en memorias literales de propicdad intransferible e i'compartibre. Se obruran así las posibilidades de incorporación de nuevos suieros. y la fi- jación de los <n-rilitantes de la memoria> en el aclntecimier-rto específico del pasado, que obrura la posibilidad de creación de nuevos sentidos. Elegir hablar dc <emprendedores>r de la memoria agrega aquí un clemento de optimismo. porquc los emprende_ dores saben muy bien que su éxito depende ie ureproducciones ampliadasr y de aperturas de nuevos proyectcts y nucvos espacios. Y allí rcside la posibilidad de un ñande y dc la acción de la memoria eJemplar. Elizabeth Jelin Iñ Los símbolos del strfrirniento personal tiende' a cstar corporeizados en las r'ujeres -las Madres y las Abuelas en el caso de Argentina- mientras que los mecanismos instituciorrales parecen pertenecer más a nrenudo al mundo de los hombres. El significado de esta dimensión de género del te'-ra y ias dificultades de quebrar los estereotipos de género en relación co' los ....r.r.r, del poder requieren, sin duda, mucha rnás atención analítica. La investigación futura también deberá estudiar el impacto que la imagen prcvarccient."-.r, el r'ovir'iento de derechos huma'os y e. la sociedad en su conjunto- de denrandas de uerdad basadas e' el sufrimiento y de las imágenes de la familia y los ví'culos de parentesco (Filc, 1997) tienen en el proceso de construcción de una cultura dc la ciudadanía y la igrraldad, ternas a los que también alude Catela (2001). 4. HISTORIA Y MEMORIA SOCIAL l.¡ relación entre la historia y la nemoria es, hoy en día, una l,rcocupación central en el campo académico de las ciencias so- t iales. El debate y la reflexión son más extensos e intensos cn l:r propia disciplina de la historia, especialmente entre aquellos (lue reconocen qu<: el quehacer de los/as historiadores/as no es sn-r-rple y solamente la <reconstrucción) de lo que <realmente> ,rcurrió, sino que incorporan la complejidad en su tarea. lJna ¡rrimera complclidad surge del reconocimiento de que lo que <realmente ocurriór incluye dimensiones subjetivas de los agentes s,,cialcs. e incluye pr()cesos interprctativos. construcción y selec- t i,in de ,,datosu y clección de estrategias Ilarrativas por parte de l,,s/as invcstigadores/as I. La reflexión sobre la temporalidad, sobre el pasado y los pro- cesos de cambio social está presente tambión en otros campos' clesde la filosofía hasta la etnografia. Hay, cn este punto, trcs ma- rreras de pensar las posibles relaciones: en primer lugar, la me- rnoria como recurso para la invcstigación, en el proceso de ob- tcner y construir r<datosn sobre el pasado; en segundo lugar, el papel que la investigación histórica puede tcner para <corregirr memorias equivocadas o falsas; finalmente, la memoria como ob- ieto de estudio o de investisación. I No es el objetivo de este capítulo una revisión exhaustiva de la bibliografla sobre el tema. La relación historia-nretnoria está ltoy en día en el ccntro dc los debates dentro del carnpo disciplinario de la historia, a partir de los trabajos de Nora (Nora, 1984-1992. Ver tanrbién LaCapra, 1998). 68 Etizabeth Jelin CATÁSTROFE SOCIAL, MEMoRIA HISTÓRICA Y TRAUMA I lr1;toria y memoria social L:r relaciítn cntre acontccilniclltos trattnláticos, silencicls y lrrrccc:rs, y los proccsos tclltporales posterio¡c5 -do1lcle la actlla- lrzucirin dcl pasado en cl prcscnte, así como los sentid()s y rc- nrcrnoraciones dcl pasado, cobratr centralidad- ha sido oblctt'r ,lc nrlrnerosos trabajos, tanto en 1o referido al platlo individual ( ()nlo a sus lnanif.lstacitlnes sociales y colectivas. l)cbernos rei- r('l-:lr cn estc pullto una paradclja dc la nrcnloria, ya itrsinuada , rr cl c:rpítttlo 1: la:rctltaciítn del trautna, que casi siempre inlplica rt'¡teticiotrcs dc sítrttxras, retornos dc lo reprirnido o reitcraciclnes ntualizadas, sirve a nrenudo conro atlcla.le de identidad. Se gcnera ('lrtolrces una fijación cn esc pasado y ell csa idcntid¿rd, que in- ,luyc utr tc[i()r a la claboración y al canrbio, ya qlle esto sig- rrificaría ttna especic de traicit'ttr a la nremoria de lo octrrrido y Itr pasado. Elaborar lo traunático (working throu.qh) irnphca poncr rrrra distancia entre cl pasado y cl presente, de tnodo que se pueda lccordar que algo octtrriít, pero al rrlisnlo tietn¡-ro rccottoccr la vida prescnte y los proyectos futuros. En la men'roria, a diferencir tlc la rcpetición traumática, el pasaclo no invadc el preset'rtc sitlo truc 1o informa. HISTORIZAR LA MEMORIA [-os canrbios cn csceltarios políticos, la entrada dc nuevos actores socialcs y las nrudanzas cn las sensibilidades socialcs irlevitable- rrrente implican transfirrmaciones de los scntidos del pasado. Los cjemplos de estas nrudanzas son rnúltiples. No sc trata nccesa- rianrelrtc de ejercicitts negacionistas (que tambión existcn, sin du- da), sino de la selección y el ónfasis etr ciertas dirnensicnrcs tr ¿rspcctos del pasado quc distintos actores rescatan y privilegian, y de los cat-nbiantcs invcstimicntos enrtlcionales y afectivos qtle csto implica. La construcciírn dc tnemorias sobre el pasado se convicrte entonces cn ul'l ttbleto de estudio dc la propia historia, el cstudic'r histririco dc las memorias, quc llanla ctrtorlccs :r <his- tc>rizar la mcmoria>. I-a significación dc ltts acol'ltccirnientos del pasado no sc cs- tablece dc una vez para sicmpre, para mantencrse c()llstal)tc c cluando se toma a la rncnloria colr-ro.bjet. de cstudio, la rclaciti' cntrc lrelnoria e historia cobra otro sentido, cspecialrrrclrter crlan- clo sc incorpora la dinrcnsión de l() traLunático. Los acontecimicrr- tos traLlnráticcls son aqr-rcllos que por su intensidad gencran er-r cl srqeto una incapacidad de rcspondcr, provocando tr¿lstorllos diversos cr str fu'cioramiento s,cirl. cor'o seírala Kaufm:r., cn cl rnorncnto del hecho, por la intcnsidacl y el inrpacto sorpresivo, llgo sc despre.cle del rn.'cl. si'rbírlic., c1'ccla sin ..pr"r",,t.,-ií.,,r, y, a partir de csc nromcnto, no será viviclo conr() pcrtenccientc al sujcto, qucdrrá ljcn. a c<1. Será clificil o irnp.siblc hablar der lo prdccidci, rrcr se intcgrar'á :r la expcriencia y sus efcct.s pasarrin :r otros espacios quc el sujcto no puccle donlilur. La ñrerzr clel acontecirnient. pioduce i.,rt colapso de la cornprcnsitin, la instalaciílr dc ult v.rcí,r o rgutcr() cn ll capacidad dc explicel lo ocurriclo (Kaufirran, 1998:7). El evento tr:rumático es rcprirnido o ncgado, y sólo se rcgistra tardíamcntc, desp'és de pasado algír' ticrnpo, con rnanifcsáci.- nes dc diversos síntomas. Nucvamentc, en estc c:tso c<trl rcfc- rcncia a procesos individuales c intersrrlrjetivos, nos crlcr)lrtr¿mos con cvidcncias de clue la tenrporalidad de krs fc'nilnenos sociales no cs lincal o cronolírgica, sino quc prcscr)te grictes, lul)trlr:¡s, clr r-rrl rc-vivir qLre no se opaca o dilrryc con el simplc paso dcl trcrnpo (C)aruth, 1 995). En los distirt.s lugarcs donde sc viviercln gllcrras, conÍlictos políticos violcntos, genocidios y pr()ccsos rcprcsivos -sitnacionestípicas dc catástrofes socialcs y dc acontecin'rientos traulráticos nrrsivos- los proccsos de cxpresar y haccr públicas l¿rs inter- pretactones y scntidos dc esos pas:rclos son dinánticos, no estátr fijados de una vez para siempre. Van cambiando a kr largo del ticmpc'r, segírn una lógica compleja que cornbina la tcr-nporalidad dc la ma'ifcstaciíur y elaboración del traurna (irrupcioncs co'ro síntclrnas o corn() <superaciírn)), collro silcncios o como olvidos recuperados), las cstratcgias políticas explícitas de diversos actorcs, y las cucstioncs, prcguntas y diálogos quc son introducidos en el cspacio social por las nucvas gencraciones, adernás de los <cli- mas de época>. T 70 Elizabeth Jetin in'rutable. Tampoc. existe Llna linealidad clara y directa entre la relcvancia de u' aco'tccimiento y el paso del tiemp. crono- lógico, en el sentido dc que a medida quc pasa el tiempo el acon_ tecirnicnto va cayendo cn el olvido histórico, para scr reemplazado por otros eventos más cercanos. La dinámica histórica de la rne- tnoria, entonccs, rcquicre scr pr.blematizada y erstudiada. La ubi- cación social de los divers.s actores y sus sensibilidadcs, la con- fc¡rmación del csce'ario polític. en el que cstán i'scrtos, y ias luchas de sentid. en las que cstán embarcados, s.n algunos dc los clementos que ayudan a cxplicar cst.s camhios de scntido. Est. cs explícitamente un ob¡ctivo cn los trabajos de FI. Iloussr¡ sobrc la mcm.ria dc vichy en Fra'cia c' los qllc mucstra cíuro, con el paso del ticmpo, distintos actores sclcialcs y políticos rccu- peran sclectivamente algunos evcntos y algpnos rasgos dcl período (Ilousso, 1990; Conan y Rousso, 1994). u[...] l" cuestión de la rnelnoria no es qlle hay un acontecimiento, que inr-nediatamcnte se lo esclarecc un pr)co, y cilrcncnt¿ años después mucho más. No, es la configuracicin quc cambio (Ilousscl, en Feld, 20(X): 35). Esta cstratcgia analítica cstá ta'rbió' presente c' el trabajo dc Agrrilar Ft'rnár¡dcz s,rhr. la rnel)l()rir dc la (irr.rra civil tls- pañola, al analizar cn dctallc la evoluciíln dcl discurso oficial sobrc la guerra durante el franquisrno y la tra'sición. En este cas., cl desafío conceptual qne cnfrc.rta la autora ..s slrperar el dilema entre el (prescntismor (que afirma quc el pasado es continua- mente modificado cn funcicin de los intercses del presente) y el <taxidermisrnor (que pone el énfasis s.bre la repro<luccirin del pasado, sobre la basc de que cxistcn límites a la posibilidad de rnanipulación del pasado). La salida a este dilema lo encuentra al rescatar las <lccciones dcl pasado), o sea, el aprendizalc político -pc'rsitivo pero en cl caso español fundarnentalnentc ne*ativo- quc los distintos actores políticos cxtracn dc las rnem..,rias de la gucrra para afrontar las incertidumbres de la transición (Asuilar Fernándcz, f996). La historia de las rcsignificaciones del período nazi y de los genocidi.s comctidos por Alemania, así corno los sentidos que cl extcrminict nazia ticne en distintos lugarcs y momcntos, poJrí:r 1lr'.tr)ri¿1 y memor¡a Social t ll, rr,rr-bibliotccas cnteras. Los sentidos qut: sc le han dado y sc i, ',rque dando a la Shoah en Alemania, cn Israel, cn Estados llnrtlos y cn otros lugares del mundo han ido rnodificándose , ,,lcc1ida que pasa el ticmpo, inscrtándose en tc'nsiones y cL)n- tlr, tos políticos (y ecorrómicos) cspecíficos. l}r cl c¿rso de la dictadura tnilitar argcntina (1976-19tt3), los , ¡rl:rsis sobre quó rc'cordar y quó destacar fucrorl cambiando a 1,, l:rrgc'r dcl tiernpo. Dur:rnte la dictadura mistna, el movinlicnto ,l, clcrechos humanos, tanto en cl país com() en la red de stl- lr,l,rridad internacional, fuc tejicndo una narrativa centrada cn el '.rlor de los dercchos hruratros y en las violacioncs cometidas ¡,or el régimen n-rilitar (y, como antccedcnte, por las fuerzas pa- ,.rrrrilitares dc la llamada Triplc A). La figura ccntral que sc cons- trrryír fue durante mucho ticmpo la del <detcnido-desaparecido>, r'ír'tirna de lo inimaginable. Tan inimaginablc que llevó mucho rrclnpo construir esa figura, ya que quedaba siernpre la esperanza rlt' srl rc-aparición en la forma de una detención reconocida. Desdc las fuerzas militares, la construcción dcl enernigo cra l:r dc <la subversiónr¡, qtle c()ll 51¡ ¿¡6i1rl1ar en la lucha armada v cn la ofensiva idcológica venía a cttestitlnar ltls fundarncntos nrisr-nos dc la nación. El discurso militar era el discttrso de la !,uerra quc, adcnás -colllo después iba a hacerse más mani- licsto-, era una guerra <sucia>. Sin ernbargo, cl discurso de los ,c¡ticlos y signiftcldos dcl pasado. Esas nrancras dc ttolnt¡rar tetnbiétr cobr¿irl scntidos diversos, y carnbirn a lo hrgo del ticrrrpo. (lon rclaciírn a los acc¡n- tccirlientos erlropeos clel período trazi, cspeci;rltnentc ll gcrlocidio de judíos, cxiste un debate irnplícito sobrc el ¡so de la pallbra Llolocausto, qtle ticne ctirrrolírgicamcnte un scntido de s:rcriflcio rcligioso y purificacitin ritual. Pre flero rus:rL l:r expresiilt rn¿is ltcutl:t (cxtcllnittiL) lt.rzir, o a veces la pahbrl hcbrea .S/¡o¿l¡, e¡ s¡ scutido dc c¡tástrofé o dcv¿rsteciótl (natrtral o lrumetra), p:rra cvltar elltrrr e¡ cl clebatc del sentidc¡ inrplícito en el acto dc ttornbrar, recollt¡cietrdt> ¿l mislrc'r ticrnpo lo siniestro del acontecinriento lristórico. Agarnbell dedrca :rlgruras páginas rrruy lírcidls a la etirnología de estas pll:rbras y srts itnplicaciortcs c¡ cl proccso dc ronrbr:rr, que rcsul¡r cn su dccisión de no utilizar cl tértlrit.tcr HLtlordusttt (Agamben,2(X)0: 25-31). LaClpre, por otra p:rrtc, llrucstra cltle Lrll l:r genenlizaci(¡n dcl usc'r dc este tí'rnlitro se h:r perdido por cotttplcto stl sts- ¡ific¿rdo ctirnol(rgico original y l:r asocilciórt cotr la tlociótl de sacr-iflcio ritu:rl (LaC:rpra,2(X)1). I I I ' La tcr'ri.olcigía pare nonrbrer lo ocurrido cs plrrte de las ruchas p.r los 72 Etizabeth Jelin dcrechos hum:rnos se convirtiír cn consisna y cn sírrrbolo de la transiciírn cn 191J3. Para cste cliscllrso, lo qne hay son violadorcs y pcrpetradorcs de un lado, víctimas del otro. En esta prirnera etapa, en las postrirncrías dcl régimcn militar, la conflictividad política prcvia a la dictadura, la militancia y la lucha annada nc-r cst¿rban en cl centro dc la atcncicin. Estas irnágencs c()ntrapllest¿rs cutre l()s militarcs y cl movi- nricnto de dcrccl-ros hLlrrlanos ccdieron su lugar a desdoblamicn- tos significativos en cl discurso y la práctica instituciotral del Es- tado. Por un lado, cl gobicrno de la transici(tn construyít una intcrpretacitin basada en un cscenario de fuerzas violcntas en lu- clra (los <dos dernonios>), que dc¡aba en cl rnedio a quicncs c¡ue- ríarr la paz y \a vida dcrnoc¡i1i6¿ -¡11a rnayoría supltcstalrentc ajcna y :ulscntc de csas luchas, que solarnentc sufiía las consc- cucncias pcro no era arrentc activo dc la confrontaciírn, y quc podía en c()nsecltencia iderrtificarsc c()11 la crpresiítn <por algo seráir, clue irnplícitarncnte llcvaba a justifrcar los actos rcpresivos dcl aparatrt rnilitar-. Por otro lado, la delluncia y prosecuciítn judicial de kts cx comanclantcs (con el .luicic-r de 19tt5) mantllvo corlo figura ccntral a la <víctirna, de la represión estatal, con in- dependcncia dc su ideología o dc srl :rcci(in. La víctima sufre un dairo como c()t'lsecucrlcia de la acción dc otros. No cs agentc, no produce. l{ccibe inrpactos, pero no se lc rcconoccn capacidades .t('tivas rri p;rra L)r()v(x'Ar rri |.¡¡¡ rr'sPtl¡¡¡lar. El lr.rarco dcl juicio a los e¡x cornandantcs de las juntas militares realizado en 19u5 fuc propicio para est¿ dcspolitizaciírn de krs conflictos. El marco jurídico formal eliminaba toda referencia a ideologías y colxpronrisos políticos. Lo central cra detcrnrinar quc se habían colnetido crímencs, sin prcguntarsc -onritiendo ex- plícitarnente- el posible rnóvil político dc las acciones dc víc- tinras c'r reprcsores5. En el juicio, la imagcn de víctirna pern'ritici establecer y rcforzar, sin justificaciones ni atenuantes, la culpa- i En cl rnarco dcl juicio, por e-jernpkr, casi cualcluicr pregllnt:l que rerlitía a la filiaciótt ideológic:r o política dc un testiqo -rnuchc'rs dc cllos sc¡brevivientes dc carnpos do detenci(in clendestina, que relataban erpcricncias cle tortura y vcjación era denegada por losjueccs. Sólo en contad:rs ocasiones, y para poder poner ell evidcncia la siste nraticidad del plan cle cxterrninio dc l¿rs Fuerzas Arnl;r- d:rs, losjueces lracían lugar a l:rs pregunt:rs que l:rs dcfensas cle los ex conrandrntes llr',loria y memoria social 73 l,rlrclud de los violadorcs. [Jn:r prcgttt]ta que queda abierta para tlrut-:ls invcstigaciotles cs elt qtté nrcdida lajudicialización de un , ,rnflicto -c()lll(l cl conflictct polítictl vitllctrtc¡ dc los airos sctetrt:r , rr Argc¡ti¡a- i¡rplic.r llcccs.lt-ienrclltc stl dcspolitizaciíln, o sca, ,r r cncrtacf re trarrativo platrteadtl ell 1111¿l clave pctral antes que | ,, ,l ítica t'. En un pcríodo pcrstcrior, tltls vcz qtle cl Estado ya había re- , ( )lt()cido la lcgitimidad de las dcnr¿rndas por vitllaciones a los ,lr.rccfi¡ls hu¡tallgs y había ulta (vcrdad>, iuríclicatlr1¡ntc estable- ( rclu, Sc abrc utra uueva ctapa, ell la quc ctltt'licttzalr a ln¿lnifbstarse ,lrvcrsAs ntodalidades dc recuperación de l:rs menrorias de la rni- lrt¡rrcia y cl activisnrtt ¡'rolíticc'1, y tro solatl'lcnte clc las vit¡lacitlnes. MriltiPlt's,lch)t-e\ Particil':rn ('ll ('stil r('ctlp('l'¿('i(ill: ltt.'villlicllttrs ¡,,r1íticos q¡c (usalr) el pasado parl scñalar cotltinuidadcs histír- r ir::rs ctt las lttcl-ras sociales y políticas del país, n-rilitautes y ex ntilit¿Urtes que colnicrlz¿Ill ¿l Ofrccer sus tcstilnotri,rs y strs rcllc- rioncs sobre pcríodos conflictivos dc la llistol-i¿ r'ct'icntc P()r lll()- trvr¡s variados,J¿)vcncs cluc no vivicron cl período y quc sc accrcall r r)n l)u('v()\ illtcrrt,g.ttttt'\ -t;tl)t(| qtli('llcs s(' ICL'r('lll c()lt ll ilt- scllllidad, la distalci¿r y la falta dc cotnprttr¡is,r quc lcs pc¡nitc lr:rcer preguntas novcd()sas o entrar c1 diálogcls sin ltls prccoll- ('clltos o prcJlllclos cle ópoca, cc)lno quienes c¿rrgan las l-narcas biográficas clcl sufiinliento y la pórdida falniliar, trausrnitidas cn rc-lcntificaci1.rltcs intcrgclreracionalcs dc nlalleras conrplejas (el (-irso dc ttl.l()s)-. En los años ntlvetrta, el cscenaricl político es ()tr(), y los telrras y prc{uDt¿s qllc sc plltrtcatl s()n nuevos. ¡rla¡teeb:rrr, oricnt¡chs a iclentificar:r lus víctitrias c<'rttto cttettrigos dc ll trecititl (Actrri:r y Sntttlovitz, 1995; (]onzríle-'z tlonrbal, 1995) '' El arr:ílisis de los rijuicios por l:r vcr-dadi) qlle sc lleven a cllro en varias j¡risdiccioncs:irgctttitr:rs a pertir cle 1995 podríe:ryttdar:r revel:rr l¡ colrtinttidad o cernbio cn este interprctaci(rrt derspolitizade dcl pasado. Adcnr¿ís, cabe hacer crl cste pullro r.lnl prcguntir dc c:rrícter cottt¡rarltivtl: Zctlíl es ll figura de l:r víctirna qrle sc cotrstruye etr p:ríscs clotrdc tio httbo juicios? Ell Rr:rsil, ¡ror c'ic'tn- plo, la ¡rilitancil nurrcl fuc silencrade y se constittryó crt Llt):l ttt.trc.l llItly tilcrtt. y prcsentc en l:r constl'ucción cle las víctiul:rs dc ll rcpresititr. Por otro lado, krs lrtilitat-es L¡rasileiros tanrbiérr Iticiertitl t¡ít'su vcrsiótl y \tl v(rz de tlmllcr:l r¡uy ñrcrte y nruy púrblica, pet'ticip.urclo :tctiv¿trretrtc crt h cotlstrttcciór'L de l¡s trarrativ:rs sgbrc el r.éginre¡ nrilit:ir (So:rrcs y l)'Aratrio, 19t)4; Sqercs, D'Aret¡tr y Castro, 1995: (lestro y I)'Ar':rtrjo,2(X)1). I mr- 78 Elizabeth Jelin italianas) y cómo éstos se van transformatrdo. De esta manera, la historia <dura>, fáctica, de los eventos y acontecilnientos que <realmente, cxistieron se convierte cn un material irnprescindible pero_llo suficiente para comprender las firancras cn quc suJctos sQciales construyen sUS mctnorias. sus nerrativas y t,rr intaipr.- taciones de esos mismos hechos. Desde una perspectiva como ésta, ni la historia se diluye en la n-remoria -como afirman las posturas idealistas, subjetivistas y constructivistas extremas- ni la mcmoria debe ser descartaoa como dato por su volatilidad o fllta de <objetividad>. En la tensión entre una y otra es donde se plantean las preguntas más suge- rentes, creativas y productivas para la indagaciiin y la reflcxión. 5. TRAUMA, TESTIMONIO Y <VERDAD" Llna tluda rLos asalta sobre la posíbilidad de contar. No as quc ld experientia uíuida sea indccible Ha sido inuiuible"' (Semprírn, 1997:25). iQué pueden decir o c()ntar quienes viviert¡n esas situaciones <invivitles>? áCuálcs son las cuestiones éticas, políticas Y, más en general, humanas que están involucradas? Los debates sobre el téstimonio permean prácticamente todos los campos discipli- narios, desde la crítica literaria hasta la crítica cultural más abar- cadora, desde la filosofía hasta la historia, desde el hacer político hasta el psicoanálisis, la sociología y la antropología' EL TESTIMONIO DESPUES DE AUSCHWITZ Las reflexioncs y el debatc sobre la posibilidad y la imposibilidad de testimoniar, sobre la <verdad>, los silencios y los huecos, así como sobre la posibilidad de escuchar, deben su origen contem- poráneo y su potcnte impulso a la erpcriencia nazi y al desarrollo i. lo, déb"t.i a partir de ella. E' la abundante literatura sobre las víctimas del nazismo y los avatares de sus narrativas personales y testin-ronios, hay varias líneas de argumentación y varios ejes áe debate que ayudan a entendcr y a cuestionar cl lugar del tcs- timonio personal (Wieviorka, 1998, 1999). En verdad, se trata de varios tenlas diferentes aunque rc- lacionados. En primer lugar, están los obstáculos y trabas para que el testimonio se produzca, para que quienes vivicron y so- brcvivieron la situación límite puedan relatar lo vivido. En cste -' J- 80 Elizabeth Jelin punto sc ubica la inrposibilidad dc narrar y los huccos simbólicos de lo traur-nático. Ircr,r t¿rrbicl' .-l silcnci.i delibcrado, <indicador sobresalientc del doble carílcter lílrlite c1e la cxperienci;r concen- tracionaria: cl línlite de lo posible y, por csto rnisnro, lírnite dc lo decibleii (I,ollak, 1990 12)1. En scgundo lugar, cl rcma se reficrc al tcstinrollio cn sí, los huecos y vacíos qlle sc produccn, lo quc se pucde y lo clue no sc puedc decir, lo que tienc y no ticnc scrrtid(), t¿ll-It() para quicrr Lr cucnta c()rlro para qulen es- cttcha. Fillalnrcnte, cstá la cucstitin de krs usos, cfcctos e inr- pactos del tcstinxrnio sobrc la sociedad y cl cntorn() cll qLlc se ltrallificsta en cl momento cn qllc se narra, así conro las apro- piaci.r'rcs y scntid.s clue disti't.s pútrlic.s podrár darlc a l<'r largo del ticrrrpo. El sufiir'ic't., la sittración lí.ritc dcl ca'rpo dc c.'centra- ciírn, cl intcnto (cxitosn en sll lnonlcnto) dc ncgar la condicirin hurnana de las víctirras y reducirlas a su aninralidad p.r partc dc los nazis s.rr, a csta altura de la historia, bicn c...cidos. Ha' sic]., retratados cr-l innumcrables forr'¿rs y vehículos -libros dc historia, fittografía, cine, ficci(lt litcraria, teatro, artcs plásticas, tt'stil I tonios dc s. thrcvivir'nt(.5. El punto cie partida cs, cn todos estos casos, la htrclla <tcs- tim.'ial> quc queda clr lt¡s sobrevivicr.ltes. I lay dos sentid.s dc la palabra <testigc'r> qlle cntran crr jtrcuo. l)rinrcro, es tcstigo quic' viviti una cxpcricncia y pucde, en un rnomellto posterior, narrarla, <dar tc¡stirnctnit:l>. Se trata del tcstimonio cn prinrera pL-rsotr.l, por habcr vivido kr cluc sc intcnta narrar. La nocirin de <tcstigo, tarrr- bión alude a un obscrvador, a cluielr preselrciti urr rc()rlte;irnic.to desdc el h-rgar clcl terccro, que vio algo aunquc no ruvo parti- cipacirin dirccta o cl'lv.lvirnicnto pcrsonal en cl mismr. Su tcs- titnonio sirvc para asellurar o verificar la existc-ncia dc ciert, hccho. ' El silencio, a difércnci¡ dcl olvido, pucde firrrcion¿r cor)ro nroclo de gestión dc la ide'tidad cFre rcs'ltu del trabejo dc reirrscrt:rrse c' el 'rundo de la vida tttortnab. Pttcdc terlrbión expl'es¿r la diflcult¡d dc haccr coirrcidir el testinro¡io corr las norrn:ls dc la nroral irnper:urtc, o la :ursencia de condiciones socirlcs fivor¡blcs clue autorizal, solicitan o abrcrr l:i posibiliclad cle cscucha (pollak, 1990; l'ollak y Heinich, 198(r). If ¿luma, testimon¡o y 'verdad" 81 l)esde la primcr:r accpciírn dc tcstigo-partícipc, l-ray aconte- ,.irtrientos y vivencias dc los quc no es posihle tcstinloniar. p()rqllc rro hay sobrcvivientcs. Nadie ha vttelto dc la cál'nara cle gas, comt'r n:rclie ha vueltg dc un <vuclo de la lnuertc)) cll Argcntina' para (.()ntar su eqteriencia O aun silerrciar sll trauma. Este agu¡crtr ne- gnt dc la vivcncia persotral, estc hucccl histórico, lrl¿lrca tttr lítnitc ,rbsoluto de la capicidad dc n¿rrrar. Es el huect'r y la imposibilid-ad Irtrrnana pla'teaáos por Prim. Lcvi, quien sc recon()ce cn cl udc- lrcr clc ntemoria>> como testinrtrniantc <delcgatirro>) o (por cucnta clc tcrccros>r quc les cabe a los sobrevivientes. El testigcl-partícipc (luc no pued. tcstilnoniar cs' cn cl mundcl de los catnpos <le clonccntracií>n y especialmcntc dc Auschwitz, la fi¡;ura del <mu- srr¡nán>, aquel-quc: ha perdido su capacidad 6umrrra c'tnd() to- ciavía rro había mucrto corporallttente ': 1...1 no sorTtos llosotros, lcls supervivicntcs, los vcrdadcros testigos... I-:r dernoliciílr terntinada, la obra ctlnplida, no hay nadie que ll haya con- t:rdo, conro no hay nadic quc haya vuclto parr c()rrtrlr stl tnttcrtc. Los lrr-rndiclos, aunque hubicseu tenido papcl y plurna, tlo hubicratr cscritcr su testilnonio, porquc su verdadcra ntrlcrte habí:r ernpezado ya alltcs clc la mrrcrte cirrporal. Scnr:rn:rs y ntescs rntcs de extinlluirse habíart perdido ya cl poder de obsclvar, de recorder, de apreciar y clc expresarse' Ñcrsotros lrablarnos por cllos, por de legaciirn (Levi, 1989: 72-f 3) ' Los sobrcvivicntcs pueden hablar desde lO que observarotr. Pero también <vivieronu en el calnpo de concctltraciírn. Y sirl llegar al extrento dc la situacií¡n sin retorno, los sobrevivientes o,r.d"n dar tcstimol'tio cotno obseladores de lo acc)ntecido a otros y. al nlislno tienrpo. \cr te\tig()\ dt'sus propias vivent'i¡s y dc los acontccimientos cn los que participaron' áClómo pc'nsar' "nt.)r-t."r, la posibilidad dcl testimonio de los sobrevivientes? Quicnes vivieron la elperiencia dcl campo dc cclnccntración y l" p"rr.crrción pueden tencr memorias muy vívidas y detalladas . E,r l" É.ga cle Auschwitz, el <rnusulntín, (tlar Mtrtlnntttt) trt cl pt'isiotlero que había ab:rndonaclo su esper:rnza y su voluDtad d. vivtr, ,rrlu (ird:ívcr.r¡llbu- l¡nte . un haz dc lirnciones físices ya eri agotrí:r> col-tto lo dcscribe J. Anrcry (citado por Agarnbcn,2000:41). Se triita dc l:r situat:ió¡ lír¡itc e¡tre lo h¡ma¡<r v lo no-hunratlo, como lo conceptttaliz:r Agambetr (Agarnbcn' 20(X))' T A2 Elizabeth Jetin de 1o ocurrido, de los, sentirnicntos y pensamientos que acom_ pañaban esas vivencias3. Muchos sintieron la necesidad imperiosa de relatar insistentcmcnte lo quc habían vivido. primo Lcü merr- ciona esta diferencia: <<,A.lgunos de mis amigos, amigos muy que_ ridos, no habla'nunca de Auschwitz 1...1Oir", p"rirrr"r, .á ."-_ bio, hablan dc Auschwitz incesantcmcnte, y yo soy uno de ellos, (Levi, 1989: 172). Semprún, por otro lado, estuvo entrc quienes no lrablaron hasta cincucnta años dcspuós (Sen-rprún, D;7. Al_ gunos sintieron cl imperativo de contar, como si fuera una ne- cesidad para sobrcvivir, además de la más frcc'entemente reco- nocida de sentir que se quierc sobrevivir al horror para poder contar. Sin embargo, la neccsidad impcriosa de contai pr.á. ,.. insaciablc,_ y el sujcto puede sentirse siempre traicionado por la falta de palabras adecuadas o por la i'suficiencia de los veh?culc,s para transmitir sus vivencias. La nccesidad de contar puede cacr en el silencio, en la im_ posibilidad de hacerlo, por la inexistencia de oídos abiertos dis- puestos a escuchar. Y entonces, hay quc callar, silenciar, guardar o intentar olvidar. Quienes optan por ese silencio no for ellcrencucntran tranquilidad y paz.<El "no contar" la histoiia sirve para perpetuar su tiranía> (Laub, 1992b:79) y a mcnudo provoca proíundas distorsiones en la mcmoria y en ia organizacibn pos- terior de la vida cotidiana. En el cxtremo, er tclstigo ,e dc-bate en una situación sin salida. o cuenta, con Ia p.sibilidad clc pcrdcr la audiencia que no quiere o pucde escuchar todo lo quc quierc contar, o calla y silerrcia, para c()nscryar un vínculo iocial co,, una audicncia, con el costct de reproducir un hueco y un vacío de comunicación. En un nivel histórico general, sostiene Laub, el exterminio nazi logró, durante su propi. dcsarrollo temporal, convertirse cn un evcnto sin testigc'rs. Ni testigos internos -aniquilados en su capacidad de ser testigos frentc a sí mismos en li fiqura lírnite del rnusullnán- ni rcstig,s exr('rn()s. Hlhíl qurcnes"capt;rban y lr,ruma, testimonio Y .verdad' 83 ,ltrr¡nciaban, quiencs en el interior de los ghettcls y los campos ( ntcrraban sus diarios y sus cscritctsa. Lo que estaba ausente era Lr capacidad humana para percibir, asimilar e interpretar lo que cstaba ocurriendo. El mundo c>,1erior no logró captarlo, y en con- .,cc:uencia nadie ocupó el lugar de testigo de lo que acontecía' l,odría decirse que los rrarcos interpretativos ctllturalmcnte dis- Donibles no contaban con los recursos simbólicos para ubicar y ,l:rr sclttido a ltls ¿ctlntecimientos. Hubo imágenes de la entrada de los ejércitos de liberación ;r los campos, hubo relatos de sobrevivientes en la inmediata pos- querra y hubo también la preparación dc libros de homenaje' []n ese momento, sin embargo, el énfasis público estaba en des- cubrir y documentar la magnitud dc los crítnenes. En el juicro tle Nuremberg hubo solamentc un testimonio de un sobrevi- viente. Fue un.luicic-r donde <la pruebo fue fundamcntalmente clocun-rental (Wieviorka, 1998, 1999) - El gran cambio en el lugar del testin-ronio de los sobrcvivientes ,rcurrié a partir del juicio a Eichman en Jerusalén, en 1961' El testimonio de sobrevivientes jugó allí un papcl fundamental, no sólo o necesariamcnte como prueba jurídica, sino como parte de una estratcgia cxplícita de quienes llevaron adelante la acu- sación: se trataba de traer al centro de la escena mundial la me- moria del genocidio como partc central de la identidad judía' Aparece el <testigo> como elemento central del juicicl, y a partir dé entonces sc instala lo que 'Wieviorka llama <la era dcl tes- timonio>, reproducida cn escala ampliada cn los años ochenta y noventa (Wieviorka, 1998)s. La pregunta permxnecc, iquién escucha?, épara quién se testimonia? j Laub (19921 hace referencia a s. propia rnenlo.a (corno nríro qre logró sobrcvivir) extremadamente precisa, incl'yc'do una cornpre'sió' de lo qrc estaba ocurriendc¡, de una nlanera qrre <cstlba rnrrcho más allá <Je la capaciáad rormal de recordar de 'n chico de rni edad>. y enc'ent* estos rasgos de q[re- nroria precoz> en otros sobrevivic'ntes a los que errtrevistó. a Wieviorka (1998) dcstlca la enorr¡re masa dc documentos y tcstlmonlos escritos por judíos en ghettos y calttpos cn el ntonletlto en qtle los evetlt¡rs estaban ocurricndo. Respotrdían a un tnandatc'r de registrar y rcgistrar; tanrbién colno respuesta cle resistcl.lcil al aniquil:rrniento: <iBttena gellte, no olvidcn! iBuena gente, cue¡ten su historia! iBucna getlte, escribanln, declaraba el his- toriador Sirnon l)obnov antes de su lnuel'te duralrtc la destrucción dcl ghetto de Riga, en 1941 S/ieviorka, 19()9:125). Sin duda, una enorme cantidad de estos escritos, ocultos etr paredes y botellas, se perdicron en la destrt¡ccióli nazi. Algunos sobrevivieron. 5 Nuevamente aquí, corno en clpítulos anteriores, encontranlos indicios Elizabeth Jelin La relación entre trauma y capacidad de reprcsentar o narrar puede ser vista desde otro ángulo, el de la discursividad. Varr Alphen se pregunta sobre la imposibilidad de narrar la vivenci¿r dcl extcnninio. áEs por la naturaleza del acontecimiento. por s' carácter extremo? io tiene quc ver con restricciones y hmita- ciones del lenguaje , de los sistemas simbólicos disponiblcs? Scñala que lo traumátic. del acontecimiento implica una <incapacidad semiótica> dnrante cl acontecirniento misrno, que irnpide <ex_ perimentarlo> (en el sentido de erpericncia presentado en un ca- pítulo anteri.r) y representarlo en los términos del orden sirn- bólico disponible. La i'capacidad semiótica puede estar anclada en las dificultades de ocupar una posiciírn de agente activo por parte de los sobrcvivicntes. Esto se puedc rnanifestar en una sub- .lctividad ambigua, donde el/la sobrcviviente no logra ubicarse en ninguna de las dos posiciones ofrccidas por el marco interpre_ tativo habitual: ávíctima o responsable?, ásujeto activo u ob]eto pasivo del accionar de otros? En este caso, la diflcultad para <téner la experienciu de lo acontecido rcside en la anrbi¡gedacl y en la ausencia de los recursos retírricos para manejarla. o puede estar presente la negación total de la subjetividad, dondc los sobre_ vivientes se ven reducidos a la unadar. Arrnquc puedan relatar algo de lo terrible que les ocurrió, lo hacen con distancia, sin emocioncs, como si su subjetividad hubiera sido asesinada en cl campo (Van Alplien, 1999). La dificultad puede tambión estar ligada a los marcos narra_ tivos disponibles (o incxisrentcs) para ...-,nr.. el cxtermillio nazi, por la inexistcncia de una tranla o marco narrativo que permita relatar los eventos con alguna coherencia significativa, o porqlle los marcos interpretativos existentcs resultan inaceptables po, ,., contradichos o negados por la traycctoria subjetiva del sobrevi- viente -por cjemplo, cuando se espera del testimoniante que cuente su biografia en términos de una temporalidad linear, con un (antes) normal, una disrupció' por las vivencias del exter- minio, y un <después>, de reconstrucción- (Van Alphen, 1999; también 1997, cap.2)e. I]L TESTIMONIO DE LOS SIN VOZ lin los estudic-rs cultur¿lcs trorteamcricanos ligados a funérica La- tina, sc ha gencrado en la írltima década una intensa prtrducción ...ríti.^ sobri el tcstir'onio y su relación con la literatura. Por lcr qcneral, se trata de tcxtos claboradtls a partir dc una colaboración .:ntre alguicn que va a tcstimolli¿r -y que tiende a. s.er repre- scntante dc alguna catcgoría social desposeída (o del <Tercer Mundo>)- y"unla mcdiador/a privilegiad</a, generalmente de ,rtro rnundo cultural. El objetivo, desde la <buena concienciarr clcVla mediador/a, cs tnostrir al mundo algo quc' cstaba oculto' haccr visiblc lo invisible y silenciado pclr el pocler"'' al mismo tiempo quc scrvir ctll-no rnedio para concicntizar y tomar con- .i.nii" d. 1", condiciones dc explotación ((iugelberger' 1996b)' Lapotencialidaddescduccitindclgéncroesnotoria.lnvitar "1 lectó, a participar y ser tcstigo clc la gcneraciílrr dc un actor I riruma' test¡mon¡o Y *veroad' 89 Al tener cstc fundamento discursivo, y al depender de marcos r:rrrativos existentes en una cultura, la cuestión del testimonio ,'rrclve a un plano donde 1o individual y kl colcctivo se encucn- rr:rn. La memctria -aun la individual-, como interacción entre , I pasado y el presente, está cultural y colectivamentc entnarcada' ,,,, ", "1g., que está allí para ser extraído,.sintl que es producida ¡,,,. sujeio, activcls qr" .ir-p".ten una cultura y w ethos' pretativos disponibles etr térmillos de cursos de vide' porquc cl tiernpo qrtc .,a par"td., alcja al sujeto de srt propia lntlcrte' tdca contraria a ll <norlnalr del curso de vida, en que a mcdid¡ que p¿sa el tielnpo' la propia lnuerte sc hace tnás cercana. Se reqrtíere tnucho tiernpo, y nrucha capacidad dc simbu- lízación, para podcr- entoltces narrar. Semprírn escribiíl st1 testllnonlo clllctlcl)t;l airos después de su paso por Buchenwald, c indica quc no 1o hizo antes porqüe cntre ula cscritura y la viciar, eligió l:r segttnda (Semprúrn' 1997)' Oomo ya fuc señalado, lir postur:l de Sernprírn no es la úr'rica posible l{ay otr¿s rnalleras en que los sobrevivicutes se vincularotr con su identidad y su testitnotrto' r0 El prralelisrrlo coll las primcres etapas del feministno' do¡rde el <hacer visible lc¡ invisiblc, cornbinab¡ la investigaciótr, la dettuncia y la demanda, t'ttr cs cesual. Muchos testlmonios han si<lo de tnujeres' y tnuchas de las rnediadoras Ir¡n sid,, p.rrrt dt l nl()vilnielll() lcttlltli:t¡' e Si, como tan bien rogra centración corno la rnuerte, la transmitir Sernprún, se vive el campo dc con- experiencia posterior trastoca los rnarcos inter- 90 Elizabeth Jelin y de una voz despierta complicidad, la creencia de compartir y proyectar una intimidad que, ilusoriamente al menos, ,. t"r" .,, la autenticidad (Somrner, 1991: 132).Ensu a'árisis del resrimoni. de Rigoberta Menchú, Sommer va abriendo y haciercro trans- parentes algunos de los rnecanisrnos retóricos dcl ter-t., a través de los cuale's Iligoberta mantiene cl control clc la distancia social, usa'do la afirmaciírn cultural de su derecho a mantener el silenclo (<los i'díge'as ha' sido muy cuidadosos de 'o revclar los detallesdc su comu'idad¡r leernos e'el texto) para tal fi'. Su capaciáad dc despertar curiosidad en er rector es product,r directá de su perfonnatividad (Sonrmer, 1991 : 135). Lo importante del análisis de Sol-nmer para er ob¡etivo de este capítulo es el jucgo enrre idenrificación y dirtrrr.i" que se es_ tablece entre Rigoberta y los rectores. pcrmanentemeirte nigo- bcrta Menchú llama la atención sobre ra distancia culturar eritre ella y los otros. Esto contrasta con la manera habitual cle las narra- tivas autobiográficas. en primera persona. Se cspera de cllas que la escritura sea reveladora, íntima, casi confesii'al. En ,r, nr._ cretos)' la testir'oniante se oc'pa una y otra vez de cxcluir al lector de su círcul. íntin'ro, scñalando perma'entemente la di- ferencia. No hay lugar para la identificación, sino para el criál.g.. P.r r¡tr. lado, y en contraste claro con la escritura autobio- gráfica,.Rigoberta se presenta corxo representante de un colectiv', como si cl tcstim.ni. tuviera un <sujct, pluralr. Algo similar su- cede con el tesrim.nio de Domitila llarrios, de Boilvia (liezzer, 1977). El us. de la primera persona, el yo, no invita a la iclerr- tlficación. El si'gular represeirta lo plural, pcro excluye al lector. Se trata dc un orq no de un ñande. E' tórminos retóricos, cuyas co'secuencias políticas deben ser evidentcs a esta altura, hay una diferencia funrJamental e'tre la metá;fora cle la au- tobiografía y la narrativa heroica en general, que presupone la iden_ tidad-por-sustitució', por la cual u' significante (superitr) reempraza a otro ffo sustituycndo a nosotros, el líder al seguidor, ó.irto , lo.' creyentes), y la metonimla, movirniento lateral dc ldentiflcación_a-tra_ vés-de-la relación, que reconoce las diferencias posibles entre (nosotros) como componelltcs de un todo sin centro. Ére ., el lugar donde cn_ tranlos como lectores, i'vitados a estar con quien habia antcs que a ser ella (Sommer, 1991:146). lr;tuma' testimon¡o Y "verdad' 91 El caso de Rigoberta Menchír es ilustrativo del efecto que rrn tcstimonio pu"edc tener en distintos públicos, y su cambio ,r kr largo del tiempo. El libro y la figura de Rigoberta- fueron ,,.rr.r"d-o, y hasta sacralizados, cspccialmente en los círculos pro- r,,rcsistas uáiversitarios dc los Estados Unidos' Su Premio Nobel ,i. l" p", en 1992la elevó como figura de alcance mundial. Esto significó para ella una actuación política internacional, con la ela- l,,rración dc estrategias y tácticas adecuadas a la tarea, con aliados v enemigcts diversos. El paso significativo siguiente en cuanto ,,1 i-o".io de su testimonio fue la controversia generada, a partir .lel texto de Stoll (1999) que cuestiona la veracidad dc la infor- rrrrción contenida en su testimonio. No entraremos aquí a relatar la controversia que cste texto provocó en el ámbito de los estudios cultrrrales norteamcricanos iAri"r, 2001), ya que excede el motivo por el cual hacemos re- férencta a cste caso en nuestra argumentación' La ct)ntroversia' sin embargo, pone el accnto sobre dos temas pertinentes' Pri- lnero, l" .i.rtiótr de la <verdad histórico. Está claro que hay re- latos prcsentadtts en primera Pcrsona pcro que no fueron pre- ,.',ci"do, por Rigobérta. Este hecho, áinvalida su testimonio? áCluál es .j .r"loi de verdad que se demanda? áEl fáctico o el sinrbólico? áDóndc se pone el lírnite cntre <realidad) y <ficción)? éNo se trata siempr" i" pro..ros de construcción social? Todas estas preguntas, en definitiva, indican que ningún texto puede ,., inierpl.tado fuera de su contexto de producción y de su re- cepción, incluyendo las dimensiones políticas del fcnómeno' En segundo lugar, cstá claro también que sll carácter testt- monial nJ cstá basido en su presencia pcrsonal como testigo de cada evcnto narrado sino -al menos eso es lo que clla defiende- sobrc una presencia colectiva' por lo cual el texto' en primera persona def singular, debc ser leído como plural, como expresií¡n sintética de experiencias colectivas. Postura que' cn últirna ins- tancia, revicrte sobre la postura presentada en los capítulos ini- cialcs de este libro, acerca de la inoperancia política de la dis- tinción elltre (protagonistas en carne propiu y (otrosD' Además' estas distancias^y disonancias entre lo ocurrido y lo narrado vucl- ven a plantear la necesidad dc penetrar en ellas, para así anal\zat la relación entre eventos y representaciones' 92 Elizabeth Jerrn E'r verdad, la refercncia al debatc sobre el testimonio y la literatura tcstirnonial pcnnite rescatar varios clementos ."rr,r"l.r. Prinrcro, la mediaciír'dc quien edita, lo cual i'dica qr-re cl diálog. es cor-rstitutivo dcl tcxto tcstirnonial. Estc elcmcnto cs análogo a la escuclra en la c.'strucciti' de los testiln.'i.s de sobrcvi- vicntes, y apunta al carácter dialógic., c.nstruido y rncdiacio, del nlisnro. Scgu'd., rnarca el contraste e'tre ra auiobiografia in- divid'alizada y el tcsti'.lrio dc Lln yo e' plurar, reprJ.sc-'tativo de'na c.lrdici(rn social y de un escenari. de ruchas políticas1l. Tercero, au'q'c establecc u'a cornplicidacr con er lcctor, no se trata de ur texro quc invita a la idc'tificacirin, si'o al diálogcr (S.''.ncr diría h.riz.'tal, _'o jerárquic. colrlo en la autobios;a- fia). c'arto, cl c.'rrol y la r'anipirracitin dc rr>s silerci.s i rono dicho so' herrar'ie'tas centrales para lnarcar esas difcrcncias y estableccr con claridad la alteridad dcl lccror. Este tip. dc text. testimc¡niar hace cxplícit. cl ra'g. cre al- tcrnativas en quc sc 'ranifiesta la narrativa pcrs,'rr:rl. Ei-, t'r .x- trerno, el actct de narr¿rr está irnpulsado pcx Ia voluntad y por la raci.nalidad dc la elab.ración dc una cstrategia pírblica y p.- lítica. La rrediacit''r es, en un scntid., instru'lé'tal, para [,ri".Ilegar a "a audicncia . ¡rírbrico con r-ncnsajes qr" i.r.d"r ,..intcrp_retados scgún marcos y códigos culturilcs ir"""irt",',t., 1yquc el/la testir'.nia'tc ro conocc a firndo). En ell otro extrenlo, sujetos tr¿rulnatizados que logran arnlar una n¿rr¿tiva -a v.:ccs st' ap.rpiacií¡' dc sc'tid.- a partir dc la i'tcr-vc'ci<in y la cre:,- ción dc esce'ari.rs y espaci's dc csc'cha pcrs.nalizada y activa. '' AI arl¿lizarlasllarrativaspcrsotralcsclccc'rnrb¡tientcscic¡prir¡ereCluerra M"di¿rl, IIy'es scñele l. crrrtrari., y:r q'c <clcra e'jc'rplo c'c'ta l:r rristoria dc' un horrrbre cn ¿rcciolres quc involtrcraron a nruchos, y qlle cac.la ¡¡9 ¡at¡l¿ cD su propia voz irrdividuel, quc r)o es la voz cle l:r lristoria, ni clc la l¡crllo¡il colcctiv:u (Hy'c's, 199():218-219), y sostic'e c1'c, <ar cxisrir, rcfirta. y s.Lrvicrte' el relato colectiv. de la guc-rra q'e cs la hist.r.ia rnilit:rr> (p.220). r;.r-s'part., wieviorka alcrta sobrc rrn pe ligro craro quc se deriva clc l¿r <era crcl testirrrouior: la rarrativa lristciric¿r y c.lectiv:r se ñagr'c'ta e'L*a serie de historias i'dr_ vidrr:rle's El c'xtcrnri'i.'ezi p.c-clc entorces perdcr str caráctc.r porítico y pre- se'tarsc sírlo cor'o c:.rs¡ de la devastació' de vid:rs de i'clividuos, co' lo c'al las c:rtegor'ías p.líticas se tra'sfor¡':ur c'categorías dc la psicologír inclivicilral (V/icviorka. 1999: 1,10). lr;ruma, testimonio Y "verdad" J3 obviarnentc, la rcalidad nO está tan polarizada, y la circulaciótl ¡, ...1 diálogct pueden asunrir formas muy diversas, que combiuan ,ltlcrcntes estratcglas de enunciación y divcrsas nrodalidades de ( \presicin de la subletividad. ll oper:rtivr-r dc coorditr:rci(¡n sistentática cle acciottcs fepreslv:rs por partc dc l¡s fire.rzas tnnacles de (lhile, Argentine, LJnr$ray, I3rasil, Palaguay y Bolivia, cuya vigcncia puclo ser c<tnrprob:rd:r con ccrtezJ a partir dcl descubrirllierrto y arrálisis dc l6s arclliyos de la Policía Sccrcür cle pal'agttey e¡ 1 992, de la apcrtura cle clgcurnentos sobt-e el ctso por parte del l)ep:rrtatttetrto dc Estado clc Estadc¡s unidos en 1999 y dc la aperttll-.r dc ltls archivos dc lt¡s l)epartltrlctttos de l:r l)olicía Secreta dc Brasil (lloccia Paz, 1999). I OS TESTIMONIOS DE LA REPRESION EN EL CONO SUR lrn las primcras páeinas dcl libro Mi habitaciótt, tni celda (Celiberti r' (iarrido, 19U9), Lilian (leliberti relata los dctallcs de su sccuestro i¡,r,rt.', a srts dt¡s hijos) cn Porto Alcgre, Llrasil, y cl traslado clan- tlcstino del grupo a lJluguny, prirncr-paso dc los cinco añtls de prisi(rn que ella sufriría hasta su libcración cn 1983. El rclatcr tlet la cletcnciítn rcfleja qt1c, cotno militantc activa, cotrtlcía los pcligros quc corría y los sulrimicntos que podía llcgar a expe- ,-itnentar. Aurr cuando ctt cse Ínolllcnto poco y nada se sabía pír- blicantcntc sobre cl Opcrativcl (Jílndclr12, tratrslnite cn cl relatcl su concicncia clel riesgg qne corría y los cuidados quc su actividad política rcqucrían- O scrr, eLlnqllc itrcspcrldg, el sccucstrg entraba cn cl canrp<t dc lo pttsible. Lcl que selluranlcnte n() cst¿ba en cl campg de lo pcnsablc era quc esc sccllestr.r iba ¿ c(ullprollreter la vida de sus hrjos. Elt las páginas siguicntcs, relata las cstratcgias que intcntci us_ar 1","ra crritaisti traslado a lJruguay. Clon la angustia clc quicn elta,ba cn riesgo personal, pero que también sentía la resptlnsabilidad por el áestilo de srrs h¡9s, va <invcntancl<))) nlarlcras de desviar i" ,.r," y el cami'o que sus rcprcsores teníar dclincado para ella. Llcgar a la frontcra y convencerlos dc quc había que volvcr a lrrtrto Alcgrc, fracasar cn cl intellto dc haccr pública stt situaciórl Elizabeth Jelin 6. EL GÉNERO EN LAS MEMORIAS requiere reconstruir también los espacios privados y la intimidad. En estc contexlo, las modas testimoniales corren peligros sobre los que hay quc alertar. Por otro lado, la importancia personal e individual de hablar y encontrar una cscucha no debe reemplazar, ocultar u omitir los otros planos de trabajos de la memoria. La ola testimonial no puede reemplazar la urgcncia dc respuestas políticas, insti- tucionalcs y judiciales a la conflictividad del pasado, además de las personales, las simbólicas y las morales o éticas. Si cerramos lcls o1i'rs, hay una imagen que dtlmina la csccna uhu- nrana) de las dictaduras: las Madres de Plaza de Mayo y otras mu- 1cres, Familíares, Abuelas, Viudas, Comadres de detenidos-desapa- rccidos o de presos políticos, rcclamando y buscando a sus-hijos (cn la imagen, casi siempre varones)' a sus maridos o compañeros' . ,.r, ,ri.tár. Del otro lado, los militares, desplcgando de lleno su masculinidad. Hay una segunda imagcn que aparecc' espe- cíficamente para el caso argentino: prisioneras mujercs .¡óvcnes embarazadas, pariendo en condiciclnes dc dctención clandcstina' para luego desaparecer. La imagen se acompaña ctln la incógnita ,obre .l"p^radeio de los chicos secuestrados, robados y/o cntrc- gados, a quienes luego sc lcs dará identidades falsas' De nuevo' áel otro lado están los machos militares' El contraste de géncro en estas imágenes es claro' y se repite Dermancntcmcnte en una diversidad de conterlos' Los símbolos iel dolor y el sufrimiento personalizados tiendctt a corporizarse en mujeres, mientras que los mecanismos institucionales pareccn (pertenecerr a los hombres. En las imágenes televisivas ligadas al caso Pinochet desde su detención en irrndres en octubre de 1998 hasta su proccsamiento I detención cn Chile a comienzos de 2001, la presencia diferencial ác hc,mbrc, y mujeres es también notoria' Las mu.¡eres dirigen las organiza.irn.r-de dercchos humanos que re-claman justicia y ,o' li, más visibles en las manifcstaciones callejcras de apoytl y de jírbilo por la detención. Son tambión mtUeres las quc de- fienden con todo su vigor cmocictnal la figura heroica del General. Y son hombres quienes, en los tres costados del caso (los acu- sadores, los defensorcs' los jueces), mane¡an los aspectos insti- tucionales del asunto. eFlay algo más para decir sobre gónero y reprcsiírn? áO sobre género y ti.-"ti"i El intento de encarar cste tema estír basadtl Elizabeth Jelin | | qénero en las memorlas 101100 etr la ccl-rvicci(rn de que, c()lno en nrltchos ()tr()s carrlp()s dc tra- bajo, a mcnos quc se rcalice un t:sfuerzo conscicnte y fircalizado para plantear prcguntas analític¿rs desdc una pcrspcctiva dc género' el rcsultado prrede rcmitir a la visión estercotipada scgúrn la cuat las mu¡cres sufrcn y los militarcs donrin;rn, o -rlna vez lilas- lograr que cl género se torne invisible y desaparezca. LA REPRESION TIENE GÉNERO1 La reprcsión clc las dictaduras dcl Clor.ro Sur tuvo cspecificidedes de géncro. Los irnpactos fueron diferentcs ell hombres y nrúJeres' hcÁo obvio y erplicable por sus pcrsicioncs dit-ercnciadr, :-tt,tl sistema de género, posicioncs que implican expericncias vltales y relacioncs socialcs jerárquicas claramentc distintas2. Empecemos por las cxpericncias reprcsiv:rs corporales propla- mcnte dichas, con las prácticas realcs y con las víctimas dírectas de tortrtra, prisi<in, clesapariciítn, "r.rir"to y exilio. Existcrr di- fcrencias cntre paíscs y pcríodos en los tiptrs dc rcpresión. 1^y- bién hay difércncias en las características demográficas de las vlc- tin'ras directas. Hubo más hombres quc mujeres entrc los mt-lertos y detenidos-desaparecidos. Esta diferencia parece haber sido mas I Esta sección sc besa cn el trlbajo de Tercsa Valdés, <Algunes idcas Prra la considerlción dc l¿ dinrensitin de género en la rnenroria colectiv:r ¿. 1, rePre- sión>, I)ocurnento pr-cparado par:r el Prograrn:l MF,MOIIA del sslt:, 1999. I L)e rnarrera rnuy esquernática, un sistcnra de géncro involucra: o) ')t',o forrna predorninantc de división sexu¡l dcl trabajo (producción/reprodrrcclott); ó) la diférenciacitin dc cspacios y esféras sociales anchde en el gélero (utl:l esti'ra pública visible/una esfera privada invisible); r) relacioncs de podc'r / ors- tincioncs jerárquicas, lo cual implica cuotas dilbrenciales de reconociÍlielrto, prestigio y lcgitirniclad; r/) relaciones dc poder dcnrro dc cacla género (basadrs err la clase, el grupo étnico, etc.); r) la consrnrcción de identidades de gétrercr que coinciden coll otrrs dinrcnsiones difererrciador¿rs, produciendo une id:li- tidad nrasculina anclada en e I trabljo, la provisión y la adrninistración de I podcr, mientr:rs que la identidad férncnina está ancleda cn el trab:rjo dornéstico, h rnatet-tridad y su rol en la pareja;-l) la constnrcción de identidades <donrinaliles>r lsociadas a las relacit¡ncs de poder en la sociedad (hetero/l-rornosexuales, blatl- colnegro-indígena-pobre) lr)Dortante numéricamente en Chile que en Argentina o lJru- l,uxy. La proporción de pcrsonas.;tivcnes fue más alta en estos ,i,,r'p"ír.r. E] golpc miliiar dc 1973 cn Chile fue dirigido hacia ,rn gobicrno stlcialista en eJercicio. La concentración dc la re- ',..riót sobre funcionarios y políticos que cjercían cargos guber- llllnentales implicó una presencia pnrp,trcic'lnal mayor de hom- lrrcs adultos entre las víctimas directas. En Argentina' IJrllguay y llrasil la represión más violenta estllvo dirigida a grupos mi- íir^',., (inclúyendo movimientos guerrilleros arnrados)' donde lrabía unl fueitc prescncia juvenil. La división sexual del traba.¡o ilnpcrante cn estos países implica que los hombres son (y lo cran ,rrticho más cn kts años sesenta y setenta) más nurner()sos qLlc las mujeres en los rolcs <pírblicos)) y en la militancia política y sindica"l. La diferencia cntre la participación de hombres y mujcres tire menor en el movimiento cstudiantil y en los movimientos lrrmados, donde ya cn esa época la presencia de mujeres era sisnificativa. Tarnbién el poder que st: ejcrce y ejercita en la represión di- rccta se da en .l marc; de relaciones de géncro. El modelo de géncro presente identifica la masculinidad con la dominación y ia asrcsividad, características exacerbadas en la identidad militar, y uia feminidad ambivalente, que combina la superioridad es- pirittr"l cle las muJeres (inclusive las propias ideas de <Patria> y ie uNacióru está'teminizadas) con la sumisión y pasividad fientc a los deseos y órdenes de los hombres. Los ritualcs del poder en el escenario público (saludos rnilitares, desfiles, etc.) tienen l1n carácter performativo, en el que sc despliega sin tnaticcs la clrralidad .r-ttrc .1 actor/poder masculino, por un lado' y la pa- sividad/exclusión feminizada de la población o audiencia por el otro:1. El podcr masculino rnilitar en la esfera pública, -con stls. ri- tuales y prácticas de representación repctitivas en uniforrnes' des- files, ethlbición de armas, etc., st-' acompairaba pot peyformances materializadas en cuerpos y en prácticas concretas en los espacios :r Taylor (19()7, c:¡p.3) analiza esta perfornratividad dc gc(ttet,r rn Lr .rctrr.t- ción de laJunta Militar en Argentirra, y muestra cómLr ell ese c.lso l.ls llttucrcs tcrnrin:ur sielldo <tlo-reprcselltablcsD cotno sujctos, de rnodo qrtc la rcprcsetr- tación es, por definiciór'r, tllll auto-represent¿lción m:rscrtlitr¿' Elizabeth Jelin El género en las memorlas 103102 específicos de la represión y especialmente en los lugares de tor- tura. En eGcto, allí la masculinidad de los torturadores se afirmaba en su poder absoluto para producir dolor y sufrimiento. La tortura era partc de una <ceremonia iniciática> en los campos de deten- ción, cn que se privaba a la persona de todos los rasgos de str identidad: la vestimenta, las pcrtenencias pcrsonales, la posibilidad de mirar y ver por capuchas y mordazas. <La propia humanidad entra en suspenso [. .] L" capucha y la consccuente pórdida de la visión aumentan la inseguridad y la desubicación [...] Los tor- turadores no ven la cara de su víctima; castigan cuerpos sin rostro; castigan subversivos, no hornbrcs> (Calveiro, 1998: 62). El uso de apodos animales -Tigre, Jaguar, Puma- y las ceremonias iniciáticas de los nuevos miembros de los equipos torturadores son (momentos de exaltación, cuando el torturador se sentía como Dios, con poder para reducir al/ala otrt¡/a a ser una víctima pasiva, a un cuerpo a scr penetrado> (Franco, 1992:10T1 . La represión directa a muJeres podía estar anclada en slt ca- rácter de militantes activas. Pero, además, las mujeres fueron se- cuestradas y fueron objeto de represión por su identidad familiar, por su vínculo con hombres -compañeros y maridos especial- mente, también hijos- con el fin de obtener infonnación sobre actividadcs políticas dc sus fbmiliarcs5. La identificación con la maternidad y su lugar familiar, además, colocó a las mu3cres en un lugar muy especial, el de responsables por los <malos caminos> y desvíos de sus hijos y demás parientes (Fllc, 1997). Todos los informes existentes sobre la tortura indican que el cuerpo femenino siempre fue un objeto <especial> para los tor- turadores. El tratamiento de las mujeres incluía siemprc una alta dosis de violencia sexual. Los cuerpos de las mujeres -sus va- ginas, sus úteros, sus scnos-, ligados a la identidad femcnina a Estos elementos no son privativos de los militarcs del Cono Sur. Segun Theweteit, la construcción de la masculinidad nazi consistió en cultivar sinlul- táneamcnte la agresión sádica y la disciplina y el auto-sacrificio rnasoquistas (citado por Van Alphen, 1 997: 58). s Bunster señala que la situación rriás terrible se daba cu:rndo las mujeres cran secuestradas en sus hogares: <El arrcsto de una mujer en srl casa, dclante de srrs hijos, es doblenre ntc doloroso para la mujer latinoarncricana. L¿r tradición hace que ella sea el eje dc la familia..., (I3unster, 1991:,lB). como objeto sexual, como esposas y como madres, eran claros trbjetos de tortura sexual (Bunster, 1991;Taylor,1'997)' Hay que ,eiordar también que muchas mujeres detenidas eran jóvenes y Itractivas y, en consecuencia, más vulnerables al hostigamiento scxual. Para los hombres, la tortura y la prisión implicaban un actc) cle <feminización), en el sentido de transformarlos en scres pa- sivos, impotentes y dependientes. La violencia sexual era parte cle la tortura, así como una constante refcrencia a la genitalidad -l¿ m¿¡g¿ de la circuncisión entre víctimas judías como factor asravante de la tortura, las refercncias al tamaño del pene para tJdos, la picana en los testículos, etc.-. Era una manera de con- vertir a los hombres en seres inferiorcs y, en ese acto, establecer la <<virilidad> militar(,. Los hombres tenían quc <vivir corrlo mu- jeres), tomando conciencia de sus neccsidades corporales: (ser como una muJer o rnorir como un hombre, (para un testitntrnio, ver Tavares , 1999). La oc¡lartzación entre lo masculino/fcmenino, activo/pasivo, estaba naturalizada entre los militares. También lo estaba en los grupos gucrrilleros y en la sociedad como un todo' En las rc- freientaci,rncs dc la guerríllera por partc de los medios de comu- nicación dc masas .n l" Atg.trtina dictatorial, está presente la am- bicüedad dc la fen'rinidad. Por un lado, aparece urla imagen dc mujcr masculinizada, con uniforme y armas' Lln cuerpo que re- chaza todo rasgo femenino. Pero tambié¡ tie¡en que reconocer la existencia de guerrilleras que actuaban cotno j(lvenes uinocen- tcs), y se infiltraúan coll eng¿ños parl cometer atentadosT' Como ,'r,^ p*nnattce tctiva dc la relación scxrlal entre hontbres, qtte es la qtte realizaba¡ los tort¡fadores, t)o es siempre idelrtificada con la horn<>sexuelidad ni con ser <aferninaclor. Es el rol pasivo el que feminiza (Salessi, 1995; Taylor, 1997). 7 El caso cle la jover-r estildiante que, haciéndose amiga dc la lrija del 3cle de policía, logró poner utra bontb:r bajo stl calna es paradigrnático' <Elltt¡trccs unl noche, trágica, uua adolescelltc, Aua María Clc¡nzález, se desliz;r sigilosa- nlelltc ell "el hogar tnás amigo" y, tr:riciolando todtls los setrtitnictltos cle atlris- tad, gratitud, nobleza, FRIA-MEN-TE, cumple la nrisióD de rscsitr'rr .l trrl Il{)l¡l- bre. No importa qtte fuera tttr general cle la Nación' No inrportr qut: sc tratar:l del-jefb de l¡ Policía Fcderal. ERA UN IIOMRRE qrte al acosterse ibr e ctrcotr- 108 Elizabeth Jelin El género en las memorias Las rncmorias de los hombres, y sus maneras de narrar, apun- tan en otra dirección. Los testirnonios masculinos se cltcuentran ¿ mcnudo en doculnentos públic()s, en testimonios judiciales y cn inftrrmes pcriodísticos. Los testirnonios orales, realizados en ámbitos pírblicos, transcritos para (materializar la prueba>, se en- rnarcan en una eryectativa de justicia y cambio político. Si bien cl testimoniit en escls árnbitos pucde tcner cotxo cfecto cl apo- dcrarniento y legitimación dc la vt'tz de la víctima, su función <testimonial> está centrada cn la dcscripción fáctica. hecha con la mayor precisiórr posiblc. de la rnatcrialidad de la r()rrura y la violencia política. Cuanta lnenor cmocionalidad e involucramien- to del sujeto que narra, mejor, porquc cl testimonio oral tienc que rccmplazar alas <huellas matcriales) del crimen. En realidad, lo que cstá implícito cn el párrafo anterior es una diferenciacitin primcra en cl tipo o encuadrc social de ex- prcsión de memorias, para lucgo podcr prcguntar acerca de las dift:rencias de género en ellas. El testimonio judicial, sea de horn- bres c'r de mujeres, sigue un librcto y un formato preestablccidos, ligados a la noción de prueba jurídica, fictica, fría, precisa. Este tipo de tcstimonio público sc difercncia significativametrre de otros testirnonios, los recogidos por archivos históricos, los so- licitados por investigadores, los textos testimonialcs escritos por sobrevivientes, testigos y víctimas, y las represcntaciones (litc- rariasr, ncccsari¿mentr' distanciadas dc los acc¡ntecimientos ocurri- dos en el pasado (Taylor, 1997, cap. 6; Pollak y Heinich, 1986) r1. Hombres y mrueres desarrollan prácticas diferentes cn cuanto a cómo hacer públicas sus mcmorias. Este tcma ha sido cstudiado " Estas distircio'es las esublcce Pollak en su a'ílisis de testimo'ios dc mnjeres sobrevivicntes de Ausclrwitz. En un sutil análisis, muestra la diversidad de estratcgias discursivas: cronológicas o tenríticas, elr clave personal o en clave política, centradas solarnente en la expcriencia concentracionaria o incluyenc-lo narrativas del <antesr y del <dcspués>, ctc. Muestra tarnbién la inrportancia que tiene en l:r elaboración de las memorias el momento histórico y Ia situación social en que sc evoca la menroria de la deportación: inmediatarnente después de la guerra, o años después, corlo respuesta a dema'das i'stitucionales o conlo decisióu personal de contar y transrnitir la cxperierrcia (Pollak, I990). Su :rnálisis del corpus de testinionios, sin embargo, no i'cluye rura dime'sión cornparativa con los testimonios de hombres o ur-r análisis dc la dimensión de qérrerc¡ e' el testinroniar. que los varolres tienden a ser más sintóticos en sus narrativas,() quc las mu.¡crcs ex?resan scntitnicnt()s tnicntras quc lt,s h.m_ bres relatan más a rncnudo en una lógica racional y política, quc las nrujeres haccn más rcferenci", " iá í'rimo y "'lá, ,.l".i.rr-r",pcrsonalizadas -sean ellas en la ñmilia o en el activismo po_lític.-' Las mujeres tiencre' a recordar la vida cotidia'a, la si- tuacla)n económica de la familia, lo que sc suponía que dcbían hacer e' cada m.nre'to dcr día, lo quc ocurría en sus barriosy comunidades, sus miedos y scntimicntos de inseguridad. lle_ cuerdan cn el marco de relaci.ncs farniliarcs, porqu. el tiempir subjetivo de las mujercs está organizacro y ligado a los 'echosreproductivos y a los ví'culos afectiv.s (i-eyJesdorff, passc'ni y Thcrrr-rpson,1996). En cl caso de las memorias cle la represión, además, muchas mujcrcs narran sus recuerdos en la clave más tradicional del rolde mujcr, la de <vivir para los otros). Esto está ligado a la de_finició' de una identidad centracra en atender y .".rid". . o,.,r, cercanos' generalmente c'el marco de relaciones ñmiliares. La a,mbigüedad de la posición dc sujeto activo/acompañantc o cui_ dadora pasiva puede entonces manifestarse cn Lln corrimiento desu propia identidad, queriendo (narrar al otro>. En las dos acep_ ciones de la palabra <testigo,r prcsc'taclas más arriba, csto implica una elección de ser testigo-observadora del protagonirrrro i.Li.,,(un hijo detenido-desaparecido, por ejempio¡, ,r.g^,rdo " ,ii.'n_ ciando el testimonio de sus p.,rpi", iivencia, _iu'q.," obvia_ mente éstas se <cueran> en relatos que aparentemente están ccn- trados cn la erpericncia de otros. episódica o ser'á'rica, de acontecirnientos vividos o transmiridos, etc.) (Loftus, Ra'aji' Schooler y Foster, r9g7, por ejc'r'pro). No hay *rucha investigació' de este tipo, especialrne'tc aquelra q'e tome en cue'ta srtuacio'cs co' u' alto grado de cornpromiso ernocional. por ejempro, e'un artícuro recie'te qLle prc-se'ta las co¡rtribucio'es q.e las neurociencias tienen para hacer cn relaciri' a la psicología cognitiva de Ia nrernoria (Schacter, 1999), ras difbre'cias de géner.o se 'lerlclonarl sólo una vcz: los hornbres r'a,ifiestan .na ."sa rnás arta de dis_ torsio¡les de la mer'oria cua'do se reracio.a con evcntos qae ponen de rna'i- fiesto srl mayor plopensión a'o reconocer q.e sus pu'tos de vista canrbiaro' a lo largo del tiernpo. 'l 10 Elizabeth Jet¡n para los sobrevivientes de la Shoah. Los testimonios más cono- cidos s.n de hombres -los grandes escritores como primo Lcvi y Jorgc Semprú.r-. Como scñala ()lanz, las mujeres escribían menos, pero además hubo menos mujeres sobrcvivientes, porque cl ser <portadoras de la vida> les confería u'a <peligrosiáad es- pecial. Para aniquilar una raza,habíaque climinar-a lai mujeres...> (Cllanz, 2001: 11)12. Pero, por supuésto, hubo mujeres !r" ,o_ brevivieron y que, sea por necesidad personal o política o por intermediación de otros, contaron sus historias y *, ,r.r-n,r.i"r. En los campos de concentraciírn, hombres v muicres estaban separados, de ahí que las narrativas dan cuenti dc "esferas y cx- periencias diferentes. Las narrativas de las mujeres ponen .i ¿rr_ fasis sobre su vulncrabilidad como ,.r., ,"".r"i., y *b.. los vín_ culos de afecto y cuidado que se cstablecieron entre ellas. En los relatos, la sobrevivcncia fisica y social está ligada a la repro- duccicin y recreaciírn dc los roles apren<Jidos cn la socialización como mujcres: el énfasis en la limpieza, las habilidades para coser y rcrncrrdar_quc les perrrriticr.n mant('ner un, pr..r.upación por su aspecto fisico, el cuidado de otros, la vida ., .rp".i.r, ..rÁr_ nitarios que pcrrnitieron <reinventarD los raz.s familístic.s (Gol- denbcrg, 1990). De hecho, algunas cvidcncias de análisis d" ,o_ brcvivientcs dc carnpos de conccntración nazis indican que las mujeres resistieron <mej.r> Ios intentos de destrucci,.in dci la i¡r- tegridad personal, debido a que sus egos no estaban centrados en sí mismas, sino dirigidos hacia su entorno y los otros ccrcanos. La realidad demográfica es muy diferente en las dictacluras del Cono Sur, ya que, como estamos viendo, las mujeres pueden narrar las experiencias de los otros, las propias como víctimas directas (sobrevivientes de la represión .r wr distintas íbrmas), como víctimas <indirectasD o corrio nilitantes del movimiento de derechos humanos. Si bien no hay un cstudio sistemático com- parativo de los testirronios de hombres y muJeres sobrevivientes o testigos, hay en los disti'tos países un núrnero muy significativo de textos autobiográficos y de construcciones narrativas basadas en diálogos con algún/a mediadorá. En esre tipo de rexto, en_ 12 La ani<luilación de 'rujeres portadoras de identidades ét.ico-raciales tomó otro carácter e' la exYugoslavia: la violació'como medio parl la <limpieza étnicar (Mosrov. 2000). El género en las memorias 111 ('ontramos un prcdominio de testimonios de mu¡eres, y también c1c compiladoras, editoras y entrevistadoras mujeres. lJna mancra de pensar la dimensión de género en la memoria parte del enfoque ya tradicional, tanto cn el feminismo como en la reflexión sobre el lugar del testimonio (Gugclbetger,1996a), dc <hacer visible lo invisible,t o de <dar voz a qttienes ntl tienen voz>. Las voces de las mujcres cuentan historias di|erentes a las de los hombrcs, y de esta manera se introduce una pluralidad de puntos de vista. Esta pcrspectiva tarnbién irnplica el reconoci- rniento y lcgitimación de (otrasD erperiencias además dc las do- minantes (en primer lugar masculinas y desde lugares de poder)' Entran cn circulación narrativas diversas: las centradas en la mi- litancía política, en cl sufrimiento de la represión, o las basadas en sentimientos y en subjetividades. Son los (otros) lados de la historia y de la memoria, lo no dicho que se empieza a contar' Totnetnos el caso dc las mujcres (rnayoritrriametttc coreanas) que fueron secuestradas por las fucrzas armadas japonesas para establecer <estaciones de servicicts sexuales> (comfort stations), trna forma de esclavitud sexual para servir a las tropas japonesas de ocupacicin durantc la Segunda Guerra Mundial (Chizuko, 1999)' Se calcula que hubo entrc f10.000 y 200'000 mujercs en esta si- tuación. Si bien su existencia era conocida tanto en corea comcr en Japón (hay un libro sobre el tema publicado a comienzos de los años setenta, que fue best-selter cnJapón), la esclavitud sexrral de cstas mujeres comenzíl a ser rcdefinida como <crirren> sólo t,n los rños ochent¿. para Convcrtirse_en tema de contr.tversia política de primer nivcl en los noventa ''. Las mttjeres que fueron secuestradas en Corea permanecieron calladas durante cincuenta años. No hubo ningún testimonio has- ta comicnzos de la década de los noventa, y es muy probable que todavía haya muchas mujeres que no sc han identificado u f, -"troversia política involucra debates acerca de la responsabilidacl del Estado japonés, dem¡trdas de reparaciones económicas y fuertes debates s6bre la incl¡sión del tenra er-r los libros de texto escolares. En todos ellos, el debate político es prescntado (áenmascarado?) como dcbate historiográfictr acerca de la <verdad>, dada la ausettcia de documentos escritos y la evidetrcia basada únicanlcnte en testimonios (Sand' 1999). 112 Erizabeth Jerin como víctimas'*. Que empezaran a hablar fuc, en parte, producto de la acción del movimiento feminista -más concretamente, del dcsarrollo de una organización dc mujcres que promovió tes- timonios de víctimas sn Co¡e¿-. Para las mujeres, ofi^eccr su testimonio significó recuperar un pasado suprirnido y, cn el pro- ceso, comenzar a recuperar su dignidad hurnana. Pcro hay más. En esc acto, sosticnc Chizuko, se rchace la historia. Si la realidad del fenómeno corría antes por los canales de la historia escrita desde arribals, cuando una víctima (o so- breviviente) <comienza a hilar el hilo fragmcntario de su propia narrativa, contando una historia que anuncia que "mi realidad no era el tipo dc cosa que ustedes piensan", va surgicndo una historia altcrnativa, que relativiza dc un plumazo la historia do- minante> (Chizuko, 1999: 143). Sabemos, sin embargc-r, que el testimonio es una narrativa construida en la interacción de la en- trevista, y la relación de poder con la entrevistadora (sea en un juzgado, en una cntrevista de prensa o en una organización fe- minista de apoyo) lleva a adecuar el relato a lo que (se espera). Así sc fue construyendo un modelo repetitivo de víctima, cuando hay una enorrne diversidad de situaciones y narrativas que quedan ocultas. En estc caso, el proceso de <dar voz a las enmudecidasr es partc de la transformación del sentido del pasado, que incluye redefiniciones profundas y reescrituras de la historia. Su función es mucho más que la de cnriquccer y complementar las voces dominantcs que establecen el ffrarco para la memoria pública. Aun sin proponérselo y sin tomar concicncia dc las consecuencias de su acción, estas voccs desafían el rnarco desde el cual la historia se estaba escribicndo, al poner en cuestión el marco interpretativo del pasado. Sin llegar a estos eltrcmos, la crítica de las visioncs domi- nantes implfcita en las nuevas voces puede llevar eventualmcnte a una traniformación del contcnido y marco de la memoria social (Leydesdorff, Passerini y Thompson' 1996), en la medida cn que puedc significar una redefinición de la esfera pública misma, antes que la incorporación (siempre subordinada) de voces no escu- chadas cn una esfera pírblica definida de antemano' 'l'c¡memos un caso más cercano a la experiencia de las dic- taduras, las memorias de la tortural". Sin duda, las narrativas de la tortura y los sentimientos erpresados por mujeres y por hom- bres son diferentes. Jean Franco señala que los relatos personales de víctimas de tortura tienden a ser lacónicos y eufemísticos. Las mujeres sienten vergüenza de hablar de sus experiencias. En tes- timonios de denuncia (frente a comisiones () como testigos en ¡rricios), por ejemplo, informan que fueron violadas, sin dar de- tall.s c, á.r.tibi. él hecho. En relatos menos <normalizados> o burocráticos, el contraste entre hombres y mujeres puedc ser más rrítido. Franco marca la difcrencia cntre el rclato de un hombre, que dcscribe su erpericncia de pérdida de la hombría y de verse forzadc¡ a vivir (como mujen (Valdés, 1996), y el relato de una mtrjer que deriva la fixrza para sobrevivir anclándose cn su ma- t.rñid.d. que le pcrmite s()sreners('en la tortura y scntir cercanía con otras mujeres prisioncras. La autclra inclusive menciona cónlo para <rehacei, el mundo que los torturadrtres quicren destruir, se refugia en ca¡ciones infantiles quc ac()stumbraba cantar a su hija (Partnoy, 1998)." Las memorias personales de la tortura y la cárcel cstán fuer- tementc marcadas por la centralidad del cuerpo. La posibilidad de incorporarlas al campo de las memorias socialc's prescnta una paradoja: el acto dc la represión violó la privacidad y la intimidad, quebrando la división cultural entre cl ámbito público y la ex- periencia privada. Superar el vacío traumático creado por la re- El oénero en las memorlas 16 Flablarnos aquí de testimonios y relatos pírblicos. Los procesos terapétl- ticos col.l pacientes que han sufrido condiciones extrenles (campos de detención clandestinos, tortura) cstán en otro nivel de ¡nálisis. Arrr:rti Sas (1991) plantea los dilcmas y co¡diciones específicas de estas situaciones terapóutlcas, y nltlestra el papel quc juegan los sentimientos, especialmente la orecuperación de la ver- güenza> en el proceso terapóutico. 113 '+ Al finalizar la guerra, nrrrchas de estas mujeres fueron asesinadas o aban_ donadas. La rnayoría murió. Entre las sobrevivientes, pocas regresaron e sus lugares de origen, por vergiienza y certeza de que sus fanrilias no las iba' a recibir. Las pocas que se casaron y tuvieron hijos nunc:r mcnciolraron su pasado (vefgonzoso) ni siquiera a sus parientes más cercanos. <La agresión japonesa tuvo éxito en ennludecer a sus vícrimasri (Chizuko, 1999: 131). 15 Con debates acercl de si se trataba de prostitución o esclavitud, y sr la organizació'burocrática no era <preferibler y más benévola que los b.rdeles privados... 1 18 Elizabeth Jetrn !:.-i^:rt].1:'les murglreras, obras dc rearro y temas de rock, los jóvcncs apclan a la alegría pera reflexionar sobre ia últirna dictadura "-ilitrr. llT_tl:tl"."Iía, buscan alternativas para hablar de la trágica herenciloel Dasedo. Este es el titular de un artículo, <Bailando sobre las cenizas> que Patricia I{ojas escribe cn la revista puentes (diciembrc cle 20(X)) sobrc krs jóvcnes v l;, . . r r mcmoria en Argentina. Otro titular celebrr ra crcatlvlclao de los jóvenes en sus actividades de conmemoraciírn de las tcchas ltgadas a la dictadura militar. <Graffiti, pintura clt, murales y encucntros de murgas son sólo algunos de'los tantos elementos que se surhan a la construcción de la memoria.> l.o que se afirma y reafirma en el artículo es que los jóvenes tiencn <una mirada difcrente sobre el pasado>. El artículo en cuestiírr se centra cn las actividades dcsarrolladas por una categoría cspeci:rl de.jóvcnes: hi¡'os de detenidos-d.r"p....id,rs durante la dictadur:¡ militar, que tienen una militancia notoria en la Argentina acturrl, a través de la organizaci(:n rrl¡.o.s 2 y de estas manifestacicllrcs artísticas dc diverso tipo. Surgen .rrroá.., varias preguntas. éerrc _h-".:t (otros) jóvencsi áeué scntido le dan al pasadá dictatonal? Y adcmás, la mirada <difercnte> sobre el p"r"io áde quiénes krs difcrencia? verbales explícitos, sino tarrrbién por silencios, por huecos y nriedos. Epslr.r' se refiere a los hijos de sobrevivientes, como <cl'grupo de personas quc, (.()rr,, yo, fueron poseídas por una historia que nunca.ri.ri".or-r, (Epstein, igufJ: lll2 La agrupación t t.t.l.o.s. (<FI¡os por la Identiclad y laJusticia contra el ()lvrr l, ¡ y el.Silencio>) es una organización creada por hljos de detenidos-desaprr-(.( r(l.i en Argentina, surgida a nrediados de la década de lo, ,.ro.r"rrta. Despliega firr rrr,r,, de acción pírblica novedosas y diferenciadas del resto de las organizaciont,r,r,. derechos hurnanos en el país. Transmisiones, herencias, aprendizajes LA TEMPORALIDAD SOCIAL: GENERACIONES Y COHORTES El rclcuo gcneradonal rontribuye a lajunción sodal nercsaria de hacernos posible el oluido. Si Ia socidad ha de rcntinuar, ld memoría soddl es tdn importúnte rcmo el oluido (Mannlrein'r, 1952: 294). I Iay un hecho evidcntc: aun corno miembro de un mismo grupo social -dcsde la familia hasta la humanidad toda- la vivencia tlc un acontecimiento histórico es absolutamente difercnte segúrn lrr edad que tiene la persclna en cuestión. Vrvir una guerra a los r inco, a los veinticinco o a los sesenta son fcnómenos subjetivos ,listintos, como también lo es si uno cstá en el lugar dc los hechos ,' a la distancia, o si se trata de un hombrc o de una mujer. La , rl:rd, el momento dc la vida en que suceden los acontccimientos, ,lt'ia marcas específicas, porque afecta a condiciones dc vida, ex- l)criencias y horizontes futuros. En términos sociales o colectivos, l,r cdad -o en términos técnicos de la demografr.a, la cohorte ,le nacimien¡o- 1is¡s también otra característica: define un co- It t'tivo, que puede ser imaginario, de personas que comparten r,¡rortunidades y limitaciones históricas que les deparan un (des- trlo común>. No se trata solamentc dc la edad cronológica. La ubicación r n ulr tiempo (y en un espacio) histórico compartido predispone ,lr;rcia una forma propia de pensamiento y erpericncia y rln tipc) , '.¡rccífico de acci(in históricamente relevante> (Mannheirn, 1952, ¡ 291). Este es el concepto de generación de Mannheim, quien 'rr.rclc que al tener vivcncias comunes, también hay un <destino , ( )ntíln)). Adcmás de estar cn los libros especializados, la noción de ge- rr, r;r<--ión está instalada en el sentido común: hablamos de la , { n('racií)n de posguerra, la de 1968 o la de la democracial. Los Irrnitcs son siempre difuscts, porque se trata de categorías sociales ' En su obra monumer-rtal sobre los <lugares de rnernoria> (Lcs lieux dc ',,' ¡t,,it'L') en Francia, Nora incluye a la noción de <generación) corno lugar de "', nrol'i:r. Y llega a la conclusión de que es posible hablar dc generaciones fran- ' ,.rr. Y qrre ellas surgen cuando, además del sentido rnás sencillo de conrpartir l', ri( ilcias y en colr\ccur'ncia conrp.rrtir memori¿s, los aciores sc vut'lveil [cs- 119 I 120 Erizabeth Jerin de cxperiencia, marcadas por la ternporalidad, pero también por- compartir algún campo der experiencia y alguna pertencncia es- pecífica (se habla de generacioncs literarias y de gencraciones po- líticas). La identidad nacional pucde ser Llna frontera, aunque muy a menudo es atravcsada por grupalidades generacionalcs trans- nacionales -la generaciírn de 1968 y la dc los Beatlcs (en partc superpucstas y coincidentcs), para no mencionar los impactos corrtemporáneos de la mundiali zaciórt en las rcdes de comuni- c;rcitin y de pertcnencia. La succsión de gcneraci()nes -esto sí, en un sentido demo- gráfico de reemplazo gcneraci¡¡¡¿l- está íntimamcr-rte ligada a los procesos de memoria social. áQué huellas del pasado sc borran de mancra irrecupcrable? éCuáles quedan, activas o guardadas en cl olvido, para ser cventualmente recuperadas? éCómo inter- vienen los trabajos de los <emprendedores dc la mcmoriar en la renovación dc los rccuerdos, y en los scntidos dcl pasado? Estamos aquí fiente a tres procesos de transformación que resultan de la multiplicidad de temporalidadcs. Prirncro, el crc- cimiento, maduración y envc'-¡ccimient() personal. EI curso de vida actúa de manera inexorable. Y, en cada persona, las nuevas cx- periencias y cl horizonte dc cxpectativas se transforman con el tiempo. Las memorias de lo vivido, los olvidos y amncsias, las urgcncias cambian. Carnbia también el scntido de urgencia de trabajar sobre las hercncias y los legados, sobre la conserwación de huellas. En la vc¡ez, muchos quicren rrtransmitir>, dc¡ar algo dc su cxperiet rcia a I as ger rc rac iont's posteritlrcs. Segundo, el ticmpo del devenir de la historia. Los aconte- cimientos públicos y los procesos históricos transcurren y sc su- ccden, cruzando dinámicas institncionales, demográficas, políti- cas, económicas y todas las demás. Ese devcnir esth hecho a partir de proycctos y cr?ectativas de grupos humanos, en condicioncs y circunstancias que generalmente no controlan, y con conse- cuencias que no sicmpre fueron previstas. Pero son hombres y mujeres que también crecen, cnvejecen y mueren. Esto implica tigos de su propia acción (es dccir, la reflexividad) y los nuevos testigos a su vez se transforrnan en actores. La presencia de estos t¡es elementos es la chispa que alirnenta cl <fuego> generacional. <El juego continíra, y está en las manos de cada generación rcescribir su historia generacionab (Norr, 1996: -531). fransm¡siones, herencias, aprendizajes 121 una tercera temporalidad, la dc la sucesión y ren()vación genc- r':rcional de los agentes históricos' Las institucioncs pueden tener t:ontinuidad en la larga duraciírn, pero su lugar social' su sentido y-r., p.rro"al se van i""t"t'""do p(]rmanentemente (aunque a ve- ('L-s se (eternlce) alguna figura, Áostrando qu" :1 envejecimiento no es obstáculo para l" pl:'-"'-tt'rcia durante décadas .-p¡¿1l61¡' Strocssner ., cl PaPa W'rjryla-)' LOS APRENDIZAJES Y APREHENSIONES DEL PASADO La ruetnorta, c()lll() ya hcmos dicho' vincttl¿ pasad()s con expec- tativas futuras. So,'t "4-'t:'i"ncias pasada' qtt pttt-tlanecel' s13l- ;;"; y se transform"'-t t'-t tu intc¡ucgo ctln circutrstanclas pre- sentes y ex?cctatlvas futLlras' La pregunta quc surge dc inrnediato ;; ptl"i. aprender del pasaáo? áCuál es la dinámica de esc "p*"aiá.i ¿ó.t¡t.' 'ot l"' <lecciones de la historia>? áSe trata de una (re-presentacióru dcl pasado o de otros procesos de aprc- l-rensión de la cxPeriencia? El tema del usc-r de la rncmoria para el presente y,cl futuro' las lecciones y aprendizajes que se ptitden cxtraer' puedg ser visto desde distrntas perspectlt'"'' E" ulla perspectiva cognitivll,llbtt lü',,"p..tft.¡r-ta"rt,,', ticne consecuencias en las estrategias de .i?Uor".iO,'r dá "lt"rr,"tivas racionalcs para la acción' Dcsdc una perspectiva prr.o.,-"1ítita, el pasado. "'iá t" cl presente' de mírl- il.:;;;;;."r,.tt la dináinica de lo inconsciente' Desde el campo :5'i; ;i;;;il .i- !"i"ri, cstá plresto sobrc el sclltido que se da ;i;;t"d"; 't.'gí,', .l ,'r""o itrterpretativo v los códigos culturales que pernrit.,-r rr-t,"tfttt"lt' -i.t -"'-tt:'" racional' planificada' pero tarlrbió,-, .,-, ptáttitas simbólicas y performativas de actores qu(), más quc re-Prescntar o recordar' se apropiall y pol)elr cn "'.,,, .t.-""tcls dc esc Pasado-a' -l 1¿' Alpher co¡trasta las ide as clc ureprcsentación de I Holocaustor y <efec- to Holocaustt'tr, inclirrÍndosc por la segtrnda' Sosticne qi: :t]t: represcnt:rci(in estír, por definición"tttdiad¡ E"t" ttl"to objetivado' El llolocausto se lr;rce presentccllslll.cpresel,t'ció,'atravósde utllreferentía¿rlnrisrno.C]rtarldoll¡rncl ¡algotttrefc'ctoLlolocarrsto[...]cotrroobscrvldorest)|ectores,cx¡reritrlt-tttatntrs l¿ó -l I I 1 I i 122 Elizabeth Jelin Transmisiones, herencias, aprendizajes La idea de que se aprendc del pasado está irnplícita en el sen- tido común que guía la acción política de quienes proponen las consignas <Rccordar para no repetiD o (Nunca más>. Es también una idea presente en trabajos sobre cambios en sistemas políticos, especialmente sobre procesos de dcmocrattzación. áQué se puede aprender del pasado? Aguilar Fernández aplica la conccptualización del aprendizaje político al caso cspañol. Parte de constatar que se tiende a aprender más dc las erperiencias propias que de las ajenas5. La conclusión que saca de este (peso del pasado> de la Cluerra Civil española es que <[...] cra neccsario, incluso imprescindible, el relevo generacional, sobre todo si te- ncmos en cuenta que había que lidiar con un pasado dramático y dificil, plagado de heridas mal cicarrizadasr (Aguilar Fernández, 1996:52). Además, en términos del curso de vida de los acrores sociales, los acontecimicntos que dejan marcas más profundas son los de las etapas tempranas dc la vida y las del morlento en que se comienza a tomar conciencia del juego político en que uno está inmerso, lo cual implica un <efecto retardado> de los apren- diza.¡cs. La aplicación de las lecciones de la historia ocurre al rne- nos con veinte años de distancia, por el tiempo que le lleva a la nueva generación acceder al poder (Aguilar Fernández, 1996: 53)6. En el caso de la transición española, sosticne la autora, el aprendizaje principal que la nueva generación trajo al escenario de la acción política fue el (nunca másr¡ a confrontaciones vio- directamente un cierto aspecto del llolocausto o del Nazismo [...] En esos rnomentos el I Iolocausto no es re-prescntado, sino más bien presentado o re-ac- trralizado [...]; se hace presente como efecto performativo. Estos actos perfor- mativos "hacen" el Holocausto o, mcjor dicho, "hacen" un aspecto específico del rnis¡rro¡ (Van Alphen, 1,9()7:10). 5 El peso del pasado puede llegar a ser, en palabras de la autora, excesivo: <nrro tiende a obse rwar a sus adversarios actuales a través del prisma del advers¡rro que tuvo en el pasado>; <las probabilidades de percibir erróneamente los pro- blemas actuales se increr'e ntan cuando Lur actor ha experime ntado dircctamente sitrraciones parecidas en el pasador (Aguilar Fernandez, 1996:52). (' Aunque :r prime ra vista esta formulación parece algo mecanicista, su poder erplicativo es significativo. Ademís del análisis de la transición española en tér- minos dc aprendizajcs y olvidos en el relevo generacional, pucde consultarse el trabajo de Luisa Passerini sobre lajuventud f'ascista (Passerini, 1996). lentas y traumáttcas, 1o que requirió producir y (usar) olvidos y tii."á.t políticos. Estos silencios, manifiestos en la disposición a negocrar y concertar por parte de los diversos actores' fueron acompañados por un desariollo muy amplio de expresioi:t 9' rnemoria del pasado -de la República' de la Guerra Civil' del fr"nqtlr-o y .sus diversos ejes de represión- en el campo cul- tural (la literatura. t'l cine. ctc')' E; los países del Cono Sur, las dictaduras fueron en general -á, .ort"r'que el franquismo en España' por lo cual no hubo un cambio generacionai en los actores políticos' Se dieron tam- bién en un contexto internacional diferente' donde el tema de los derechos humanos había cobrado una mayor relevancia y nue- vos sentidos. En estas nuevas circunstancias (sin dejar de lado' además, las condiciclnes específicas de las luchas políticas en cada país) los intentos de concertación y negociación entre actores alr- toritartos y propuestas de la transiciírn' basados en echar (un man- t,, de ol.ridtn iobrc el pasado borrando responsabilidades a tra- vés de leyes de amnistía o de poner el énfasis en la construcclón de un nfuiuro promisorio)), tuvieron poco éxito y termrnaron slen- doinestables.Losreclamosdesalidasinstitucionalesquecon- templen <verdad y justicio persisten' Obstinadamente' sus voces ," "i""t frente a las que piJen nreconciliacióru y olvido' En este contexto, la pregunt" sobre el posible cambio de postura que se pt.a, p.oa.r.i. por la renovación generacional queda abierta: las nuevas generaclones pueden llegar al escenario público con otras visiones] basadas en aprendiza¡es de parte de la experiencia pasada (decir no a la lucha "im"d", por ejemplo) pero al mismo tiempo reavivar las memorias, interrogando a los mayores acerca de sus compromisos y sus vivencias t" ttt pasado conflictivtl y represivo' LA MEMORIA COMO TRADICIÓN Y TRANSMISION Yerushalmi señala que' en sentido estricto y en el plano indr- vidual, sólo se puedcn olvidar ltls acontecimientos quc uno vlvlo: no se puede olvidar lo quc tro se vivió' 129 Transmisiones, herencias, aprendizajes128 Elizabeth Jettn EI debate sobre cómo incluir la historia rcciente en los nr,- grarxas educativos se presenta también en los paíscs dcl c'or<r Sur. Los intentos de introducir fechas de conmemoración en el calendario, en las cuales los doccntes deben dar <clases alusivas>, o aun de elimi'ar fechas conmemorativas establecidas por el ré* B_rmen rnilitar (como cl fcriado del 11 de septiembre en chile, abolido solamcnte e' 1999) provicnen por lo general de fuerzas sociales ligadas al movimiento de dercchos humanos. Éstas son resistidas por las fuerzas conservadoras, pero tambión por los pro_ pios docentes, ya que pocas veces cuentan con el miterial cd.r_ cativo necesario para preparar las clases. Además, pucden vivir la iniciativa como el ingreso en un área que t.davía es socialmcnte muy conflictiva, y dondc no hay consenso social, ni siquiera en cómo nombrar los acontecimientose. Estudios en proiundidad de procesc'rs específicos sobre la incorporación crer tema en el sis- tcma educativo seguramente rxostrarán quc éste tiene un sentido institucional rnuy fuerte, ya qut: requieré un acucrdo y una vcr_ sicin institucioralmente legitimada de lo ocurrido. Si ei conflicto polític. n. está rcsuclto, no es posible elaborar tal vcrsió'. El sistcma educativo se convierte, ent()nccs, cn una arcna cle lucha entrc diversos actores y ve-rsiones 10. A mcnudo, los ideírlog.s de la derecha han tenido más éxitcr en sus pcllíticas de transrnisión, porque los csquemas maniqueos, sirnplificadores, sin (zonas grises>, sin fisuras, se transmiten más f^ácilmerrt. que Ias irrtcrprctacioncs q'c rccon()ccn la p.liscnria y cl pluralisr''. como muestra portelii para el caso de la memoria de la rcsistencia en Italia, cl discurs. dc ra derecha ha tenido óxito en instalar una visión de sentido común por la cual las ma- sacrcs de l,rs nazis siempre ltuer.,.n..rpuaria a atc't¿dos par- ' RecoLdemos aquí que las co'troversias acerca <ic las r'aneras de ¡rombrar -si llablar de golpe, de revolució', de tcrrorismo de Estado o de gucrra sucia,dictad'ra o régir'en r'ilitar- son en sí r'ismas expresió' dc las luclias por la nremoria y el sentido dcl pasado. ro En esta línca de i'dagaciór'r, se están ileva'do a cabo varias i'vestigacio'es sobre los procesos de incorporación de la histori¿ del pasado recic.te en cl sistema educativo dc los países del cro¡ro Sur en el marco del prograrna Memoria patr.cinado por el ssrrc:. Los rcsultados serán publica<i.s en un volurnc. de esta Intsnla serle- tisanos, con lo cual son éstos los que resultan culpables y r:s- fonr"fri.t de las <muertes de inocenies' (P.rtelli' 1'998ay 1998b)' El tema de la transmisión de información sobre el pasado tiene su reverso, la posibilidad de saturación: Como alguren que nació en los Países Bajos en una familia no 'iudía .r. tCSg, !t" p"* por la educación primaria.y secundaria en los sesenta ,, .,rmi"n"o, áe los setenta, tuve la memoria dc la Segunda Guerra 1\4un- á;i;r;h;;á, ., _i ,1i.*.. o mejor dicho, el sistema escolar holarrdés v las representaciones en los medios intentaron haccrlo' Pero fracasaron ilñ.;;i.á.ro ..q.r.rido. yo estaba aburridísimo de escuchar todas las historias y de ver todas las imágenes de esa guerra' que nlr: eran oresentadas noficialmente) como alert¿s morales ["'] Mi resistencia a i* .;;;ñ""ras sobre la gucrra y el Holocausto requieren explicac.ión' áFrente a qué aspecto' 'ó.""t"ttionaba yo tan vehementemente? iPor q"J".LLt "utr.iido en vez de sentirme interpelado moralmente? (Van Alphen, 1997:1). En su reflexión en tono autobiográfico' el autor indica varios puntos de interés. Primero, las historias de la guerra lo aburrían ;;;;;; no le permitían elaborar una respuesta frente a ellas' Las i"rpl.r,^, uadecuadas" estaban culturalmente prescritas y progra- madas. No había ambigüedadcs, las po-siciones morales estaban ya fiiadas. En segundo ligar, había algo de hipocresía en las narra- :i";;t.:L" histJria h.roi." que se narraba no era parte de un .ltu"l de duelo ni una leccién en sensibilidad moral' sino una confirmación ritual de un nacionalismo victorioso' <No se me interpelaba como ser humano con responsabilidad moral' sino .o-t, tn joven que debía construir su masculinidad toman- áo .o-,, rirodelo á los padres heroicos' De ahí mi aburrimiento: intuitivamente' no quería verme envuelto en esa construcción cultural de una idütidad nacional, masculina> (Van Alphen' 1997:2).En tercer lugar, no podía integrar el lugar del Holocausto .r. l" úirtoria de la "gr.,,"'^ No lograba una continuidad entre i"t .pi*¿i.s de la gu"..,, y el Holocarlsto' <Mientras que el Ho- iá.**o era explicido como parte de la misma historia' recons- truible y más o menos consistente' a mí me resultaba como Llna intromisión de otro mundo, que no se integraba-a la historia de i" -"r.tllnidad heroica en li guerra' Al no poder expresar mi I 130 Erizabeth Jerin incomodidad con la mancra en que el Holocausto estaba incor- porado en la narrativa de la guerra, sólo pude almacenar imágenes del Holocausto) (Van Alphen, 1997 : 3)1t. Esta extensa cita nos permite plantear una cuestión central para los mecanismos de transmisión: el lugar relativo dcl discurso histórico documental para la enseñanza y la transmisión, y el lugar del discurso imaginativo del arte y la literatura. O sea, la im- portancia de combinar la transmisión de información y saberes, de principios éticos y morales, y el estímulo al desarrollo de ciertas sensibilidades 12. La pedagogía moderna basa su práctica en la distinción entre los contenidos informativos y las prácticas <formativas>. Lo que cuenta en cste segundo nivel son los procesos más complejos dc identificación y apropiación del sentido del pasado, y no so- lamente la transmisión de infbrmación. En consecuencia, la pro- pia idea de transmisión, sea cn una visión más pasiva o más activa del proceso, comienza a quebrarse. LEGADOS, RESTOS Y SECUELAS Volvamos a la distinción analítica sobre la que estamos trabajando. Los actores sociales y las instituciones pueden expresar ,rir" ,ro- luntad de actuar (preservar, transmitir) sobre las memorias. Puede estar presente la intención de justicia, la de reconocimiento y homenaje a las víctimas, la intención educativa hacia el futuro. Difícilmente puedan separarse estas tres tareas o intencioncs en rr iCírrno y por qué, treinta años después, el autor llega a escribir un libro sobre el Ilolocausto? <Mientras que la educación que recibífracasó en convertir al Holocausto en un cvento sig'ificativo para rní, eI arte y la literatura del Ilolcl- causto tuvieron éxito, finalmente, en convoc:lr nti atención a este ntolnento apocalíptico de la historia hurnana> fl/an Alphen, 1997 3). 12 El tema también puede llevar en dirección a pregr¡ntarse sobre las carac- terísticas de los wehículos>r o productos culturales de la mernoria. Al referirse a una pintura de Anselm Kiefer, Van Alphen muestra que la obra puede docu- firentar, analizar, elaborar (u,otking through), reactualizar (raenact) o rnostrar direc- tamente, sin mediación del narrador, el pasado (Van Alphen, 1,997, cap. 1). Transmisiones, nerenclas, aprendizaies 131 la prácttca, aunque sabemos quc algunos vchículos pueden ser más eficientes en una u otra diiección (los juicios para la primera, los memoriales y monumentos para la-segunda, los museos y materiales educrtrt"" f"tl t" """ta)'-En iodos estos.casos' lo dominante es la intención' la voluntad' la acción estratégica orlen- ;J;;.t;. triple objetit'o' í'""'-isión' herencias y legados (como cosa dejada " "lgt,." en testamento) suponen la inscripción de sentidos en un mensaJe con la intención de presewación' Estas tres intenciJ'alidades han estado presentes en el accio- nar del movimrento de derechos humanos durante los últimos ;;inll' "no, .tt el Cono Sur' El reclamo de justicia estuvo pre- J"nt" d.rd. el momento inicial de la transición' Las conmemo- raciones, lo, tto-.""¡es a través- de placas y monumentos han ;r;;á; p;"t"ntes a t.'i"'go de la últimi década' con (calentamien- tosr y <enfri"-i.,tto'u pí'"-t'"t la terminología de Rousso (Rous- so, 1990). La discusión sobre museos' archivos y una política de investigación académica constituyen en este marco lo nuevo' lo il. ffi a la orden del día en la actualidad' Pero hay otro nivel en el que deben ser estudiadas las me- -,r.i", del pasado' No tanto en la intencionalidad de los actores' sino en el regrstro de aprendizajes.y restos' prácticas y orlen- taciones que (están;lí", ttyo't'ígttttt pueden rastrearse de manera más confusa pero no menos srgnificativa en los períodos de represiót y a. iárttición' Son loi aprendizaj:^:-tTolt::"t' pero también r", "f"iitio¡tt ritualizadai' las nostalgias e idea- lizaciones, 1", ,uptu'"s y fisuras' los retazos y sobras de distinto tipo. En 1978, el país vivía todavía sobre el llamado residuo (<entulho>) au- toritario, toda aquella hetenti" malsana de la dictadura' y había en esta herencta una gran t-gt-¿t miedo' de autocensura' La censura ya había salido oficialmente Jtl l" ttd"ttiones' de los teatros' de las películas' etc. Pero había de¡ado una cosa que' desde mi punto de-vista como periodista, r.,. q.'i"iie;;;;;:; que la propia t"':lli:,f11 cuando i;;."t".;;, ,ia" i" f"t"'"oia' toda li -t5:1ttt"; tt" se necesitaba a nadie a tu lado para cohibii'pltl t"pti*it ["'] Y duró mucho tiempo' muchos años vtvrmos con este fantasfila' con esta sombra' esta cosa que-roldaba sobre nosotr"' "tt J "l"'rlt"io de escribir' en el momento de hablar (Ventura, 1999: 130)' l il I il I 1 l ii it I 132 Elizabeth Jelin Estas son rcflexiones de un periodista brasileño, veintc años después de ese mornento. Esos ñntasmas y sombras que rondan duraron mucho tiempo. Para rnuchos, krs <restos, o secuelas de un período autoritario no se supcran fácilmentc, y permanecen en las prácticas cotidianas como rcaccioncs irreflcxivas, incorpo- radas ct¡rno hábito: no salir sin documcntos de identidad a la calle, sentir arnenazas, rcaccionar con sobresalto a sircnas y uni- forrncs. Junto a los silcncicls voluntarios, son (restos> que quedan, huellas de un pasado (que no pasa)) en un sentido muy diferente al de l{ousso: no se trata de la insistencia recordatoria y el re- conocirniento pcrrnancnte dc los acontecimicntos pasados pro- movidos por militantcs de la memoria, sino todo lo contrario. Huellas y marcas, inclusive en la gestualidad corporal, que per- manecen, aun cuando su origen y su sentido hayan sido olvidados. Son a rncnudo las gencraciones más jí'lvenes, que no vivicron el período del quc quedan las hucllas, quienes cuestionan y p()nen en evidencia csos restos13. Lechner y Giiell analizan la construcción social del silencio en el caso de Chile. Encuadrada en Llna transición pactada v con (alnarrcs)), la gobernabilidad ocupa el ccntro de la escena p..riíti.". <Entendida la gobernabilidad más como allser-rcia de conflictc-rs quc como la forma colectiva de procesarlos, la política dc la me- moria no contribuye a ahuyentar los fantasmas de la memoria; el recuerdo trae un conflicto incontrolable . La gente no encuentra en el ámbito político las rcpresentacioncs simbólicas quc pudieran servirle de espejo para dar nombre al pasado y con ello apropiarse dc é1. A falta de palabras y símbolos para dar cuenra del pasado, ella opta por el silencio. Y la mcmoria opta por apropiarse dc la gerrte por la pucrta de los miedos> (Lcchner y ()üell, 1999). Miedos diversos que Lechner detecta en la sociedad chilcna con- temporánea -a la exclusión, al sinsentido, al otro visto como 1:' Pdsan los años y a mi uiejo lc qucda est rniedo. Ayer jte la marrha de estudiantes a Plaza de Mayo y mi tnarido estaba an la seguridad de la marclm... Y por teleuisiórt lo enJócaron a mi marido... Y bucno, mi papá se brotó, llamó y yo tto cstaba, habló con el rcntestador, quc cónto prrcdcn lmrcr e.rrl-r ro-s¿rr, qua tienen que tencr sunto ruidado, Ete cl t|ía de mañana uos tantbiért te tas a uer inuolucrado. o sea, cs rctn quc él rescata esa inngcn y la traspasa al pasado. Diqantos, no? O sea qua al micdo csrrí (Julia, joven argentina residente en Buenos Aires. Tornado deJclin y Kaufinan, 2000). Transmisiones, herencias' aprendizajes 133 potencial agrcsor- están ligados a 1a <mala rr'remoria)' o al <miedo i l, -"-oria>. En .r. .or-r"r.oo, (los conflictos silenciados con- ,.t""" ".r"^lidad> (Lechner' 1999: 13)' Estatnos delante de un contraste cntre intellcionalidades en la transmisión de -t-o'i"' y los. rc-stos o huellas del pasado' Las herenci", t'' ttgJt"- "pont" la inscripción de sentidos en un mensaje ,on,n*'i¡¿'iiilt'*'"'iarr' Eltestamento es el mcdicr p", .i ."ir T f T.:*i::g ;Ti ;if;n T :'.?T|i ",T:, il; ll'.t::X.t:'ll.l"ii;^iá,".it.'.' 1c"'d*o' 1eee: 135) Hav una narrauv. nrr,,rri.r-it. t-t, sido construida y mater'^1i110^' y se trf,nsmi.. ' ot"" l"iltl t"t'ituidad del grupo o comunidad' óuandc',, por lo t"";;;'^tt habla de restos' áe iobtas' de huellas o secuelas' la refbrencia es a la otra cara dt i" 'ot-oria' al olvido y al silenciola' ';;;", el tono en que varios autores contribuyen a un libro t:'t:t- mor¡ndo los 30 aíros ae t96g en Ilrasil' Alemania y Francia' Cardoso (1999)' ;;'';;; ;." sobre Bras'' i: .':q'1": ':i::"i1",.:ilT."::L$ l3Íl',]tii"fill ru las divers¡: modalid'rdes dc olvidtt (por p'trtc oc t' y,i",,....,a"a:.::.:""1:,:. jnl,::*;;ru;'Sfi ':'#:::::]'i,:ü:,r,*, i:: iiil:"i ;[:i::ll J il J J;.; ; ; " io á ó 5''' ¡ ; " "' : "::::::]1" :' ::1 1'' espíritu de rechazo' L" ;;; t' tt"tt"'to'lda por los participantes' cada vez rnás viejos' y no gener¿r lnterés en losjóvenes' qtle ven en las conmenloraclones ur.r reflejo del usíndrc'rne -Áel on'¡'n ionúatant' (Grrillebaud' 1999)' Jansen' por su parte, seirala que su generaciótr (a posterior a 1968) sabía muy bien lo que había pasado y conoti"n 1as ideas de los protagonistas' Su espíritu crítíco los llevó a oponerse -no t ti"titt- a las iáeas cle la gerreración anterior' Aquí no hay olvido, sino reluterpretación' El :lutorloncluye: <Me parece qlle una <le n*estras ventrjas tir. ir'a.riturión que 1g6g n.s dejó como herencia' Al oír r alguno de la generación de 196U (y yo vivo oyéndolos) se percibe que los mitos sc tornan mayores cada vez qrle soll contadosr (jansen' 1999: 196) 140 Referencias bibliográficas candina Palorner, Azun (2002), <El día intermi'able. 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